Chapter fourty five: Eternia.

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Las palabras del mayor hicieron eco en su mente. Sí, quería que su castigo acabara de una vez, el no poder terminar lo estaba enloqueciendo en demasía. No aguantaba más, se sentía pesado, todo en su interior dolía horrores. No supo cómo reaccionar cuando llegó el día. No tuvo el tiempo suficiente para preparase, o al menos según él.

~ Buenos días, cachorro. Espero que
estés listo para hoy. Recordá prepararte
bien, ¿sí? Luego me mandás una foto para
saber que me has obedecido. Sé bueno
para mí.

~ Buenos días, Señor. Prometo ser bueno.

~ Así me gusta.

Lo odiaba. Demasiado. No sabía cómo actuar en este momento. Por fin su castigo llegaba a su fin, pero ésto era ridículo. ¿Podía soportarlo? Debía. Y quería. Sabía que, si no aguantaba, podía decir la palabra de seguridad.

Suspiró pesado. Gateó en la cama, se colocó sobre su costado, lubricó un dedo llevándolo a su centro. Respiró hondo mientras lo hundía. Su falo estaba reaccionando ante la estimulción. Hurgó en su interior, jadeando al tocar su punto dulce. Lloriqueó. Era demasiado. Se dejó llevar por el placer, adentrando con fuerza la falange uniendo otro. Los movió, con el placer consumiéndolo por completo. Maldijo. Su Señor no estaba presente. Gimió su nombre, deseando que sea él quien jugaba con su cuerpo. Lloriqueó más cuando cambió sus dedos por el plug.

Cuando estuvo por completo en su interior, gimió contra la almohada, humedeciendola con sus lágrimas. Se movió hasta ponerse cómodo, sollozando. Trató de mentalizarse, pensando en las tareas del día. Respiró hondo, tomó las llaves y salió. Hasta ahora todo iba bien. Era extraño, sí. Podía soportarlo. En sus oídos Trivium le distraía de todo a su alrededor.

Al bajar del autobús, miró al cielo; las nubes grises lo inundaban por completo. Torció los labios, no tenía paraguas y esperaba que no lloviese. Apresuró el paso. Mala idea. Gruñó por lo bajo, saludando a la recepcionista. En el elevador se encontró con compañeros de trabajo, dándole los buenos días.

~ Sigo esperando la foto, pequeño.
A menos que no hayas hecho caso y
quieras alargar tu castigo.

Mierda. Se olvidó.

~ No, Señor, he obedecido. Recién entro
al laburo. Se la mando ahora mismo.

Dejó el maletín en su silla, encendió la computadora y prácticamente huyó al cuarto de baño. Miró varias veces el lugar para asegurarse que estuviese solo, sacó su teléfono y mandó la foto. Su rostro se enrojeció en cuestión de segundos. Se llevo las manos al rostro, rogándole a su ser calmarse un poco.

~ Hermosa foto, pequeño. Aunque eres un poco
osado, mandándome cosas así mientras estás
en el trabajo. No sabés lo mucho que me gustaría
estar ahí y pobrar ese dulce sabor tuyo, cachorro.

Benjamín soltó un jadeo al leer esas últimas palabras. Pudo sentir la respiración de Dante en su cuello, su lengua húmeda lamiendo su piel, y sus manos jugando con su cuerpo. Cerró los ojos y salió.

Al sentarse, sintió el objeto moverse. Maldita sea, ¿sería así todo el día? Con el paso de los minutos, el recuerdo de Dante se hacía más presente, y su cuerpo empezaba a reaccionar ante el estímulo mental y físico. Necesitaba borrar la imagen de su Señor lo antes posible, no podría disimular mucho más. En ese momento, no sabía si sacarse el plug o salir corriendo a sus brazos y rogar por la salvación. Bufó. Se tiró hacia el escritorio, tapando su rostro, jadeando.

- ¿Estás bien? -una voz lo desconcertó.

-Sí -tartamudeó.- Estoy bien.

- ¿Seguro?

Entre CadenasWhere stories live. Discover now