Chapter twenty three: Let it burn

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Dos semanas más fueron arrancadas del calendario. Esas dos semanas le fueron fáciles para ocultar sus encuentros con Dante, el irse a su casa después del trabajo para almorzar y luego... el placer. Gracias al trabajo, las reuniones, las juntas con clientes y los jefes fueron ideales para concentrarse en eso y no en el placer mutuo.

Carolina estaba en la puerta del edificio hablando con otra compañera, haciéndole compañía mientas la venían a buscar. Ella tendría que esperar un poco más, ya que después iría a almorzar con sus padres. En un momento, cuando levanta la mirada, ve salir un vehículo negro del estacionamiento. Raro. Se le hizo conocido, pero no sabía de dónde. Agudizó la vista, tratando de adivinar quién era el conductor.

- ¿Ese no es... ¡Benjamín!? -se dijo a sí misma.

No. Seguro vio mal. Su compañero volvía a casa en bus. Pero ahora que lo piensa, desde hace un tiempo que siempre se queda un rato más en la oficina, con la excusa de adelantar trabajo o algo olvidado. Y no le veía salir por la puerta principal. Pensó en eso durante el resto del día. ¿Era realmente él, o alguien parecido? Sacudió su cabeza. Se olvidó del asunto ni bien vio el vehículo de su madre acercarse al edificio, la saludó con un cálido beso en la mejilla y partieron. Estaba casi segura de haberse equivocado, pero de todos modos se lo comentaría a su amigo. Al día siguiente lo vio llegar, le esperó en la puerta para entrar juntos. Después del típico saludo, se le miró intrigada. No. No era él la persona del auto negro. Sin embargo, no dejaba de preguntarse, de verle con duda. Ni siquiera intentaba disimularlo, y tarde o temprano se daría cuenta. Como siempre, en la hora del break fueron a la terraza con dos tazas de café, sentándose en la mesa cerca de la barandilla adornada con enredaderas. Silencio incómodo. El joven no sabía el por qué de la actitud de su amiga, desde hace unos días estaba como... rara. Se preguntaba qué podría ser, se sentía algo incómodo ante ella, hasta incluso pensó que se había enterado de él y Dante. No. Nunca le dijo nada, tampoco le dio sospechas, ¿o sí? Como sea, sabía que tarde o temprano debía decírselo, pero mientras tanto, lo mantendría en las sombras. Temía la respuesta de su amiga al decirle que la persona con la que sale es un hombre. Ella lo miró directo a los ojos, como buscando algo. Él bebió su café algo nervioso.

- ¿Cómo van las cosas con Sofía? -preguntó-.

- Ya no estoy con ella, Caro.

Se sorprendió. -¿Por?

- No sé. Creo que no me gustaba tanto.

- Ah, ya veo -sorbió de la taza-. Mmh, el otro día vi salir un auto parecido al de Dante. Y me pregunté por él.

Benjamín se puso pálido. Los vio salir del edificio. Mierda. Mierda. Mierda. Mierda. Balbuceó en silencio, apoyó la taza en la mesa, bajó la vista, y la volvió hacia ella mordiéndose los labios y cerrando los ojos esperando un regaño.

- Caro...

- ¿¡Eran ustedes?! -exclamó-. ¿¡Desde cuando sabes de él?!

- Desde hace casi un mes -susurra-.

- Benjamín Molina, ¿por qué carajos no me lo dijiste antes?

- Escucha, Caro -mira hacia todos lados, asegurándose que nadie aparte de ellos se encontrara allí-. Nadie sabe, ¿de acuerdo? Te lo contaré todo. Pero tienes que prometerme que no se lo dirás a nadie -hizo énfasis en esas dos últimas palabras-.

- No puedo creerlo.

- Podes putearme, está todo bien. Entiendo si estás enojada.

- Es sólo que me sorprende. Es todo. Sí, me enoja que no me hayas contado. Pero si prometes a cambio contarme todo, te lo perdonaré.

Entre CadenasWhere stories live. Discover now