Capítulo XVI

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Ahí, plantada, Aitana piensa en el fenómeno del déjà vu, esa sensación que el ser humano percibe cuando siente que lo que está viviendo ya ha pasado antes. Sentir que la historia se repite.

Ahí, delante del marco de la puerta de su piso y en frente de un chico que no es su novio, mientras el susodicho aparece por detrás, Aitana recuerda lo que pasó cuatro años antes. Ese día en que Carlos la pilló besando a Joan, y, por ende, siéndole infiel. No puede evitar encontrar muchas similitudes entre ambas escenas, sintiendo que, efectivamente, la historia se repite. Que su vida es un bucle, de siempre los mismos errores, los mismos baches.

Pero se esfuerza en distanciar ambas escenas. Ella ya no está con Carlos, tampoco está besando a Luis y ni siquiera hay nada entre ellos.

La llegada de Carlos a ese rellano, sin embargo, ha provocado que se interrumpiera lo que estaba pasando en ese momento entre Aitana y Luis.

¿Pero qué era lo que estaba pasando?

Esa misma pregunta es la que ha gritado el chico nada más encontrárselos frente a frente, tan concentrados el uno en el otro que hasta que no abrió la boca, ninguno de los dos se percató de su presencia.

El silencio que sigue a la pregunta se hace eterno para los tres presentes. Es Cepeda quién se atreve a romperlo, cortando la tensión que se respira en el ambiente.

- No he podido recogerte las cosas, todavía.

Carlos alza una ceja, Aitana también.

- Ya lo hago yo. – responde el chico, cortante y serio, dejando entrever a Luis que ya no es bienvenido en ese rellano.

Luis entiende la invitación a irse y se limita a asentir con la cabeza. Sin mirar ni siquiera de reojo a Aitana, se gira y empieza a bajar las escaleras del edificio. Dejando todo ese lío atrás, en manos de la pareja.

- Yo ya me iba. – suelta Aitana, cuando se da cuenta de que se ha quedado a solas con el chico que la ha engañado y del que no quiere saber nada.

- Espera.

Y otra vez, una mano la detiene, impidiendo que pueda irse de aquella casa. Ella levanta la mirada, desafiante, y se encuentra con los ojos llorosos de Carlos.

- Te quiero, Aitana. Perdóname, por favor.

- Carlos...

- Necesito que me perdones. La situación me superó... creo que la rutina pudo conmigo. Pero cuando me vi dentro del torbellino ya no supe cómo salir. No supe frenarlo...

Aitana intenta contener las lágrimas, inútilmente, pues empiezan a brotar de sus ojos. Le duele mucho oír esas verdades de la boca de Carlos, pero lo que más le duele es darse cuenta de que lo que le pasó a él también lo había vivido ella: se había dejado llevar por la rutina hasta olvidarse de la pasión que los había unido desde el principio. La rutina se lo había llevado casi todo, dejando solamente el cariño.

Aprieta los labios y saca fuerzas de todo su cuerpo para no derrumbarse. Carlos sigue tratando de rescatar los restos de lo que fueron.

- Me he portado fatal contigo... - aprieta las uñas contra la palma de la mano, haciendo fuerza – pero te quiero, Aitana, te quiero de verdad. Y lo que hemos vivido juntos durante todo este tiempo no ha sido mentira, ha sido todo real. Perdóname, Aitana, por favor.

Carlos deja de hablar y el silencio que se propaga resulta aliviador para ella, tras ese chorro intenso de palabras. Se miran por unos segundos, todavía en silencio, y al fin, ella asiente.

Más Allá de lo Inevitable | AitedaOnde histórias criam vida. Descubra agora