Recuerdos perdidos

1.2K 157 45
                                    

Después de dormirme en aquella cama, desperté en lo que parecía la enfermería de un castillo. Al instante supe que se trataba de Hogwarts, lo que no sabía era quienes eran las personas que rodeaban mi cama. Fijándome en cada uno, el llamativo color rojo en el pelo de algunos me llamó la atención.

Cada uno de ellos parecía conocerme a la perfección, a tal punto que tenía la sensación de pertenecer a su familia. Lo entendí todo cuando me explicaron que, debido a que mis padres estaban lejos, ellos me habían abierto sus puertas con todo el cariño del mundo.

Todos se presentaron, momento en el que supe sus nombres. Molly, Arthur, Fred, George, Ginny y Ron, que junto a otros tres hermanos que no estaban presentes conformaban la familia Weasley. Por otro lado estaban Hermione, Harry, Sirius y Remus que a pesar de no pertenecer a la familia Weasley eran muy cercanos a ellos y, por lo visto, a mí.

Tras darme una breve explicación de quiénes eran y de lo que había sido mi vida en los últimos años, se despidieron deseando que me recuperase. Junto a mí se quedaron Sirius y Remus, quienes pidieron hablar a solas conmigo.

Me contaron lo que me había pasado. Por lo visto, unos Mortífagos habían atacado Hogsmeade, donde había ido con algunos amigos, sufriendo el ataque. Al parecer, sabía información que podía ser decisiva para el resultado de una guerra que en algún momento estallaría.

—A ver, esperad un momento. ¿Cómo se supone que voy a saber cosas que todavía no han pasado? Eso es imposible.

A mi parecer yo solo era una simple estudiante de Hogwarts que había estado en el lugar equivocado en el momento equivocado.

—Sabemos que puede sonar como una completa locura. A nosotros también nos lo pareció en su momento pero eres mucho más importante de lo que crees.

Con las palabras de Remus, ambos me explicaron lo que sabían sobre mi. Para no atosigarme con demasiada información nueva, pues madame Pomfrey les había exigido que tuviesen delicadeza conmigo, se centraron en las partes que eran más importantes y que me ayudaban a entender lo que ocurría.

—Entonces—hablé cuando terminaron su explicación—,aparecí en Hogwarts, lugar en el que no se puede usar la aparición, sin explicación alguna. De donde sea que vengo, existe información detallada sobre lo que va a pasar en los próximos años, la cual me sé casi por completo. Y si encima eso no es lo suficientemente loco, la mayoría de las personas más cercanas a mí no tienen ni idea de todo esto. Mirad, no sé a qué os dedicáis, pero seguro que serías unos escritores de ficción maravillosos.

—Stella, madame Pomfrey descubrió rastros de magia negra en tu cuerpo. Sabes lo que ese tipo de magia puede llegar a hacer así que, dime, ¿qué clase de persona capaz de usarla lo hace contra una estudiante y con el único objetivo de que pierda la memoria?

Remus me hizo reflexionar. No tenía sentido que me atacasen personalmente y sin ningún motivo pero tenía menos sentido aún que yo viniese de otra dimensión, época o lo que fuera y apareciese oportunamente en Hogwarts.

—Vale, supongamos que os creo. ¿Por qué no recuerdo nada sobre mi vida y, en cambio, recuerdo Hogsmeade, Hogwarts y todo lo que he aprendido aquí?

—Tenemos la hipótesis—Contestó Remus—, de que sólo estaban interesados en borrar los recuerdos que traten sobre Voldemort y sus planes.

—En realidad, hay otra opción—Habló Sirius, quien se había mantenido en silencio los últimos minutos—. Es posible que quisieran obtener tus recuerdos para usarlos a su favor. Sin el consentimiento de la persona es imposible obtener nada, al menos de la forma legal. Por otra parte, las maldiciones, aunque están prohibidas y son peligrosas, usadas correctamente pueden resultar bastante efectivas.

