Capítulo XXXV

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Y llegó lo inevitable.

O lo que es lo mismo, el pasado.

En el centro del escenario, una espectacular Ana Guerra empieza a cantar. La canaria, una de las artistas con más recorrido del país, se mueve por la tarima con su característica elegancia, pisando fuerte con sus tacones vertiginosos, mientras proyecta su dulce y sensual voz. Tiene la piel morena y brillante, la cabellera larga y negra, del mismo color que sus ojos. Lleva un minivestido asimétrico, de solo una manga, con lentejuelas de color dorado y que deja a la vista su abdomen plano. Ana encandila el estadio entero, que se rinde a su perfección.

También Luis está encandilado. A su lado, Roi le toca el codo y le susurra algo, pero Luis no reacciona, ni siquiera oye las palabras de su amigo. Está totalmente hipnotizado. No puede dejar de mirar a la que había sido el amor su vida. Ocho años de relación que se tiraron a la basura de un día para otro.

Habían sido muchos meses sin saber absolutamente nada de ella. Se levantó un día, en la misma cama que habían compartido durante tantos años, y se había ido. Y desde entonces, ni una llamada, ni un mensaje... nada. Solo el vacío en su armario y en su lado de la cama.

Y ahora, se la encuentra ahí, sin previo aviso, delante de sus narices, cantando como tantas veces le había cantado a él. Mientras se pierde en su voz, los recuerdos empiezan a inundarle la cabeza. Recuerda cuando la conoció en un evento muy parecido a este, la primera noche que pasaron juntos, las risas y la complicidad en su piso, las tardes de composición juntos, todo lo que ella aguantó cuando él pasaba por su peor momento... y también recuerda el frío que sintió al volver a su piso, después de que ella se fuera, y solo encontrar silencio y oscuridad.

Los recuerdos empiezan a abrumarle. El pasado está golpeando demasiado fuerte. Siente el sudor frío en su espalda y la cabeza dándole vueltas. Todo le da vueltas.

Por un momento, tiene la sensación de que Ana, desde el escenario, le está mirando a él, que le canta a él. Ve como sus ojos negros están clavados en los suyos mientras canta las últimas líneas de la canción y tras un corto silencio, sonríe. Le sonríe.

El estadio estalla a aplausos, totalmente emocionado por la actuación y por la invitada sorpresa, y los presentadores cierran la gala.

Se ha acabado.

Luis se levanta automáticamente y casi se cae, medio mareado. Sin decir nada, ni tan siquiera hacer caso a los gritos de sus amigos, abandona las gradas. Necesita encontrarla.

Y desaparece.

Desde la otra punta del pabellón, detrás del escenario, Aitana lo ha presenciado todo. Las piernas le tiemblan y tiene que apoyarse a la pared para no caerse. María, a su lado, le agarra de la mano. Trata de concentrarse en sus palabras tranquilizadoras, pero no puede dejar de pensar en todo lo que ha visto.

La gala ha sido una auténtica montaña rusa para ella. Primero, con Sabela, felicidad. Estaba tan eufórica de ver triunfar a su compañera de piso que se puso a bailar con María detrás del escenario. Luego, con Miriam, emoción. Las palabras dirigidas a Luis consiguieron tocarle el corazón, tanto que casi se puso a llorar de lo orgullosa que se sentía. Y al final, con Ana, miedo. Mucho miedo. Miedo de despertar a los fantasmas del pasado, de ver derrumbarse su mundo entero y de ver resurgir sus inseguridades.

- Nena... Tenemos que irnos.

Aitana mira a su amiga con una mirada de pánico. Se había quedado tan en shock de ver a la ex novia de Luis que no había caído en que tenía que hacerle la entrevista. Al ser la invitada sorpresa, se había reservado su paso por la alfombra roja, así como el photocall y las entrevistas para después de la gala.

Más Allá de lo Inevitable | AitedaWhere stories live. Discover now