Chapter eight: Cigarettes and Licuor

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Dante pasó esos tres días encerrado en su casa, entre tantos libros, cafés y largas duchas. Aún así, la ansiedad de no saber qué sucedería con el proyecto lo estaba volviendo lo suficientemente loco para hacerlo querer mandar todo a la mierda. Hasta se planteó ahogar los nervios en alcohol, en especial ese whiskey añejado de 18 años escondido detrás de la mini colección de libros de Historia. Era un muy mal escondite, ya que la tapa negra apenas sobresalía de aquellas páginas semi amarillas, pero hasta ahora nadie había sido capaz de encontrar la botella ni tampoco sabían que ya casi no contenía aquel líquido color miel. Incluso él varias veces se había olvidado del continente de vidrio que ya comenzaba a juntar algo de polvo. Recordó el motivo por el cual había decidió esconderlo allí, y le dolió el corazón. La escena se le clavó tan fuerte en la mente que se contrajo en un alarido, seguido por un llanto. Miró fijamente el estante lleno de libros de todos tamaños e historias varias, y se centró varios segundos en los que intentaban ocultarle la botella. Se acercó a ellos y comenzó a sacarlos uno a uno, hasta que los cinco libros, de tapa de cuero negra algo desgastada y letras doradas, estuviesen desparramados por la alfombra de la habitación. Miró con furia el vidrio que contenía la bebida, la sacó y con un movimiento brusco, quitó la tapa y le dio un largo trago. Pudo sentir cómo le quemaba la garganta, la última vez que bebió whiskey fue hace alrededor de cinco años, o quizá más. Todavía quedaba algo de líquido amarillento, se dejó caer en el suelo y acabó con lo que quedaba. Lanzó la botella vacía hacia atrás, oyendo cómo se rompía. De todos modos, el Jack Daniels no era precisamente su favorito. Por alguna razón, no se sentía tan para la mierda como pensó, le había agarrado cierto odio al whiskey después de lo que pasó, y todavía se preguntaba por qué carajos no se deshizo del frasco en cuanto pudo. Dándose media vuelta sobre sí mismo, vio los trozos de cristal esparcidos y el cuello del recipiente lo miraba directamente. Por la gran ventana los rayos del sol entraba iluminando el piso de madera, y los cristales esparcían más alla de éste la poca luz con tintes anaranjados. Uno de ellos le dio de lleno en los ojos, haciendo que los cerrara y a la vez disfrutara de algo tan sencillo como eso. Estiró sus brazos al frente, lanzó un sonoro bostezo, sintiéndose demasiado cansado. Definitivamente eran tal el agotamiento mental que tenía en ese momento que lo único que le llamaba la atención era las sábanas blancas de su cama. Cuando se levantó para dirigirse a la habitación, fijó los ojos en la puerta de caoba; buscó la llave de dicha alcoba, la abrió y la recorrió con la mirada. Vio las paredes de ladrillo visto, y la gran cama en el centro de la misma. Se relamió los labios al pensar que, en cualquier momento, él y Benjamín estarían compartiendo la misma cama durante varias noches seguidas. La boca se le hizo agua al imaginarlo desnudo, atado... y retorciéndose de placer. Casi nadie se había ganado la confianza suficiente para poder entrar allí, pero Dante quería, deseaba y se juró que el moreno conocería primero esa habitación antes que su propia cama. Y los que tuvieron la oportunidad, huyeron despavoridos, como si hubiesen visto al mismísimo diablo. Rió al recordar las caras de algunos de sus compañeros, por lo cual decidió bautizar a esa recámara como "Infierno". Volvió a cerrar la puerta con llave sin antes dar un último vistazo a la habitación. Luego, se fue directo a su cama, que lo invitaba a dormir sobre las suaves sábanas blancas recién compradas. De nuevo, se relamió los labios al concebir la idea de ellas manchándose de Benjamín. No lo podía evitar, deseaba al muchacho de una forma brutal. Le atraía demasiado, y se moría de ganas de probarlo de pies a cabeza. Pero una persona, que el consideraba no sólo su rival, se lo impedía. Y de nuevo los celos, no entendía por qué tenía tantos celos de una mujer; siempre los había sentido por otros hombres. Pensó que debería, o por lo menos intentarlo, darse la oportunidad de conocerla, a pesar que quería gritarle en su puta cara que Benjamín era de él y darle tremendo beso. Quizá conocerla haría que su decisión de hacerse a un lado fuese más llevadera, y más rápido. Y mientras más rápido, mejor.

Entre CadenasWhere stories live. Discover now