Chapter twenty nine: Gula.

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Dos semanas. En las cuales tenían encuentros furtivos en las escaleras o en la terraza. Besos sugerentes y caricias prometedoras. Días completos llenos de miradas deseosas. Horas buscándose con la mirada. Minutos eternos, esperando al otro dar el próximo paso. La paranoia se hacía más grande. Siempre se fijaban si alguien más se encontraba presente antes de devorarse mutuamente. Se estaba volviendo una costumbre. Una maldita, apasible e ilícita costumbre. No paraban de sonreírse al cruzarse en los pasillos. Dante encontró la forma de ocultar los celos cuando sus compañeras le lanzaban miraditas, o le tocaban, no tan discretamente, las manos al entregar archivos.

- Y dime, Benjamín -una de ellas, después de tomar la carpeta, le sonrió-. ¿Estás saliendo con alguien?

- Sí.. sí -tartamudeó nervioso a ver el gesto de ella-.

- Déjenlo en paz -senteció-. Señoritas, él está saliendo con Da...

- Daniela -lo interrumpió-. Se llama Daniela. Disculpen, voy a seguir mi trabajo.

El mayor lo siguió por detrás, para acorralarlo contra una puerta.

- Sos un imbécil, Dante -su voz sonaba seria.

- ¿Por...?

- ¡Porque estuviste a punto de delatarnos! Te dije que quería mantener esto en secreto hasta estar lo suficientemente listo. Pero veo que te importa una mierda. No es algo que todo el mundo tenga que saber. Ya suficiente tuve con mi familia. Así que para con ésto.

- No iba a decir mi nombre, Molina. No soy tan estúpido.

- Me chupa un huevo, Dante. Todavía no estoy listo. Punto.

Se soltó del agarre, dándole la espalda inmediatamente. Su corazón latía con rapidez, su respiración se aceleró. El miedo, la ansiedad y el pánico se apoderaron de él al escucharlo. Su pecho ardía. No quería verlo. Al menos hasta terminado el horario laboral. Lo evitaría a toda costa. Agradeció no tenerlo cerca, o ya le hubiera propinado un puñetazo. Sí, puede ser que Dante no se nombrase, pero ya era demasiado. Se sintió frustrado. La necesidad de nicotina aumentó y para el peor de sus males, todavía faltaban unas horas para el descanso. Recordó que él todavía tenía su tabaco, gruñó internamente. Ahora tendría que ingeníarsela para recuperarla. Tal vez la ocultó en su casa. Pero ¿dónde? Claramente no la dejaría a la vista, ¿o sí? Listo, ya tenía la excusa perfecta para cuando lo encuentre deambulando, sólo diría que está obversando bien la casa, es todo. No, Dante no se tragaría semejante burrada. ¿Y si se la pedía amablemente? Quizá así se la regrese. Su niño interno hizo un puchero. No debía hacerlo enojar. Se la pediría amablemente, quizá con voz suave y sin mirarlo directo a los ojos. Sí, eso debía funcionar. Sólamente tendría que esperar el momento adecuado. Todo saldría mal si su voz sale un poco más dura o su lenguaje corporal se notaba tenso. ¿Y cómo no estarlo, si básicamente con estar al lado se sentía pequeño e indefenso? Era como un cachorrito bajo la lluvia, esperando una mano salvadora. Se mordió el labio. Por fin el reloj marcó la hora, salió corriendo. Subió los escalones hasta el cuarto piso, con ansias de encontrárselo en el camino. Recuperó el aliento al llegar a destino, apoyando las manos sobre las rodillas. Esos meses sin ir al gym se hacían notar, regresaría pronto. Le vio abrir la puerta, tan serio como siempre. Rápidamente se puso derecho, y los nervios atacaron sin piedad cuando unos ojos verdes, lo miraron fijo. En el instante en que se acercó unos pocos pasos, sintió su cuerpo tensarse, un escalofrío recorrió su espalda. Llegó la hora de su muerte. Lo siguió en silencio hasta la terraza, con la cabeza gacha, el corazón latiendo tan fuerte como le era posible y con la ansiedad consumiéndolo por completo.

- No te daré los cigarros, Molina -dijo serio, apartando la vista para sentarse.

- ¿Cómo... cómo sabías...? -preguntó confuso.

Entre CadenasWhere stories live. Discover now