Capítulo VII

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- Eres un hijo de puta.

Todavía no ha procesado la primera hostia, vestida de palabras, que ya le llega la segunda: Aitana le lanza directamente a la cara un pedazo de ropa. Cepeda lo coge antes de que caiga al suelo tras el impacto en su cara y lo observa, reconociendo su camiseta básica blanca. Esa misma que se manchó de vino la primera noche que pasó en casa de la catalana.

- Eres un hijo de la gran puta.

Aitana repite, casi escupiendo, esas palabras que al chico se le clavan como un puñal. No entiende el porqué de esos insultos y del desprecio que no le resulta difícil distinguir en la cara llena de lágrimas de Aitana.

Cuando abrió la puerta y la vio a ella supo que era la única persona que en ese momento podía ayudarle a salir de esa oscuridad que le impregnaba. Con su luz.

Pero de repente, todo lo que por un momento vio claro, desapareció. Y se convierte en oscuro. Muy oscuro.

- ¿Q-qué dices, Aitana?

La chica se muerde fuerte la parte interior del labio, no importándole hacerse herida, y cierra los puños, clavándose las uñas en las palmas. Está fuera de control, la rabia se ha apoderado de ella. Le tiembla el labio inferior, a la vez que las piernas.

- No sé quién te crees que eres. No te soporto.

Oír esas palabras salir de la única persona que creía que podía ayudarle a salir de esa oscuridad, le rompió en mil pedazos. Pero lo peor no fue eso. Lo peor fue su mirada, llena de furia, desprecio... y odio.

- Yo... No entiendo nada, Aitana... - Sacude la cabeza, intentando procesar lo que estaba pasando.

- Vaya. No te acuerdas de lo que haces cuando vas borracho, ¿no?

- No sé qué coño dices, Aitana.

El rostro de Cepeda empieza a pasar de confusión a hastío, mientras que la de Aitana enrojece antes de soltar en un grito toda su rabia:

- ¡¿Intentas boicotear mi relación y no sabes lo que coño digo?!

- Mira, Aitana. No estoy por hostias. No sé qué me estás diciendo y no estoy entendiendo nada, pero me estás poniendo de muy mal humor. ¿Boicotear tu relación? O me hablas claro o estaremos así hasta mañana.

Se miran en silencio durante unos segundos que para Cepeda se hacen eternos. Al final, Aitana lo suelta.

- Te dije que con Joan no había pasado nada. – Hace una pausa, mientras se seca una lágrima rebelde que se desliza por su mejilla - ¡No hice nada, joder!

- Vale, ya lo s...

- ¡¿Pues entonces porque malmetes?! "Déjala, déjala" ... - Aitana imita la voz de Cepeda en esas dos palabras - ¿Cómo que déjala? Joder, creía que habíamos conectado... No sé, que nos podíamos entender.

El gallego, aún algo confuso, empieza a sospechar por dónde van los tiros. Y empieza a odiar a más no poder al Cepeda borracho.

- Aitana, yo...

- No vuelvas a dirigirme nunca más la palabra. Nunca más.

Luis dejó de ver el odio y la furia que había visto en los ojos de la chica unos minutos antes, y empezaron a transmitirle dolor.

- Y a Carlos, tampoco.

Tras esas últimas palabras, Aitana gira sobre sí misma y abandona el portal de Cepeda, dejándolo ahí, solo, con la camiseta todavía en sus manos y sintiéndose mucho peor de lo que ya estaba antes de esa visita inesperada.

Más Allá de lo Inevitable | AitedaWhere stories live. Discover now