Chapter twenty two: Love is a bitch

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Siete días. Una semana había sido arrancada en el calendario, y su entrenamiento seguía. Podríamos decir que soportaba un poco más los azotes, el estar de pie o apoyado contra la mesa con las piernas separadas con una barra rígida y sus brazos atados en su espalda. Hasta ahora era lo mismo, pasaba por él a la hora de salida, almorzaban en su casa y luego iban directo a la habitación. A esa habitación. En dónde todo ocurría, en dónde el placer y el dolor se mezclaban y los llevaban al cielo. Todavía no habían vuelto a tener relaciones, y Benjamín no sabía cuánto más podría aguantar. Sí, el tacto, los besos, los golpes, las mini sesiones en dónde estaba a su total merced eran la gloria, pero quería más. Quería ser devorado por Dante como si fuese la primera y última vez que lo hiciera. Le encantaba la idea de ser la presa a punto de morir en las fauces de la bestia. La imagen de Dante siendo un poco más agresivo se le plantó en la mente como viles espinas, definitivamente le pediría algo así cuando todo esto termine. Se le hacía agua la boca verlo vestido de traje durante el entrenamiento, mientras él estaba completamente desnudo. Vulnerable. Y con su miembro rebotando rogando atención, otra cosa además de simples caricias que lo desesperaban al punto de hacerlo llorar rogando por más. Sabía que Dante adoraba verlo rogar, y no se quedaba atrás con su voz entre cortada, casi en un suspiro. El rubio le había dicho que hoy tenía algo para él, que lo sabría cuando llegaran al dungeon. Benjamín estaba ansioso, sí. Hasta ahora había podido ocultar bastante bien que se veía con Dante, y sonreía landido al pensar en el pequeño y plancentero secreto. Pese a esto, se sentía mal al saber que se lo ocultaba a su mejor amiga. Tarde o temprano tendría que decírselo, ¿no? Le diría no sólo que ha vuelto a saber de él, si no además que están saliendo... oficialmente. El fin de semana pasado fueron a tomar unas cuantas cervezas, disfrutando de la fresca brisa veraniega. Todos los días esperaba ansioso, gritando internamente, por la llegada de él, con su presencia tan dominante, dejándolo estúpido con sólo verlo. Una parte de él quería presumirlo, hacerle saber a todas esas mujeres que se lo comían con la mirada que era suyo y de nadie más.

Subió al auto, saludándolo con un acalorado beso. Dante salió del estacionamiento tan rápido como pudo, no podía esperar a llegar para mostrarle el nuevo instrumento comprado hace sólo minutos. Imaginó la escena, y no pudo evitar gruñir, lo cual captó la atención del otro. Éste último no dijo nada, sólo se limitó a sonrojarse. Cuando el mayor hacía eso, le provocaba un escalofrió y su miembro saltaba, su cuerpo empezaba a arder como si de un río de fuego se tratase. Ni bien se bajaron del vehículo, Dante lo tomó de las manos, llevándolo a la cocina, para tener un almuerzo ligero pero llenador. Terminando, le dio un beso fogoso, lleno de lujuria, le tomó por la cadera atrayéndolo más, profundizando el pecado capital creciente en ellos. Sus cuerpos ardían, jadeantes se separaron, se dirigen a la habitación y Dante abre la puerta dejando que su amante pase primero. Hecho esto, el mayor cierra la abertura, se apoya en ella y le mira serio. Benjamín se había despojado de las prendas de ropa que cubrían su torso, sus zapatos y se colocó en medio de la habitación en la posición aprendida. Clavó la mirada en el suelo, esperando las órdenes en silencio. Ésto a Dante le provocaba de más, se estaba volviendo tan obediente y aprendía tan rápido que no veía la hora de volver a enterrarse en él.

- Desnúdate y siéntate en los pies de la cama -ordenó.

Acató la orden, sin verlo directo a los ojos. El mayor, vestido de traje, se acerca a uno de los muebles, saca una bolsa de madera, sonríe para sus adentros y se la entrega.

- Toma -le dice con un tono de voz dulce, tranquilo, intentando no mostrar cómo estaba por dentro-. Ésto es para tí.

- ¿Para qué es, Señor?

- Sólo abre la bolsa, Molina.

Benjamín se muerde los labios, mete la mano dentro de ella y se topa con algo frío. No logra adivinar qué es, así que lo saca.

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