Chapter twelve: Monthless

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OCTUBRE.

Miércoles.

Sus compañeros lo recibieron con abrazos, tranquilizados al saber que no fue nada grave. Se ofrecieron a ayudarlo si necesitaba algo, y él repetía una y otra vez que ya se encontraba bien, que se tomará las cosas con calma, y si se siente mal, lo dirá.

En su escritorio, unas cuantas golosinas junto a una nota rezando "¡Bienvenido!" le alegró el día. Era bueno saber que tenía compañeros tan generosos hacia él. Pero sin embargo, algo le hacía sentir... raro. Sin darle importancia, se dedicó a realizar las tareas archivadas, el ambiente en la oficina era el mismo, con los ya tan rutinarios sonidos de los teléfonos sonando, los faxes tragando hojas y el bullicio de todos.

A pesar de todavía encontrarse un tanto cansado, estaba entusiasmado por volver al trabajo.

Una hora.

Dos horas.

Dante todavía no llegaba. ¿Habrá pasado algo? Recordó que anteriormente le había dicho que estaría llegando tarde. De todos modos se preocupó. Volvió a sus actividades, esperando con ansias el receso para poder hablar con Carolina de lo que sucedió ese día. Seguro tenía miles de preguntas, ya la conocía, también le haría preguntas un tanto... incómodas.

Cuatro horas.

No vino. Miró el escritorio vacío. Tentose en mandarle un mensaje, pero quizá haya causado muchas molestias el otro día. A lo sumo se lo mandará más tarde, capaz esté ocupado con otras cosas... ¿no?

Jueves.

De nuevo, el escritorio vacío. ¿Estará enfermo? Se sentiría culpable si así fuese.

Viernes.

Vacío. Lo miraba con intriga.

- Caro, ¿sabes algo de Dante? Hace días que no viene.

- Mmmh -respondió ella-. No, la verdad no.

- Qué raro...

- Quizá está enfermo.

Lunes.

~ Dante, ¿estás bien? No te he visto en
la oficina estos días. ¿Se encuentra
todo en orden?
-Mensaje enviado. 14:33 pm-

Martes.

Miércoles.

Jueves.

Viernes.

Lunes.

- Caro, ¿Segura que no sabes nada? No contesta mis mensajes.

- No, Benja. Es más, nadie sabe algo de él.

- Estoy algo preocupado.

Los días seguían su camino, y Dante seguía sin dar señales de vida.

Él veía todos los días rutinariamente el escritorio vacío.

En su celular miles de mensajes sin enviarse.

En su pecho preocupación.

Pero no podía hacer nada, ¿no?

Se sentía estúpido, mordiéndose los labios pensando en él.

No podía hacer nada al respecto, salvo esperar.

¿Cuánto tiempo pasaría antes que perdiera la cordura?

Distraído.

Con el cuerpo en el trabajo y la mente en Saturno.

¿Por qué cada día era una tortura?

¿Por qué era un tormento ver ese espacio vacío?

Simplemente estaba esperando algo que quizá jamás llegaría.

¿O sí?

Mejor tarde que nunca, ¿no?

Se estaba condenando.

A algo más allá de su poder.

A algo que no podía controlar, inundándole cada célula, cada rincón de su ser.

Cada parte de su mente.

Y su cuerpo.







Entre CadenasWhere stories live. Discover now