Capítulo 7

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I

Hace un rato que había vuelto a amanecer. Para ser sincero, no sabía si sería una buena idea ir a ver como se encontraban ambos, en especial luego del episodio vivido durante la noche. Mis gritos debían de haberles aterrado.

Tampoco era que hubiese podido dormir mucho esa noche, con las heridas abiertas en los nudillos y la transpiración bañando las mantas improvisadas. Había sido un infierno tener que luchar contra mis instintos depredadores. Por esa noche, los tres habíamos sobrevivido.

Me senté en la cama cuando escuché movimiento en el segundo piso, con una pierna flectada y la otra estirada, tomando mi cabeza entre ambas manos.

—¿Blaise? —Una voz tímida me llamó desde el otro lado de la puerta, pero yo no contesté.

Llevé un poco de agua a mi boca para aliviar lo seca que se había puesto mi garganta, con los ojos cerrados y una migraña en crecimiento. No tenía ganas de verlos. De pronto, un muy mal humor se había asentado sobre mis hombros.

—¿Estás despierto? —Sonaba vacilante, llena de un sentimiento que no lograba descifrar. ¿Terror? ¿Ansiedad? ¿Tristeza? No lo sabía y eso sólo afectaba más mi humor—. ¿Puedo pasar?

Finalmente, me decidí a dejarle entrar. Vi como Hazel pasaba, con su cabello amarrado en una coleta y costras seguían pegadas a su piel. Parecía recuperarse en extremo rápido, pero continuaba con señales recientes de lo pasado la noche anterior.

Jugaba nerviosa con sus manos y balanceaba su peso de un lado a otro, notablemente insegura. No tenía ganas de escuchar lo que fuese a decirme, pero tampoco tenía otra opción; mientras ellos me dieran un techo y sustento, no podía quejarme.

Tenía que salir lo antes posible de ese lugar.

—Gracias, por lo de ayer —murmuró, luego de unos minutos de silencio que parecieron hacer el lugar más espeso—. Ya nos hemos acostumbrado un poco a los episodios, pero de todos modos tu ayuda lo hizo más fácil.

—¿Qué fue eso? —No pregunté cómo estaban, tampoco dije nada de lo que realmente había sucedido, simplemente dejé que mis pensamientos se materializaran en preguntas hoscas.

Me senté al borde de la cama, dejando que mis pies entraran en contacto con la fría superficie del piso. Ella no pudo evitar mirar mis manos llenas de sangre seca y mi pecho cubierto por transpiración, cosa que la distrajo por unos segundos antes de que pudiera contestarme.

—Theo te explicó sobre el castigo —señaló, desviando la mirada al suelo junto a ella.

—Necesito que me digas todo lo que sabes sobre este lugar.

Hazel asintió con lentitud, antes de apoyarse contra la pared, con las manos oculta tras su espalda. No había levantado su mirada a mí en ningún momento, sin dejar de ver la madera del suelo.

Con voz mecánica y monótona, procedió a contarme sobre cómo habían llegado a ese lugar. No recordaba con quiénes había estado o quién les había guiado, pero no habían llegado solos. Sencillamente, me explicó, había salido del pueblo con la promesa de un lugar diferente, algo que se acomodaba a sus necesidades que la gente de ese pequeño lugar ya no podía cumplir.

Habían sido engañados.

Los primeros días les había costado adaptarse a su entorno, pero intentaban mantenerse juntos. No duró mucho tiempo, ya que comenzaron los miedos y la ira, esparciéndose como un virus letal entre todos los miembros del grupo. Huyeron unos de otros, se ocultaron en el esqueleto de lo que parecía un pueblo fantasma, buscando cobijo y alimentos para subsistir.

Sombras en la NieblaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora