Capítulo 10

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I

Mikael, como todo hombre, quería algo en particular; tener a la mujer que sabía sobre todo en el pueblo. Teniendo a alguien como ella en su poder, entonces lo tendría todo en un infierno como aquel. No era algo muy difícil de suponer y lo había rectificado al darle la vaga idea de que sabía dónde podría encontrarse, pero solo con ayuda de Hazel. Esta última no estaba muy de acuerdo en estar a mi lado en esta extraña misión, pero tampoco quería quedarse más tiempo del necesario en ese hospital.

Pax no podía ir con nosotros, no siendo una buena forma —según la mentalidad de Mikael— para mantenerme a raya. Para suerte mía, no sabían lo de mi madre. Tampoco era que supiera cómo actuar si me ponían entre la vida de alguno de ellos o la mía, pero prefería no tener que pasar por ello. Aunque tenía una idea de lo que podría ser.

Nos habían prestado ropa más cómoda y una pequeña escolta de tres hombres bien armados. Por una parte, sabía que era para las criaturas que rondaban en la niebla, pero también para que nosotros no pudiéramos hacer nada para huir. Mikael no dejaba nada pasar.

—Ya saben —rugió uno de los hombres, el cual tenía un enorme machete y una espesa barba rojiza cubriendo su rostro curtido por el tiempo—, si intentan algo raro, los matamos.

—Y las personas prefieren morir por el pueblo que por nosotros —añadió un segundo tipo, el cual era más delgado, pero tenía una pistola metida bajo el brazo.

Hazel los observó con una clara mueca de asco y comenzó a avanzar por la calle, hacia el lado contrario por donde habíamos llegado y Theo había muerto. Era notorio que no quería ver ni a lo lejos el lugar donde la sangre del niño debía estar impregnada en el asfalto y no la culpaba por ello, pero dos de los tres hombres parecía que querían meterse un poco con ella.

—Le hiciste un favor a este mundo al acabar con esa cosa —susurró el de cabello rojo, dándome una palmada en la espalda que fue más fuerte de lo normal.

Quería decirle que yo no lo había matado, que estaba equivocado, pero era inútil. Ellos querían hacer sentir mal a Hazel y seguirles el juego sólo conseguiría que lo lograran.

—Ojalá haya sufrido el malparido. —Suprimí una sonrisa socarrona al pensar que todo lo que decía el primero lo secundaba el segundo, mientras el tercero se mantenía a una buena distancia con un potente rifle de caza entre sus brazos y una mueca que no daba paso a ningún tipo de conversación—. Dicen que esa cosa humanoide lo atrapó.

—También dicen que calladito te vez más bonito —atajó Hazel, con los puños apretados levemente ocultos por las mangas de la chaqueta negra que usaba— o que yo también soy una especie de demonio. Si sigues hablando, estoy segura de que lo averiguaras.

En un movimiento muy ágil para alguien de ese tamaño, tomó a la chica por el cuello y la alzó un par de centímetros, pegando su rostro mucho al de ella. Yo me quedé estático, observando con interés la reacción primitiva de un hombre que se sentía con el poder para someter a otros y tenía la necesidad de demostrarlo.

—Jorge, suéltala —ordenó el tercer hombre, quedándose igual de quieto que yo.

—Debería romperte los dientes o cortarte la lengua, no los necesitas después de todo. —Una enorme sonrisa sádica se formó en sus labios mientras acercaba peligrosamente su machete a la boca de Hazel—. Sólo necesitamos tus dos piernas para que nos guíes hacia la mujer.

El cañón del tercero no demoró mucho en estar contra la cabeza del que se llamaba Jorge. El frío metal impacto contra su nuca y lo obligó a soltar a la chica, la cual cayó al suelo con un gemido de dolor y leves toses para calmar su garganta.

Sombras en la NieblaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora