Cartas

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—Empecemos otra vez.

Las vacaciones ya habían terminado y, en lo que yo creía que era un arrebato de absoluta crueldad, el profesor Snape decidió comenzar las clases de Oclumancia desde el primer día.

— ¿No podemos parar? Cinco minutos aunque sea—Supliqué, agotada tanto física como mentalmente.

— ¿Acaso cree que en una situación real le van a permitir descansar? Debe aprender a controlar su mente ante cualquier situación. Sigamos.

Sin darme tiempo a nada, volvió a colarse en mi mente, siendo capaz de acceder a varios de mis recuerdos en Hogwarts antes de poder bloquearle.

—Ya sabía que no era buena alumna pero parece que sus clases con los señores Lupin y Black la han vuelto una completa incompetente.

Mi silenciosa respuesta debió enfadarle puesto que en su siguiente intromisión a mi mente fue más agresivo, dificultándome la tarea de sacarle. Agotada, me apoyé en el respaldo de la silla en la que había estado sentada desde el principio de la clase.

—Pare, por favor—Supliqué, apoyando los codos en las rodillas y tapando mi rostro con las manos. Mi cuerpo temblaba y mis ojos se iban llenando de lágrimas poco a poco.

—Si estas clases no le interesan no me haga perder el tiempo y márchese.

— ¿Por qué tiene que ser tan cruel? Estoy cansada y siento que la cabeza me va a estallar, ¿no puede tener un poco de empatía conmigo?

—Sus problemas no son asunto mío, señorita Bloom. Por hoy hemos terminado y ni se moleste en volver hasta que sea capaz de separar lo personal con las clases.

Sin más que decir me sacó de su despacho, dejándome sola en el pasillo oscuro y desierto.

— ¿Stella? ¿Qué haces en mitad del pasillo tan tarde?

Hermione apareció en el pasillo. Nada más verla me acerqué a ella, abrazándola y escondiendo mi rostro en su hombro. El sollozo que solté la alarmó, haciendo que me abrazase al instante.

— ¿Qué ha pasado?—Preguntó con voz calmada, acariciándome la espalda lentamente.

Incapaz de contestarle, solo fui capaz de abrazarla más fuerte, durando así los largos minutos que tardé en calmarme. Ya tranquila, comencé a explicarle lo que había pasado con el profesor Snape, haciendo que mis ganas de llorar volviesen.

—Vamos, te voy a acompañar hasta tu Sala Común, necesitas descansar.

—Espera, ¿qué hacías aquí?—Pregunté, percatándome de que estábamos muy cerca de las mazmorras.

—En el tren hemos cambiado los turnos de vigilancia. Esta noche nos toca a Gryffindor y Slytherin pero Draco no estaba y Parkinson no se ha presentado así que venía a pedirle al profesor Snape si podía avisarles pero creo que ya se lo diré mañana a Draco—Contestó, mirando hacia la puerta del despacho del profesor Snape, sin intención de acercarse ni un centímetro a ella. Dando media vuelta empezamos a andar, tardando poco en llegar a la Sala Común de Hufflepuff.

—Gracias por acompañarme—Agradecí con una sonrisa cansada.

—No hay nada que agradecer y, Stella, no es por ser una entrometida pero, ¿ha pasado algo más?—Preguntó preocupada— Nunca te había visto llorar y menos por el profesor Snape, normalmente te da igual lo que diga.

—Es que ha sido tan cruel conmigo. Incluso Harry me ha admitido que con él tiene más paciencia, ¿Qué le he hecho para que se comporte así? Sé que no soy su persona favorita en el mundo pero no creo que sea para tanto.

—Por lo que me has explicado antes, hoy no has sido capaz de cerrar tu mente a tiempo ni una sola vez. Según Remus y Sirius estabas mejorando mucho, ¿qué ha pasado?

—Supongo que estaba un poco distraída—Contesté avergonzada—.Pero eso no le da derecho a tratarme como lo ha hecho.

—Tranquila, mi intención no es justificar al profesor Snape, pero sabes que odia cuando los alumnos no se toman en serio sus clases. Sea lo que sea que te distraiga, intenta olvidarlo durante sus clases y demuéstrale que de verdad te importa aprender. Quizás así su actitud mejore lo suficiente como para que las clases sean aguantables.

Con un abrazo le agradecí el consejo, yéndome a dormir dejándola en sus labores de Prefecta.

A la mañana siguiente desperté con más energía, el cansancio del día anterior me había ayudado a dormir nada más tumbarme en la cama. Durante el desayuno, las lechuzas aparecieron con las cartas, dejándome, como cada mañana, El Quisquilloso, periódico al que me había suscrito después de que Harry me contase sus encuentros con la reportera de El Profeta, Rita Skeeter.

Para mi sorpresa, junto al periódico aparecieron otras dos lechuzas, ambas desconocidas para mí.

—Que lechuzas más bonitas, ¿de quiénes son?—Preguntó Simone, mi compañera de cuarto, admirando a las lechuzas frente a mí. Mientras que una era grande y de un gris tan claro que parecía blanco, la que estaba a su lado era de un tono marrón y un tamaño tan pequeño que daba ternura verla.

—Esta es de Cedric—Contesté señalando a la lechuza gris mientras leía la carta—.Y esta otra es de Fred y George. Por lo visto la acaban de comprar y querían comprobar que fuese capaz de hacer viajes largos.

—Has sido muy valiente haciendo un viaje tan largo con lo chiquitita que eres—Le habló Simone dulcemente a la lechuza—Así que, ¿Cedric y los gemelos Weasley?

—Con Cedric mantengo el contacto desde que se graduó y de vez en cuando nos mandamos cartas y los gemelos, bueno, me llevo bien con ellos.

—Ya. Ron y Ginny son sus hermanos y no veo que la lechuza tenga cartas para ellos.

— ¿Y por qué tanta curiosidad? Sólo es una carta—Sus insinuaciones empezaban a avergonzarme.

—Quizás no sea tan lista como un Ravenclaw pero desde aquí se ve que en la carta solo hay una firma. Si te la han enviado ambos gemelos, ¿por qué solo firma uno?

—Quizás esté teniendo más contacto con uno de ellos—Medio expliqué sonrojándome.

— ¿En serio? ¿Con cuál? ¿Cuánto tiempo lleváis hablando? ¿Por qué no me contestas?—La rapidez al hablar y la emoción hicieron que con cada pregunta alzase más la voz, logrando que muchos alumnos girasen la vista hacia nosotras, entre ellos, el Trío de oro, Draco y Theo.

— ¿Has visto la hora que es? No sé tú, pero yo me voy ya que no quiero llegar tarde a clase.

Con rapidez recogí mis cosas, levantándome y marchándome dejando a Simone con la palabra en la boca e intentando ocultar el sonrojo que se iba extendiendo por mi rostro. A mis espaldas sentí varias miradas, una era claramente de Simone, la otra, en cambio, no supe de quien era pues fui incapaz de darme la vuelta para comprobarlo.

Viviendo en el mundo de Harry PotterWhere stories live. Discover now