Capítulo VI

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El olor a café recién hecho consigue despertarle. Tras varios estiramientos y mucho esfuerzo, logra levantarse del sofá y dirigirse a la cocina, donde su mejor amigo está preparando el desayuno.

- Buenos días - saluda a Carlos, que le responde con una sonrisa y una taza de café.

- Buenos días amigo, ¿cómo estás?

- Bien, tío. He dormido bastante bien hoy.

La noche anterior Luis llegó a las tantas de la madrugada a casa de su amigo, acompañado de Aitana. Las bromas y las risas se adueñaron de su conversación una vez subieron al piso, pero al poco rato él decidió cortarlas para irse a dormir. Por la cara que puso ella, a Cepeda le pareció que le había fastidiado que cortara la conversación ahí, pero el gallego necesitaba mantener la distancia con ella. Durante la intensa discusión que tuvieron esa noche en la calle, casi se le fue la lengua, estando a punto de arruinarlo todo, y por nada del mundo podía dejar que eso sucediera. Por eso, y aunque le jodía, no podía permitirse llegar a tener ningún tipo de relación con esa chica, porque había peligro de que lo arruinara todo. Ni siquiera podía permitirse volver a discutir con ella. Nada. Nada más que cordialidad.

- No te oí llegar a noche - continúa Cepeda.

- Llegué bastante tarde...Ya sabes, el restaurante. Me trae loco.

Asiente con una media sonrisa y se gira para ir hasta el salón, con la taza de café y algunas pastas que le ha dado Carlos, y se sienta delante de la mesa.

- ¿Y tú, qué? - Carlos le sigue y se sienta en la otra silla - ¿Cómo llevas lo tuyo? ¿Sabes algo de Ana?

Una sombra se adueña de los ojos de Luis. Cada vez que le viene a su mente el recuerdo de la chica con la que compartió la mitad de su vida, su alma se encoge. Le provoca mucho agobio pensar en ella y recordar el porqué de su ruptura. Se siente vacío sin ella, como si le hubieran arrancado una parte de su ser. Y por nada del mundo puede imaginarse una vida sin Ana.

- Qué va. Nada. Tengo mucho miedo de que no vuelva, Carlos. Mucho.

- Lo sé. Joder, es una mierda esto. - Traga saliva e intenta hablar lo más suave que le permite su voz - Pero lleva ya cuatro días sin dar señales de vida, Luis. Quizá es momento de empezar a manejar la posibilidad de que no quiera volver...

- No. Volverá. Me niego a pensar que...

- A veces las relaciones dejan de funcionar, Luis, y tenemos que acept...

- ¿Lo dices por la tuya?

Cepeda se levanta de golpe, hastiado, interrumpiendo a Carlos y mirándolo fijamente. Este también se levanta, con el semblante igual de serio que el de su amigo. Los dos quedan frente a frente, separados por la mesa.

- Baja la voz. - La voz de Carlos suena desafiante, casi como una amenaza. Cepeda le hace caso y le contesta:

- No me gusta lo que veo, Carlos. - Lanza una mirada al dormitorio, donde Aitana todavía duerme.

- Mi relación va de puta madre. No hay ningún problema. Y no quiero que te metas.

- No me meto, pero...

- Yo nunca te he fallado - el susurro de Carlos está lleno de fuerza, incluso rabia - Siempre he estado contigo, de tu lado, incluso en los momentos más horribles. Los que tú ya sabes. Nunca he contado lo que pasó esa noche. Tres años... Tres años hace desde que pasó eso y nunca he contado tu secreto. Ni nada de todo lo que pasó después.

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