—Y el mínimo fallo puede suponer que no funcione o que tenga efectos muy distintos a los esperados—Continuó Remus pensativo siguiendo la idea de Sirius.

—¿Eso qué significa? ¿Qué ellos no tienen mis recuerdos pero yo tampoco? ¿Acaso nunca podré recuperarlos?

—No se preocupe por eso, señorita Bloom.

Otra voz sonó desde la puerta. El hombre anciano, al que reconocí como Dumbledore por las explicaciones de los Weasley, se acercó a mi cama quedándose a los pies de esta.

—Usted es el profesor Dumbledore, ¿verdad?

—Veo que le han hablado de mí. ¿Cómo se encuentra?

—Bien, gracias. ¿De verdad tenía tanta información en mi poder?

—En algún momento la tuvo, sí, pero hace tiempo que todo ello se fue.

Sus palabras me dejaron extrañada, no sabía a qué se estaba refiriendo. Por el contrario, Sirius y Remus parecían entenderlo por completo.

—Stella, mucho antes del ataque empezaste a perder la memoria. Al principio nos contabas las lagunas que estabas teniendo hasta que poco a poco dejaste de hacerlo y empezaste a hablar solo con Dumbledore. Aun sin saberlo, intuíamos cual iba a ser el resultado final y parece que no nos equivocábamos.

—Entonces supongo que no debo preocuparme porque los Mortífagos los tengan pero eso también quiere decir que vosotros tampoco sabréis nada.

—De eso nos encargamos en su debido momento y toda la información permanece a buen recaudo bajo mi poder. Eso no significa que debamos bajar la guardia, un plan fallido puede enfurecer a cualquiera y Voldemort no es la excepción por lo que debemos ser aún más precavidos a partir de ahora—Explicó Dumbledore.

Por la puerta entró un chico rubio, recibiendo nuestras miradas. A pesar de eso, su rostro se mantuvo inexpresivo y su mirada se dirigió completamente a mí.

—¿Saben? Llevo tiempo queriendo probar un chocolate muggle que guardo en mi despacho y creo que es un buen momento para hacerlo. ¿Desean acompañarme?

—Pues ahora que lo dices Albus, creo que a mi también me están dando ganas de probarlo, ¿qué dices Remus?

Con una sonrisa, Sirius echó su brazo sobre los hombros de Remus, acompañando ambos a Dumbledore. Al pasar al lado del chico, Sirius apoyó su mano sobre su hombro, dándole un ligero apretón que fue recibido con una pequeña sonrisa la cual había sido casi imperceptible por lo pequeña que había sido.

Cuando nos quedamos a solas, se instaló un silencio a nuestro alrededor. Lo único que se escuchaba era el ligero movimiento de madame Pomfrey en el pequeño despacho que tenía dentro de la enfermería.

—¿Tú eres...?—Pregunté al ver que no estaba dispuesto a hablar.

—Parece que es verdad lo que dicen. Una forma un poco exagerada de buscar ser el centro de atención, ¿no?

—¿Perdona?—Sus palabras y su sonrisa sarcástica me sorprendieron—Supongo que mucha confianza debes tenerme para decir algo así. Eso, o eres un idiota sin empatía que no sabe cuando callarse.

—Habrás perdido la memoria pero sigues teniendo el mismo mal genio de siempre.

—Si vas a ser tan simpático—Dije con sarcasmo—, al menos podrías decirme quien eres.

—No. Cuando me recuerdes lo sabrás.

Al ver mi cara de incredulidad soltó una corta risa y sin decir nada más ni darme tiempo para contestar salió de la enfermería.

El resto del día me quedé pensativa. El chico, con su forma de hablar y su manera de irse me había dejado con la sensación de haber visto ese comportamiento en varias ocasiones anteriores, aunque no conseguía recordar nada sobre ello.

Viviendo en el mundo de Harry PotterDonde viven las historias. Descúbrelo ahora