Capítulo XV

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- Aitana, por favor, relájate.

La voz de su amiga no hace mella en su cerebro. Aitana sigue gimoteando, desesperada, incapaz de pronunciar una palabra ni de respirar con facilidad. Tiene los ojos hinchados, la nariz roja y un dolor insoportable en el pecho.

Cuando salió del bar, dejando a sus espaldas al que era hasta ese momento su pareja, se sintió completamente desubicada, perdida. No sabía a dónde ir. Lo último que deseaba era volver a su casa, al piso dónde había vivido sus últimos cuatro años con él, compartiéndolo todo, y donde cada objeto y rincón le recordaran su traición. No quería. No podía.

Así que sin saber cómo, llegó a casa de María. A pesar de estar acurrucada en el sofá con Alba viendo una película, cuando María abrió la puerta y se encontró con esa Aitana destrozada, se le olvidó todo lo demás. Incluso se olvidó de la presencia de Alba, que en cuanto vio la escena se apresuró a coger sus cosas y despedirse sin querer molestar.

María trató de tranquilizar a su amiga, sin éxito. Consiguió que se sentara al sofá y luego le trajo un vaso de agua, que no tocó, y un paquete de pañuelos. Desde que había entrado, no había pronunciado ni una palabra, solamente sollozos incontrolables.

- Nena, por favor... Dime algo. – le acaricia el pelo suavemente, colocándolo tras la oreja, tratando así de despejarle la cara para poder observarla mejor - ¿Qué ha pasado?

Aitana sigue gimoteando, sin poder emitir ninguna palabra y tapándose el rostro con las manos. María suspira, desesperada y preocupada sin saber qué ha pasado. Luego sacude la cabeza y la abraza lo más fuerte que puede, todavía acariciándole el pelo.

- Tranquila, cielo. Ya está, ya está... Ven, mira. Tumbémonos un ratito.

Consigue que la chica del flequillo se tumbe hecha un ovillo en el sofá y le coge la mano bien fuerte, mientras se acomoda a su lado.

No deja de acariciarle el pelo en ningún momento, tampoco cuando tras varias horas, Aitana por fin deja de llorar y se queda dormida.

Quién no ha podido pegar ojo en toda la tarde ha sido Carlos. Está en casa de Cepeda, totalmente derrotado. Tras la escena del bar, el gallego le convenció de que no siguiera a Aitana y que le dejara tiempo para asimilar todo lo que había descubierto en tan solo unos segundos. Se lo llevó a su casa, para así evitar que se encontraran en el piso que compartían, y le preparó una infusión, mientras él maldecía incansablemente.

Cepeda lo observa, sin poder evitar sentirse apenado por su amigo. Pero en el fondo se alegra de que por fin se haya puesto fin a esa mentira que lo estaba torturando.

- Tengo que hablar con ella. – suelta Carlos, sin poder dejar de darle vueltas al tema – No puedo creer que todo se vaya a la mierda así, de esta manera. No puedo...

Cepeda le pone la mano en el hombro, tratando de tranquilizarlo.

- Es mejor que ahora le des algo de espacio, Carlos. Está enfadada y dolida, cualquier cosa que le digas no va a tomárselo bien.

- Pero...

- Le has hecho daño, Carlos, has roto su confianza.

- Lo voy a arreglar. – contesta, con el ceño fruncido, algo desafiante.

- Vale, pero antes de eso necesitas tener las cosas claras, decidir qué es lo que realmente quieres, ¿de acuerdo?

Carlos baja la cabeza, intentando aclarar sus ideas y preguntándose qué es lo que realmente desea. Ante el silencio de su amigo, Cepeda sigue hablando.

Más Allá de lo Inevitable | AitedaWhere stories live. Discover now