Capítulo 6

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I

Mi autocontrol era lo único que acallaba a la bestia que rugía en mi interior, dispuesta a unirse al festín improvisado con los utensilios que estaban sobre las encimeras.

Tantas formas de experimentar, tantas herramientas para utilizar... pero sabía que la criatura que estaba frente a mí, ladeando la cabeza en mi dirección, era un peor depredador de lo que yo jamás sería. No tenía oportunidad contra ella, no podía luchar contra algo que ni entendía que era.

Los colmillos, asomados entre las telas desgarradas, no eran lo único filudo en su boca; cada uno de sus dientes tenía su propio filo, el cual brillaba con la escaza luz que entraba al lugar, cuando impactaba contra la fresca sangre que goteaba de sus labios.

Retrocedí un paso, tomando con fuerza el fierro entre mis manos. Si se decidía a avanzar hacia mí, entonces tendría como defenderme. No iba a morir tan fácilmente, no sin antes descubrir lo que ocurría en ese pueblo maldito.

Miré de reojo la puerta trasera y corrí hacia ella, sin dejar un segundo más pasar. No debía darle oportunidad a ese monstruo de atacarme, tenía que ser más inteligente y más rápido.

No esperó ni dos segundos antes de abalanzarse contra mí. Logré correr más rápido, escuchando el impacto contra la mesa de metal a mi espalda. Abrí la puerta y la cerré con fuerza, dejando el atizador para bloquearla en caso de que quisiera perseguirme.

Estaba en un callejón y no lo pensé ni dos veces antes de seguir corriendo hasta la calle, sintiendo la mochila rebotar en mi espalda. Corrí hasta llegar al callejón donde Hazel y Theo se ocultaban, esperando a que volviera. Una vez que la chica me vio correr hacia ellos, tomó la mano del niño con fuerza y los tres nos perdimos en el laberinto de calles y callejones, camino a la enorme casa.

Entramos bloqueando la puerta tras de nosotros, justo antes de escuchar un chillido que provocó que una sonrisa torcida apareciera por una fracción de segundo en mi rostro.

—Te dije que no vamos a ese lugar —gruñó Hazel, abrazando a Theo con fuerza—. Si nos alcanzaba, estábamos muertos, ¿lo entiendes? ¡Muertos! —Sentía la ira en cada una de sus palabras, mientras la piel arrugada de su rostro se contraía en una mueca de rabia e impotencia—. Tienes que comenzar a escucharme desde ahora si quieres sobrevivir. Llevo dos putos e infernales años en este lugar, conozco casi todos los trucos que tiene escondidos bajo la manga.

—Pero tenemos comida —argumentó Theo, separándose del pecho de la chica—. Tenemos suficiente como para pasar días sin tener que ir a buscar más, ¿no es eso algo que lo hace justificable?

—Prefiero que pasemos hambre que ver como mueres comido por esa cosa —respondió Hazel, soltándolo para subir las escaleras dando zapatazos.

Theo giró el rostro en mi dirección, dando un par de pasos hasta alcanzarme. Con sus manos tomó mi chaqueta y me hizo bajar hasta su altura.

—Gracias —susurró, dándome un abrazo que me puso incómodo. Luego, como impulsado por algo, comenzó a subir las escaleras con rapidez, seguramente a buscar a la pelirroja.

Yo me quedé allí, parado frente a la puerta con la mochila llena de comida en una mano, intentando recapitular las sensaciones que me habían invadido al ver esa escena. Nunca había visto algo como aquello, más que en sueños y en la computadora. Ahora que lo había vivido, en carne y hueso, no podía evitar querer volver y terminar lo que la criatura había comenzado.

El temblor en mis manos no era por miedo, el sudor que me recorría tampoco.

II

Sombras en la NieblaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora