Capítulo 29

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I

El monstruo dio un paso al frente y el suelo volvió a temblar. Las criaturas que estaban cerca torcieron sus cuerpos para girarse hacia lo que no podían realmente ver. De algunas de ellas salió un chillido que fue opacado por un fuerte golpe del murciélago, quien aplastó a un par más de esas cosas. El olor del ácido en contacto con su carne me revolvió el estómago.

—Tenemos que correr —susurró Hazel, quien ahora tenía un corte en el rostro sangrante.

—Si lo hacemos nos verá —advertí.

Di el primer paso, pero sus grandes orejas me detectaron, por lo que volví a quedarme quieto. Con la niebla densa se le dificultaba vernos y teníamos que aprovechar eso, siempre teniendo cuidado de no emitir ruidos.

—Podríamos esperar a que se vaya —murmuró Vera—, o crear una distracción.

Hazel llevó su brazo sano hacia atrás y luego lo impulsó con fuerza. El tubo voló lejos y cayó a varios metros más allá con un fuerte repiqueteo. El monstruo rugió y nosotros aprovechamos el estruendo de sus pasos para echar a correr. Mi tobillo se sentía más estable, pero no sabía por cuanto podría seguir con ese ritmo. Sin embargo, necesitábamos poner la mayor distancia entre eso y nosotros.

Doblamos por una de las calles y nos metimos entre un par de casas a recuperar el aire. Ninguno estaba en un buen estado físico, además de que no podíamos cansarnos demasiado o el siguiente monstruo que apareciera por sorpresa nos mataría.

Me asomé por el muro de concreto que hacía de uno de los límites del callejón y esperé. Los ruidos comenzaban a acercarse hacia donde estábamos nosotros y volví a esconder la cabeza, esperando que pasara de largo y no tuviera alguna capacidad sobrehumana para detectarnos. Hazel y Vera se abrazaron, mientras yo apretaba los dientes y cerraba los ojos, expectante. Sólo me atreví a abrirlos cuando se detuvo a un lado de nosotros, emitiendo un gruñido escalofriante. Por suerte, era más grande que las casas que nos cubrían y pasamos desapercibidos. No tardó mucho más antes de seguir por la calle y ponerse a correr cuando algo llamó su atención.

Las chicas se veían bien, más allá del miedo reflejado en sus rostros. La adrenalina bombeaba por todos nosotros y eso podía esconder algo, por lo que me agaché y revisé que tanto mi pie como el resto de mi cuerpo estuvieran bien. Hazel se preocupó por Vera y luego se quedó mirándome hasta que le confirmé que estaba todo bien. Ahí nos dejamos todos caer con un suspiro.

—Eso estuvo cerca —murmuró Hazel.

—Ni que lo digas —reí yo, dejando ir la tensión de mi cuerpo. Las dos se unieron a mí y comenzamos a reír como desquiciados en ese oscuro y húmedo callejón, sin importar si un monstruo podía oírnos. No recordaba la última vez que lo había hecho, pero se sentía bien.

Cuando pudimos detenernos, nos quedamos quietos sólo respirando y escuchando la del otro. La niebla se comenzaba a pegar en nuestra ropa y piel, humedeciéndolo todo, pero estábamos disfrutando el momento de haber logrado huir de una cosa como aquella. No habíamos vivido la suerte de esas criaturas más pequeñas y eso era suficiente.

Me levanté y ayudé a las chicas a hacer lo mismo. Sacudí el polvo de mi ropa y me asomé una vez más para ver si algo más se acercaba. Al cumplir con mis expectativas, les indiqué que siguiéramos avanzando y volvimos a la calle principal para seguir con nuestro camino, alejados del enorme monstruo.

Por lo menos estábamos más relajados, pero sabíamos que el camino a seguir era largo hasta llegar a la libertad de aquel infierno. Y a cada paso que dábamos, más temíamos que no existiera.

Las siguientes horas nos preocupamos de avanzar y esquivar a las criaturas peligrosas. A medida que nos alejábamos del centro, más de estas había. Tenían distintas formas, tamaños y elementos peligrosos. Incluso creí atisbar al de las vendas, pero fue tan sólo un segundo y no tuve tiempo de pensarlo, por que tuvimos que entrar a una casa para atravesar por ahí hasta la otra calle, ya que esta estaba bloqueada por una horda de los bípedos.

Sombras en la NieblaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora