Capítulo XII

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La llamada la ha pillado a medio camino. Cuando estaba ya en el metro para ir a cubrir la rueda de prensa que habían convocado desde el Ayuntamiento, su jefe la llamó para avisarla de que la habían cancelado a última hora, y que, por consecuencia, podía irse a casa, que no hacía falta que volviera a la redacción a esas horas de la tarde.

A Aitana la noticia le ha sentado genial. Suspira aliviada al verse libre de atender esa rueda de prensa que presentía aburrida y de poder terminar un poco antes de lo que usualmente hace. Ya hacía unos días que se le habían acabado las vacaciones, y aunque ya empezaba a coger el ritmo, la rutina se le hacía pesada, sobre todo porque todavía era verano y el calor sofocaba en Barcelona.

Baja del metro en la siguiente parada, para poder cambiar de línea y coger el convoy que la lleva a su barrio. Cuando está subiendo por las escaleras mecánicas, cae en la cuenta de que está en el barrio donde Carlos tiene el restaurante Right. Mira las manecillas del reloj que lleva en la muñeca y sonríe. Es la hora perfecta para una visita exprés a su novio.

Al volver a la rutina, los ratos libres que tenían para verse habían disminuido, reduciéndolos a la hora del desayuno y a las noches, cuando Carlos llegaba casi a la madrugada tras cerrar el restaurante y ella ya estaba en la cama.

El último día de vacaciones que tuvieron fue el del día siguiente a la gran fiesta que montaron en su casa. Lógicamente, no lo pudieron disfrutar como les hubiera gustado, porque se pasaron el día tumbados con una resaca y un dolor de cabeza impresionantes. Tuvieron que tirar más de 20 botellas de alcohol vacías y pasar varias veces la fregona para intentar quitar las muchas manchas que había por todas las estancias de la casa, incluido el dormitorio.

Sin lugar a dudas, había sido un éxito de fiesta. Quitando a Mimi, que se fue con un gran disgusto, los demás se lo pasaron muy bien y les hicieron prometer, tanto a Aitana como a Carlos, que repetirían algún día esa fiesta.

La pareja no se quedó sola en su casa hasta casi las seis de la mañana. Aunque algunos fueron rápidos en irse, la mayoría tardó en dar el paso. Estuvieron despidiéndose de sus amigos en la puerta, todavía borrachos, durante varios minutos, mientras recordaban entre risas algunas de las anécdotas de esa noche. Cuando por fin cerraron la puerta, Carlos y Aitana se abrazaron y se dieron un piquito, suspirando cansados.

- ¡Eh, tortolitos, esperad! – María, abrazada a Alba, se acercó con una sonrisa gratificante - que todavía estamos aquí.

- Hombre, Albita – Carlos abrazó por los hombros a su amiga – Te lo has pasado bien, ¿no?

La rubia se sonrojó un poco y le dio un pequeño golpe en el pecho a su amigo. Aitana aprovechó para acercarse a María y susurrarle en el oído.

- Cabrona, no me has hecho caso en toda la noche. Mañana me cuentas todo, ¿eh?

María rio a carcajadas.

- ¿En serio lo quieres saber todo? – la miró, con una sonrisa burleta y Aitana puso los ojos en blanco. - ¿Y tú? ¿No me tienes que contar nada?

La chica del flequillo hizo memoria de su noche, pero negó, algo decepcionada. No había sido una gran noche para Aitana, se lo había pasado bien, pero tenía que admitir que había pasado más tiempo preocupada y angustiada por lo que su imaginación había creado, que disfrutando de sus amigos. Sin contar las dudas que había tenido acerca de su amiga, imaginándosela con Cepeda.

- Pues no, hija. Me he aburrido como una ostra. – hizo una pausa y entonces abrió los ojos, al recordar un momento importante de la noche – Coño, amiga. Tú lo estabas gozando mucho, pero Mimi se ha ido llorando, ¿eh? No, no. No resoples que estaba muy disgustada.

Más Allá de lo Inevitable | AitedaWhere stories live. Discover now