Chapter 1: Bad habit.

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Recordar ese último mensaje hizo que mi mal humor creciera exponencialmente. Y más aún sabiendo que en unos minutos tenía que verlo en la oficina, sentado a mi lado. Fruncí el ceño, pero no tenía otra opción que aguantar su presencia en el trabajo. No quería. 

Ya en la parada del transporte, me dispuse a escuchar música. Estaba en mi mundo, pensando en las tareas que tenía que realizar ese día: debía entregar el informe del contrato a José, llamar a otro cliente, llenar formularios de denuncias y demás. Dedicaba mis minutos en ver a la gente caminar desde dentro del autobus, algunos corrían, otros caminaban con total pereza.  

Me bajé en mi respectiva parada, caminé dos cuadras, y lo vi llegar. Se bajó del auto, se quitó los lentes de sol, se recogió el cabello y se encaminaba a la puerta cuando lo detuve.

- ¿Me devuelves la cigarrera? - exclamé de mal humor extendiendo mi mano.

- Buenos días, Molina -dijo sonriendo-. Luego.

- ¡Dante! -grité- ¡Dante!

- No seas pesado -se giró lanzando una mirada llena de odio-. Te la regreso en el break.

El enojo seguía consumiéndome. Durante el tiempo laboral hasta la hora del descanso, lo ignoré totalmente, y él hizo lo mismo. Debo admitir que cada tanto miraba disimuladamente su escritorio. Su rostro serio, sus manos tecleando, su porte... todo me ponía nervioso. Revisaba mi reloj inquieto deseando irme a la cafetería. Necesitaba una giganteza taza de esa bebida caliente. El tiempo me engañó de eterno, los minutos se disfrazaban de horas, y las horas de siglos. Noté que se levantó llevando una carpeta cuya etiqueta no alcancé a leer. Lo seguí con la mirada, como esperando que me invitase a donde fuese. Volvió a los pocos minutos, estampó el archivo contra el escritorio provocando un susto a los de alrededor seguido de miradas completas de intriga. No quitó la vista de su monitor. Su expresión corporal emanaba ansiedad y furia, una parte de mí quiso acercarse y preguntar qué ocurría, y otra me decía que no. 11:45 am: hora del descanso. Antes que pudiese levantarme, Dante me dejó un papel: "te espero en la terraza."  Otra vez los nervios. Otra vez el sentimiento de inseguridad.

Llegué al lugar indicado. Lo vi apoyado sobre el barandal de la misma, mirando a la nada. Estábamos los dos solos. Me acerqué lentamente, temiendo ser regañado. Se dio vuelta. Esos ojos verdes se clavaron en lo más profundo de mi alma, ese gesto generó algo en mí. No pude hacer contacto visual. Quería, pero no podía. Sentí que él no dejaba de clavar sus penetrantes ojos en mí.

- Ya te dije que no muerdo, Molina -dijo suavemente-.

- ¿Me devuelves mi cigarrera, por favor? -intenté ocultar mi mal humor y nerviosismo.

- Ven y búscala. 

Eso sonó amenazante. Rodé mis ojos, su actitud arrogante ya me sacaba de quicio. Me acerqué. Él se limitó a alzar una ceja, sonreír landino y extender su brazo. El brillo del objeto se hacía más opaco a medida que llegaba a el. Estiré mi brazo intentado no aproximarme a Dante. En menos de un segundo, yo estaba lo suficientemente pegado a él: me tomó del brazo y me llevó a su lado. Mis ojos y mis labios se abrieron en total asombro. Advertí sus labios cerca de mi oído. Su respiración apenas rozando mi piel provocó un espasmo. Huir. Necesitaba huir, pero mi cuerpo no respondía. Eternos segundos en donde se escuchaba sólo mi tenue, casi imperceptible balbuceo. 

- A pesar que tus cigarros huelan deliciosamente a chocolate, deberías dejarlo. 

- Creo que ese no es tu problema, Dan...

- Molina -me interrumpió-, ¿no sabes tomar un puto consejo?

Me alejé. Golpeó suavemente mi frente con el objeto metálico. Mis ojos sólo podían verlo a los suyos. Mis labios temblaron. Tomé la cigarrera, la abrí, percatándome que estaba vacía. Lo miré.

Entre CadenasWhere stories live. Discover now