Sombras en la Niebla

Capítulo 30

I

Volvimos a la calle a la mañana siguiente, ahora con Theo a nuestro lado. Hazel había decidido no volver a separarse de él, por lo que llevaba al raquítico niño en su espalda y aferrado a su cuello. Después de las acusaciones dadas por Mikael, no sabía si eso podía ser algo seguro para ella. Tampoco me correspondía andar preocupándome por su bienestar. Una vez que llegáramos al hospital, podría encontrar a alguien más que me ayudara a salir. Depender de las personas me volvería débil en mi objetivo, o por lo menos en uno de mis posibles metas.

Las calles que nos llevarían al hospital estaban tranquilas dentro de todo. Algunas de las esas criaturas rondándonos, pero nada fuera de lo usual. Ni el sujeto con vendas, ni la araña o el murciélago gigante hicieron acto de presencia.

—Gracias por haber cuidado de Hazel —dijo Theo cuando nos detuvimos a descansar frente a una casa destruida. Me quedé unos segundos en silencio, mirando directamente a sus ojos blanquecinos que estaban dirigidos hacia donde él creía yo debía estar. Hazel y Vera se habían alejado para orinar.

—¿Cómo sobreviviste? —pregunté yo en cambio.

—No lo sé, desperté cerca de donde ustedes me encontraron. Pasé mis días ahí, no yendo muy lejos a buscar comida y agua para no perderme —dijo con la voz baja, desviando su rostro hacia sus piernas que había cruzado.

Había algo que no me estaba contando. Sonaba muy tranquilo dentro de todo, para alguien que había tenido que sobrevivir días solo y sin uno de sus principales sentidos en lo que respectaba a aquel lugar. Además, ¿no había estado a punto de morir? ¿No debería mostrarse de otro modo? Quizás yo estaba siendo algo paranoico y dejando que las palabras de Mikael me afectaran de algún modo. Sin embargo, no creía que ese hombre pudiera controlar a tanta gente si no había algo de verdad en sus palabras. Además, nadie podía sobrevivir a un ataque como ese, sin importar que ese pueblo no tuviera sentido alguno.

Guardamos silencio y esperamos a que las chicas volvieran a donde nos encontrábamos. Reían bajo por algo y disimularon cuando mis ojos se encontraron con los de ellas. Me levanté ignorando aquel gesto y caminé para que se vieran obligado a tener que seguirme. No debíamos estar lejos del hospital.

Mi repentino mal humor acalló los intentos de conversaciones entre mis tres acompañantes. Vera volvió a ser aquella chica débil y sumisa y se apresuró a seguirme el paso, a lo que Hazel lanzó un bufido molesto y alargó sus zancadas con el niño en su espalda. El ambiente más cómodo que antes había entre nosotros se opacó por completo con mi violento cambio de humor. Sabía que se debía a los pensamientos erráticos que invadían mi mente. Tenía que controlarlos.

Calles, casas y un par de pequeños edificios nos recibieron en nuestro andar. Las calles estaban cada vez más vacías y silenciosas, lo que me decía que estábamos a punto de llegar a nuestro objetivo. Incluso la capa pesada de mal humor se estaba levantando y las chicas volvieron a charlar alegremente de banalidades entre susurros cautos. Estábamos demasiado cerca del hospital y de los hombres de Mikael. No importaba que los alrededores fueran relativamente seguros para los humanos, no lo eran para nosotros.

No pasaron muchos minutos más antes de que, a lo lejos, se vislumbrara la silueta del hospital. Desde ese ángulo, se veía más grande e imponente de lo que se había visto la primera vez. No era que hubiese tenido mucho tiempo para fijarme, pero de todos modos era algo que llamaba mi atención. Por la calle por la que íbamos, estábamos por enfrentarnos a la entrada trasera, lo que era ideal si queríamos entrar sin que Mikael lo supiera. Pero tampoco esperaba que no hubiera aunque sea un guardia mirando por la ventanilla de la salida de emergencia.

Vera se detuvo de golpe y nos arrastró hasta uno de los callejones que discurrían entre las casas. Allí, miró con el ceño fruncido hacia la entrada y luego se giró por completo hacia nosotros.