Capítulo 14

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I

—Prométeme que no le dejarás verte —suplicó, intentando frenar mi avance.

Era Maya, la chica por la que había entrado en todo ese infierno. Sentía la necesidad fisiológica de verla y el monstruo nunca había estado tan despierto como hasta ese minuto.

Vera jaló de mi brazo, provocando que me tuviera que detener para no tirar de ella como una muñeca de trapo. No sé lo que vio en mí cuando me giré a mirarla, pero se encogió en su sitio y apartó la mirada hacia la criatura que estaba incluso más cerca.

—Sólo escucha, ¿sí? —volvió a suplicar, enredadnos sus brazos en el mío—. Si aun así no te convenzo, entonces te dejaré marchar.

Ella quería tenerme a su lado incluso cuando me tenía miedo, al igual que todo el resto cuando se enteraba de la verdad que escondía bajo una careta. Decepción, eso sentí cuando la vi temblar.

—Vale —me limité a responder, dejando que corriera hacia la casa.

La seguí un poco más atrás, intentando utilizar todo lo que había aprendido tras años de acosar a la chica que ahora gritaba el nombre de Vera. Me deslicé entre las hojas y el barro hasta que llegué a la casa. Vera me miró por sobre el hombro y se aseguró que me mantuviera entre las sombras antes de abrir la puerta.

Ahí estaba Maya, parada frente a la puerta principal. No sentía que hubiera cambiado en nada desde que la había visto por última vez, un año atrás, pero algo en su mirada sí. Las cosas debían de haberla endurecido, vuelto una mujer que tenía que luchar o morir. No me sorprendía, más bien removía algo emocionante dentro de mí. Si yo la cazara, ¿sabría como escapar? ¿Convertiría lo excitante en algo celestial?

—¿Qué es eso sobre que Blaise ha venido a buscarte? —soltó, sin siquiera detenerse a intercambiar un saludo cordial—. Mikael lo ha dicho, ¿acaso lo tienes oculto en la casa?

—¿De qué estás hablando, Maya? —fingió Vera, jamás soltando el pomo de la puerta entre sus sucios dedos—. En todo caso, ¿por qué vendrías hasta aquí para buscarle?

La aludida no dijo nada y lanzó un bufido de molestia. Al cabo de unos segundos, se decidió a responder.

—Eso no contesta mi pregunta.

—Tampoco la mía —contraatacó, apretando los dedos hasta que sus nudillos se pusieron blancos.

Maya lanzó un suspiro pesado y se recargó contra uno de los pilares externos de la casa, mirando con las pestañas caídas a su interlocutora.

—Si aún no le ha afectado el castigo, al igual que a Pax, entonces hay posibilidad de que salgamos de este horrible lugar. Estoy segura de que con la ayuda de ellos dos puedo hacerlo —explicó, repentinamente con una actitud muy cansada.

—Entonces quieres usarlo —se jactó ella—. Tan típico de ti.

—No digas cosas sin sentido. Ambos podemos beneficiarnos de salir de aquí.

—¿Crees que él quiere salir de aquí? —preguntó Vera.

Esa pregunta resonó en el fondo de mi cabeza, provocando un dolor punzante en la parte de atrás. No sabía la respuesta y eso era lo que me inquietaba. ¿Quería salir o quedarme? ¿Cuál era mi libertad?

—¿Acaso tú si sabes eso?

Tenía ganas de salir allí afuera y responder esa pregunta por mi cuenta, pero no sabía la respuesta. Tampoco quería que las cosas explotaran en mi rostro, por lo que me decidí a esperar, paciente entre las sombras, la prueba que Vera me había dicho que escucharía. Pero ¿prueba de qué?

Sombras en la NieblaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora