Chapter twenty one: Guilty pleasure

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La alarma lo despertó. Estirando su brazo, alcanzó la misma y la apagó. Dejó caer la extremidad por el borde de la cama, sin ganas de nada. Lo primero que se dibujó en mente fue el mensaje de Dante. Estaban saliendo oficialmente. Recordando el fin de semana, con lujo de detalles, en especial el saber que era correspondido, le hizo feliz. Sonreía. Se preparó el desayuno, mientras esperaba el hervor del agua, preparaba su maletín. El café volvió a saberle tan bien como antes. Ahora que Dante estaba de regreso, sintió alivio. Ahora se preguntaba ¿cómo haría para disimular la felicidad? No sólo era demasiado evidente, además, ¿cómo explicaría un cambio tan brusco en cómo se reflejaba su yo interno? Pensó en mil maneras de ocultarlo, ninguna le convenció del todo. El ascensor abrió sus puertas, era raro que ese día fuese el único en tomarlo. Todavía era temprano, su vecino sacaba a dar un pequeño paseo a su mascota. Los cuatro primeros pisos iba en soledad en la caja metálica. En el quinto se subió una mujer mayor, quien lo saludó con un grato gesto. Salió del edificio de departamentos, respirando hondo, dirigiéndose a la parada del colectivo con música sonando en sus oídos. Todo iba bien, hasta que, a dos cuadras, los nervios le invadieron con brusquedad. Tendría que hacer de cuenta que nada pasó, que nunca se encontró con Dante, que nunca supo de él, que nunca lo besó, que nunca se enredaron contra el otro mientras llegaban al mayor de los climax. Se lo podría ocultar a todos en la oficina, pero no a Carolina. Se mordió los labios al entrar al edificio, saludó a las personas con las que compartía el ascensor y fue hacia la oficina. Uno de sus compañeros ya estaba ahí, y pronto llegarían los demás. Pero no él. Tristeza. Se sintió vacío de nuevo. No lo vería en la oficina hasta dentro de dos meses. Claro, si es que vuelve. Se sentó en la silla, miró fijo al monitor, pensando en la nada. Giró hacia el escritorio sin dueño, mordió sus labios con la soledad emanada del lugar. Ahora que lo había visto de nuevo, se dio cuenta de la presencia que dejaba su ser. Sí, la oficina era distinta sin él. No veía la hora de girar hacia la izquierda y verlo ahí. No veía la hora de tenerlo cerca. Un momento. ¿Cómo hará para aguantar las ganas de besarlo? Nadie sabe que pudo contactarse con él. Nadie sabe que lo volvió a ver. Y, por sobre todo, nadie sabe que están saliendo. A su amiga no podría ocultárselo por demasiado tiempo, tarde o temprano ella lo sabría. Ella se enteraría de una forma u otra, y eso le atormentaba. No podía mantener el secreto. En algún momento tendría que decírselo. Simplemente buscaría el momento ideal para hacerlo.

Logró sobrevivir al tormento que su mente le obligaba a tener hasta el momento del break. Fue a la terraza como todos los días, sentándose en la mesa de siempre. Se preguntaba por qué eran pocos, en realidad casi nadie, iba ahí. El patio interno también era precioso, con los árboles proporcionando sombra y las rosas aromatizando el lugar. Por más que éste también diese a la calle, la terraza le daba otro ambiente. Quizá era que podía ver la Cañada, con sus ríos crecientes debido a las lluvias, el cual se llevaba las hojas de la arbolada abrazándola la principio a fin. Encendió un cigarrillo, lanzando el humo de la primera pitada, saboreando el gusto a menta. Su compañera se acercó con dos tazas de bebidas humeantes de café. Hacía demasiado calor para tomar algo así, pero de todos modos agradeció el gesto de ella. Depositó las tazas, y lo miró fijo. Una mirada seria y sin emociones. Él intentó sonreír, mas la neutralidad de su rostro le hizo sentir miedo. Desesperación. Estuvo a punto de hablar, de largar todo, posiblemente arrepintiéndose hacerlo.

- Necesito dormir tres años, por favor.

El alma le regresó al cuerpo. Suspiró aliviado. Por un momento se sintió acorralado entre la espada y la pared.

- No te ves para nada bien, Caro.

- Anoche dormí tres horas, buscando los papeles para hoy. Hasta que me di cuenta que los había dejado acá. No me voy a despertar ni con todo el café del mundo.

Entre CadenasWhere stories live. Discover now