Capítulo 13

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I

—¿Recuerdas algo antes de este pueblo?

—Todo, ya te lo dije —respondió, enfurruñada.

—Pero no me dijiste cómo fue que decidiste entrar al pueblo esa noche —puntualicé, buscando su mirada tras esas tupidas pestañas.

Vera no dijo nada por unos minutos y pareció que pensaba. Iba a decirle que ya no tenía importancia, cuando abrió la boca para lanzar un largo suspiro.

—La verdad, yo no quería venir, pero Maya lo iba a hacer y siempre era una competencia entre las dos, ¿sabes? Le oí hablar con Jonah sobre venir y yo me uní sin saber bien de que se trataba. Era un buen mentiroso, siempre lo fue incluso cuando se mezclaba con nosotros. Él los trae, nos trajo, como ofrenda, como sacrificio. ¿Para qué? No tengo la menor idea. En un principio pensé que él estaba en el medio de todo esto, pero es sólo una víctima más.

—¿Él? ¿Hablas del con la calavera? —cuestioné, inclinando mi cuerpo hacia el suyo.

Ella asintió con lentitud, antes de levantarse de su asiento. Con pasos vacilantes, se acercó hasta mí y se arrimó en mis piernas, llevando sus muslos a mis caderas y sus brazos hasta mi cuello, envolviéndolo con ellos. Su mirada era intensa y profunda, tanto como el mar en medio de la tormenta. No sabía que pensaba, no sabía por qué hacía lo que hacía y nunca lo pude descifra en el tiempo que pasamos juntos en el infierno.

—Las personas nunca son lo que muestran y aquí ya no pueden ocultarlo —susurró en mi oído, haciéndome cosquillas—. Sin embargo —continuó, alejándose para que pudiera volver a verla al rostro—, ella no tiene un castigo, ella oculta cosas tan profundas que ni este lugar puede hacerlas salir a la luz. O quizás es la única que es quién dice ser.

—¿Maya?

—¿A qué le apostarías tú? ¿A lo primero o a lo segundo?

—¿Quién los trajo aquí, Vera?

Se acercó hasta rozar mi mejilla con sus labios, tomando la otra con los delicados dedos de la mano que no se aferraba a mi camiseta.

—Es mejor actor, incluso que tú —susurró contra mi piel—. ¿Podrás ganarle cuando lo tengas frente a ti? ¿Al príncipe de los engaños?

—No hay mejor que el mentiroso descubriendo al mentiroso —respondí, con seguridad.

—Quizás, pero él ya te lleva muchos pasos de ventaja.

II

La conversación con Vera no había hecho más que acrecentar mis temores y mis dudas. Alguien había estado jugando con las vidas de todo el pueblo, arrastrándolos con mentiras al mismísimo infierno sobre la tierra.

Los días continuaron pasando y me encargué de recuperar mis fuerzas, de volver a moverme como lo hacía antes. En todo ese tiempo, Vera buscaba mi contacto como si fuera algo vital. Se metía bajo mis sabanas para dormir contra mi espalda o se sentaba sobre mí cuando me servía algo para comer. Nunca intentaba llegar más allá de eso, pero estaba tentando a la suerte. El monstruo se había vuelto a despertar y eso parecía ser lo que ella buscaba, tentándolo en maneras que no sólo incluían su sangre.

—No me gusta salir de casa —dijo un día, haciendo trenzas en su largo cabello mientras yo miraba por la ventana de la sala—, pero me gustaría salir a caminar contigo.

Era un día igual de frío que los demás, con esa húmeda neblina envolviéndolo todo. Pero ese lugar seguía siendo diferente, en ese lugar podías efectivamente ver un poco más allá. Allí, había esa paz que comenzaba a gustarme más de lo que debería. ¿Era eso o Vera me hacía sentir así?

Sombras en la NieblaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora