Capítulo XXXII

939 56 33
                                    

Para Aitana, se congela el tiempo. Los gritos y las risas de los demás pasan a un segundo plano, mientras su atención se concentra en tres puntos específicos de ese salón.

El primero, el que tiene enfrente. Carlos. Carlos y su sonrisa burlona. Al salir cruz, Aitana ha percibido como él soltaba un disimulado suspiro de alivio, al no tener que confesar la pregunta que le habían hecho y que había respondido con el nombre de la chica del flequillo. Él le sostiene la mirada, todavía con esa sonrisa, mientras alguien, a su lado, le coge la moneda de su mano, para seguir el juego.

El segundo, a dos cabezas a la derecha de la de Carlos, Luis. Se fija en que tiene los puños apretados en el reposabrazos del sillón y la mirada fija en su examigo. Un escalofrío le recorre la espina dorsal al reconocer en su cara la misma que puso el día de la pelea. Trata de llamar su atención con la mirada, pero él sigue obsesionado con Carlos.

Y el último, muy cerca de ella, Nerea. Sigue con esa sonrisa forzada incrustada en sus labios, pero puede observar perfectamente la tensión que está viviendo por dentro para aguantarse las lágrimas.

Y con esa sonrisa burlona de Carlos, esos puños apretados de Luis y esas lágrimas a punto de salir de Nerea, Aitana se da cuenta de que, sin duda alguna, una bomba va a estallar en ese mismo salón.

Lo que no sabe es cuándo. Ni quién la hará estallar.

- ¡Aitana! Venga, que te toca.

La chica vuelve a la realidad y se da cuenta de que, a su lado, María le enseña la moneda del juego. Los demás habían seguido jugando mientras ella estaba absorta en ese triángulo tan peligroso.

- Oye – salta Mimi - ¿Y si hacemos una pausa? Se ha hecho tarde y me está entrando un hambre...

Todos miran el reloj y se dan cuenta de que se ha pasado la tarde entera y que ya es hora de cenar. Deciden, entonces, dejar de jugar, aliviando así a Aitana, y proceder a ducharse, acicalarse y preparar la cena y la fiesta para esa noche.

Luis aprovecha para ir a la cocina a beber un poco de agua y tratar de relajarse. Pasa por el lado de Aitana, que sigue sentada, y le acaricia suavemente el brazo. Ella le agarra la mano y lo retiene ahí, a su lado. Con la mirada, ella le pregunta cómo está.

Luis se agacha, para quedar a su altura, y trata de dibujar una sonrisa tranquilizadora.

- Todo bien, amor.

Se besan y los dos, automáticamente, se relajan.

- Pasemos de él, ¿vale? – ella asiente con una sonrisa - Voy a beber agua.

- ¿Quieres que te acompañe?

- No hace falta, Aiti. Tira hacia la ducha, que luego tardas tres horas.

Ella le golpea el brazo y él ríe, mientras se levanta y se aleja.

Luis llena un vaso de agua mientras observa la ventana de la cocina. Es completamente de noche, y solo gracias a la luz encendida del porche de la casa, puede ver que la nieve ha cuajado varios centímetros.

- Ey.

Oye esa voz a sus espaldas, mientras da el primer sorbo de agua. Deja de beber automáticamente. No se gira, tampoco responde. Sabe perfectamente quién es.

- Cepeda, escúchame... - sigue Carlos, a su espalda – no quiero ningún tipo de mal rollo entre nosotros dos...

Luis deja el vaso en la encimera más fuerte de lo que debería y se gira automáticamente.

Más Allá de lo Inevitable | AitedaTahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon