Chaper twenty eight: Ira.

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El moreno se despierta. Lo primero que siente es la respiración de su amante marcada por el suave sube y baja de su pecho. Sonrió. El dolor de espalda hizo acto de presencia. ¿Cuántas veces lo habían hecho la noche anterior? Había perdido la cuenta. Ambos se retiraron del evento con las venas convertidas en ríos de lava. Soltó un quejido al moverse, lo que alertó al otro.

- ¿Estás bien? -preguntó aún adormilado-.

- Me duele un poco la espalda. Creo que ayer fuiste un poquito duro.

- Yo te lo advertí. Y no me hiciste caso.

- Lo disfruté mucho. Ahora, si me disculpas, necesito ir al baño -se levanta, dejándolo solo, mirándolo-. ¿Qué vas a querer para desayunar?

- A vos -antes de darse cuenta, lo regresó a la cama, abrazándolo, sintiendo todavía el perfume en su piel-. Quiero desayunarte a vos.

- Más tarde. Deja a mi cuerpo descansar un poco. Me lo merezco después de todo.

- Está bien -lo suelta y se tapa el rostro-. En un rato me levanto y desayuno con vos.

- Te espero en la cocina, entonces.

Entró al baño y lo primero que hizo fue verse en el espejo. ¡Santa madre del amor más hermoso! Sus ojeras demostraban lo poco que había dormido. Y además lo genial de esos encuentros sexuales. Vamos, en serio ¿cuántos fueron? Lavó su rostro, odiándose por no poder mantener el equilibrio. Al salir, no lo vio en la cama. Preguntose a dónde habrá ido, si su ropa aún se encontraba en el piso. Recorrió la alcoba, y soltó un grito al ser alzado por la cintura, lo tomó por sorpresa desde atrás. Rió nervioso, mientras vociferaba ser bajado. Cuando al fin sus pies tocaron el piso, se dio media vuelta, siendo recibido con un beso cálido.

- Creo que me estoy mal acostumbrando a despertarme junto a vos.

- Yo prefiero no acostumbrarme nunca. Es lindo despertar y sentirte ahí.

- Qué romántico resultaste ser, Molina.

- ¿Qué? Sonó muy cursi, ¿no? Cada tanto me sale lo idiota.

- Idiota y todo, me atraes igual.

- ¿Acaso me dijiste idiota?

- Vos te llamaste así en un primer lugar.

- Pues a ver si ahora te gusta que tengas un poco menos de café en tu desayuno, señor Leone.

- ¿Vas a ser cruel conmigo?

- Sí. Ahora suéltame así lo preparo. Déjame vestirme.

- No. Iremos así a la cocina.

-Dante, tengo frío.

Lo soltó sin antes darle otro beso. Le miró mientras cubría su marcado cuerpo con las prendas de ropa.

- Espera, ponte esto -le entrega un jogging-. Para que estés más cómodo.

Creía que los pantalones le irían mal, pero se sorprendió al darse cuenta que casi eran de su talle, era apenas un poco más grandes. Sí, estaba más cómodo. Se sintió... sexy. Se puso las zapatillas y salió del cuarto, con Dante siguiéndolo por detrás. Pudo sentir la mirada comiéndolo por completo. Al llegar a la cocina, se quedó en el marco de la puerta, llevando las manos a la cintura.

- ¿Acaso te gusta lo que ves?

- Sí -acercose, tomándolo nuevamente, dejándolo sobre la mesada de la cocina-. De hecho sí. Me gusta mucho.

Se abrió paso entre sus piernas, lo rodeó con sus brazos antes de besarlo. El ósculo fue tranquilo, casi perezoso. Benjamín se dejaba llevar por las maravillosas sensaciones producidas por el contacto. Deseó tanto permanecer así. Se comunicaban en silencio, a través de sonrisas y miradas. El desayuno transcurrió con susurros, con caricias, con ligeros roces de labios entre café, jugo de naranja exprimido y tostadas con manteca. Al terminar, se dirigieron a la sala, en donde Dante encendió la consola, pasándole un joystick al moreno. Éste último lo recibió intrigado. Cuando vio aparecer el nombre del juego, negó con la cabeza.

Entre CadenasWhere stories live. Discover now