Capítulo 1

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I

19 de diciembre, 2017.

El sol brillaba con baja intensidad ese día. El viento jugaba entre las hojas, produciendo un sonido relajante e hipnótico. Estaba sentado en el porche disfrutando de la tarde, esperando que la tranquilidad fuera rota por alguien o algo. Nunca tenía más de un par de minutos al día de esto. Si lo lograba era algo muy extraño.

Lancé un suspiro y me recosté contra el respaldo de la mecedora, justo a tiempo para ver a Pax pasar tras la cerca destartalada de madera que limitaba el terreno de mi casa de una de las calles secundarias del pueblo.

Pax era el típico chico de pueblo pequeño con sueños muy grandes; escapar del tedio de la rutina y los rostros conocidos para ir a una universidad conocida en una gran ciudad y estudiar una carrera para luego llevar una ostentosa vida.

Un insecto pasó zumbando cerca de mi oído y lo espanté con un ademán de mi mano, al mismo tiempo que él se sentaba en la escalera y se recostaba contra uno de los pilares que sostenía el techo.

—¿Supiste la última? —dijo, estirando los brazos al techo con un gruñido.

—No.

—Se celebrará en un par de días más una pequeña ceremonia para conmemorar la desaparición de todas esas personas. —Realizó una mueca y me miró de reojo, midiendo mi reacción.

No sabía por qué lo hacía. Con Pax era de las pocas personas que podía mostrar mi verdadera naturaleza de completa indiferencia hacia el sufrimiento humano o cualquier otra emoción. Falta de empatía me habían dicho. Con el pasar de los años había aprendido a ser un actor estrella en cuanto aparentar ser un humano normal, pero estas pequeñas instancias con mis más cercanos, como Pax o mi familia, me permitían estar en un estado de completa libertad. Eso si no incluimos que tenía que mantener a raya mis verdaderos demonios.

Gajes del oficio.

No dije nada, simplemente asentí y dejé caer mi cabeza hacia atrás con un pequeño ruido que intentaba ser un asentimiento, pero no daba para nada realmente. Dudé si me había escuchado, pero no estaba interesado tampoco en que siguiera intentando meter algún tema de conversación.

—Deberíamos ir, todo el pueblo irá —murmuró, un tanto adormilado.

Fruncí el ceño y lo observé. Iba en serio, completamente en serio.

La desaparición del año pasado, había sido la más grande desde que el pueblo tenía memoria. Los bosques que estaban en la parte de atrás, al otro lado de la entrada principal, eran muy peligrosos, especialmente con la niebla que solía cubrirlo la mayor parte del año, sino este entero. Si alguien entraba en él, no solía volver a aparecer nunca. Tampoco era que la gente tuviera un interés en entrar para perderse también. A veces, hay que dejar ir cosas.

—Los papás de Maya irán —dijo, cauteloso.

En seguida me puse en un estado de alerta. Si había estado jugando a buscar una reacción en mí, lo había conseguido. Sin embargo, no quería que lo viera.

Maya había sido la chica que había coronado mis sueños durante mucho tiempo. Sueños donde yo jugaba con ella noches y noches enteras, llenas de su sangre y sensaciones inexplicables. En la mesa de una morgue, en el patio de mi casa, en la sala de clases; todos buenos escenarios para dejar salir mis demonios. Y había desaparecido hace casi un año atrás, junto con toda esa gente. Con ella, se habían ido mis tentaciones, mis deseos más ocultos. Supongo que eso también incluyó una gran parte de mí. Nunca sabré si tuvo un mejor destino que estando tan cerca. Soy una bomba de relojería después de todo, o eso suele decir mi padre.

Sombras en la NieblaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora