Chapter 2: Warmth

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Pasaron unos dos o tres meses desde que Dante empezó a trabajar aquí. En este corto período de tiempo he descubierto que es una persona que realmente disfruta su trabajo y hace todo lo posible para mejorar y ayudar a sus compañeros cuando lo necesitan. Me sorprende que en tan poco tiempo su actitud haya cambiado tanto, bueno, conmigo sigue siendo un tanto arrogante y distante. La verdad me acostumbré a que sea así... Creo.

En uno de los recesos, como siempre fui a la terraza. Llevaba mi vaso de café en la mano, esperando la soledad de aquel lugar de forma rutinaria. Abrí la puerta que separaba las escaleras de la vista que regalaba, dejé la bebida en una de las mesas más próximas, revisando que tuviese el celular y los cigarrillos conmigo. Levanté la vista para percatarme que no estaba solo, él se encontraba sentado en una silla, dando la espalda a la puerta. Pude notar que sus piernas estaban cruzadas, sus brazos colgaban de los costados, con su cabeza apoyada en el respaldar y su cabello rubio suelto se mecía a merced del viento. No supe si decir algo o retirarme. Me quedé mudo en mi lugar, hipnotizado por el cabello de Dante, sin saber por qué. Después de unos largos segundos, él se dio vuelta, notando mi presencia rompiendo así el poco silencio que conquistaba el espacio.

- Perdón -dije con la cabeza gacha-, no sabía que estabas aquí.

- No tienes por qué disculparte, Molina -continuó él-, cuántas veces te he dicho que no me tengas miedo, no muerdo.

- Lo sé -tartamudeé, alcancé una silla a su lugar, me senté y saqué la cigarrera. Prendí el cigarrillo tomando la primera pitada con ojos cerrados, costumbre que no puedo deshacer.- Si te molesta dímelo y me voy.

- No me molesta que la gente fume, Molina -dijo en voz calmada-. Cada uno es libre de hacer lo que quiera.

Lo miré en silencio. No podía quitar mi vista de sus rostro. Su presencia es realmente inquietante, ya que estar con él es una mezlca entre querer que el tiempo se detenga y a la vez desear huir. En este momento, deseaba que el tiempo se detenga. Continué con mi cigarro en silencio, sentado a su lado; él no se movía, sus ojos estaban cerrados y los míos pasaron de verlo a mirar la nada misma. Al terminar de fumar, deposité los restos en el cenicero más cercano, volví a dar un trago a mi café y me dirigí a la puerta. Dante en ningún momento se inmutó de todo lo que hice, como si yo no me encontrase ahí. Avisándole que el break estaba por terminar en cinco minutos, me fui de nuevo a mi escritorio a seguir con las tareas asignadas para mí ese día.

Al entrar en la oficina, llené mi botella de agua y me dirigí a mi escritorio. Pegado en el monitor había una nota cuyas letras negras rezaban "No me molesta que la gente fume, pero si me siento algo incómodo al sentir la mezcla de tabaco y chocolate que tiene el cuello de tu traje..." . La letra era de mi compañero. No lo podía creer. Esas  palabras me hicieron sentir raro. Sabía que me estaba dando un consejo, no lo hacía con malas intenciones, pero por alguna razón, esa nota me dolió. Un dolor parecido al de una madre al regañarte. Miré el pequeño pedazo de papel por no sé cuánto tiempo. Lo dejé en el cajón de mi escritorio con la esperanza de olvidarme de el, que con el se fuese mi malestar, pero no fue así; lo retiré de su escondite y lo dejé al lado del monitor. 

Al terminar el descanso él regresa, con el cabello recogido y su rostro totalmente serio. Se sentó en su lugar, comenzó a leer un archivo, y dándose cuenta que lo estaba mirando, me lanzó una mirada llena de curiosidad. Giré bruscamente mi cabeza, rogando que mi rostro deje de estar rojo como un tomate. Noté que se levantaba con dicha carpeta, se acercó a mí y me la entregó. No dijo más nada, simplemente lo dejó siguiendo con lo suyo. Tomé el documento y comienzo a leerlo, eran simples formularios de seguros, pólizas, siniestros y demás documentos rutinarios de un contrato del servicio ofrecido. Mi mente quedó en blanco, ladeé mi cabeza, sin entender el por qué de su acción. Lo miré de reojo, notando sus codos clavados en el escritorio, sus dedos entrelazados ocultaban sus labios y su mirada fija en el monitor, para luego teclear durante un rato. Dos segundo después, en mi pantalla apareció un mensaje: "Por si no te diste cuenta, por que veo que no viste por completo la carpeta, mañana tenemos una cita. Pasaré por tí a las 9:30. Por favor dime si falta algo más". Inmediatamente, tomé desesperadamente el documento, hojeándolo. Al ver la última hoja, mi rostro se puso pálido; tenía una reunión con un cliente y luego una con el gerente de la empresa. Por poco no me dejo caer al suelo. Revolví mi cajones impaciente buscando algo sin saber el qué. Mierda. Mierda. Mierda. Me olvidé por completo de eso. Mierda. No recuerdo si quisiera acordé en dónde iba a ser la entrevista. Mierda, ¿qué carajos hago ahora?. Llevé mis manos a mi cabeza y tiré de mis cabellos enojado conmigo mismo.

Entre CadenasWhere stories live. Discover now