Chapter twenty: Beg for it

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Le miró asombrado. Las palabras se le incrustaron en su mente y resonaban constantemente. La respiración agitada, los labios y los ojos entreabiertos del moreno, haberlo escuchado gemir de esa forma fue su perdición. Y para colmo, le había pedido algo que se acueste con él, con su voz quebrada, casi en un susurro... ¿Podría contenerse? No. Había soñado con esto desde hace meses. Había deseado con toda su alma llevarlo a la cama. Y ahora era la oportunidad perfecta. Le buscó con la mirada, esperando una respuesta, una explicación. El menor, le dijo, aún sin pronunciar palabra alguna, que estaba totalmente seguro de lo dicho. Se levantó para estar acercarse a él y besarlo. El mayor reaccionó tomándolo por la nuca, mordiendo la lengua intrusa ni bien se adentró en su boca. No cabía en sí ante la pronta idea de ser quien lo tome, de ser aquel que le haga gemir su nombre, de ser aquel a quien le confiese la más profunda de sus fantasías. Disfrutaba esos besos como si fuesen los últimos por compartirse. Era un beso de dos amantes que se reencuentran después de siglos, sin poder verse, sentirse, tocarse, de saborear cada centímetro de sus pieles. Benjamín se separó un instante para invitarlo a la cama junto a él. Aceptó la invitación. Volvieron a besarse, ahora de forma primitiva, demostrándose mutuamente el deseo carnal creciente en sus interiores. El menor, sin cortar el contacto, lo recostó sobre la mullida cama, para acto seguido sentarse a horcajadas sobre sus caderas. Dante lo empujó hacia atrás, admirando el cuerpo marcado de su amante, desnudo, enrojecido, pidiendo por favor que siga. Tomó su trasero, dando un fuerte apretón, la reacción ante esto fue un jadeo quebrado. El mayor no podría contenerse más, y menos teniéndolo así: sobre él, desnudo y tan osado como para mover sus caderas, provocando que su erección creciera exponencialmente haste el punto de hacerle doler. Sus miradas se concentraban en la otra, llena de lujuria total.

- ¿Estás seguro de esto? -preguntó.

- Si no estuviese seguro -dijo en su susurro, cerca de su oído, provocándole un escalofrío- no haría algo como esto, ¿no?

Lamió el lóbulo de su oreja antes de propinarle un suave mordisco en ella. Gimió lascivamente su nombre, e hizo presión con sus caderas hacia las suyas, pensado así desesperarlo.

Fue la gota que rebalsó el vaso. Lo tomó de la cintura para girarlo, y dejarlo debajo de su cuerpo. Luego, sin piedad, atacó su cuello, mordiendo y lamiendo la zona con la intención de dejar alguna, o varias, marcas. Escuchar tan de cerca su respiración agitarse lo volvía loco. Bajó por sus clavículas, mientras que sus manos se enredaban en las hebras morenas de su cabello. Depositando suaves besos sobre el pecho, fue bajando paulatinamente hasta llegar a su entrepierna. Rodeó la base del falo con la lengua, sin tocarlo directamente. Notó cómo se desesperaba por que realmente le lamiera ahí. Benjamín sentía que estaba a punto de explotar. Un espasmo le dio de lleno cuando por fin sintió la cálida lengua recorrerlo por completo, hasta llegar a la punta y ser introducido en la cavidad tibia. Un largo jadeó se escapó de lo más profundo de su ser al advertir la punta de la nariz de su compañero enterrarse en la base, rozando la piel. Dante gruñó, y la vibración hizo que el otro lanzara otro jadeo, mucho más sonoro. Sintió las manos de su amante ser enterradas entre su larga cabellera rubia, la cual se esparcía hacia un lado, haciendo leves cosquillas en su pierna. Le saboreaba como si de un caramelo se tratase, e intentaría llevarlo nuevamente al borde del orgasmo, para nuevamente impedir la salida de aquel líquido blanquecino. Supo que estaba cerca cuando vio su espalda arquearse demasiado, por lo que decidió salir. Se hizo a un lado. No lo miró. Él, jadeante, lo siguió con la mirada, con ganas de volver a sentir la calidez de su lengua rodeándolo por completo. No logró ver lo que sacó de uno de los muebles hasta que se giró.

- Ven aquí -ordenó con voz ronca-. Ahora. Coloca tus muñecas juntas. Avísame por favor si te duele o te incomoda.

Comienza a atar sus manos con una cuerda negra. Benjamín las veía pasar de un lado a otro, rozando la piel de sus muñecas, y en cómo su compañero se concentraba en no ajustarlas de más. Todo ocurría en cámara lenta, sentía la cuerda abrazar su piel, el contacto de las manos de Dante, el calor que éstas proporcionaban. No podía quitar la vista de las cuerdas, aprisionándolo. Se sintió libre. Sintió placer. Sintió algo nuevo, algo exitante, algo... simplemente perfecto. Terminó el nudo, y con el restante, lo guió hasta la cama. Hizo otra atadura, una más simple, en uno de los pilares. Lo obligó a sentarse, haciendo que sus manos quedaran por encima de su cabeza. Una mirada seria le atravesó el alma. Se puso a su nivel, acarició su mejilla izquierda y guió la otra a su entrepierna. Se estaba volviendo loco. No había terminado aún, estaba a punto de explotar si seguía así. Gruñó cerrando los ojos, llevando la cabeza hacia atrás. Cuando la volvió para mirar a su amante, éste dejó de tocarlo para levantarse e ir al diván. Veía a través de sus párpados entrecerrados a un hombre sentado a la distancia. Apretó los labios.

Entre CadenasWhere stories live. Discover now