Capítulo XXVII

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- ¿Me acercas los cereales?

Sabela observa a Aitana, esperando una respuesta. Pero esta no parece reaccionar. Con la mirada absorta en la taza humeante que tiene en frente, se entretiene removiendo la cucharita en el café.

- ¿Aitana?

Impaciente, la gallega zarandea a la chica que tiene al lado, haciéndola reaccionar.

- ¡Ay! – Aitana vuelve a la realidad y levanta la cabeza en dirección a su amiga – Perdona, ¿decías?

- ¡Los cereales!

Ella le acerca la bolsa e, inmediatamente, vuelve a dejarse inducir por las formas hipnotizantes que la cucharita crea en su café.

Están los tres integrantes del piso sentados en la mesa de la cocina, desayunando, a primera hora de la mañana. Se nota en las ojeras y los ojos hinchados que ninguno de los tres acabó de descansar esa noche.

- Vaya liada ayer... - suelta Miki, mientras parte una madalena en dos y echa un vistazo al salón – Todavía tenemos que limpiar la mesa.

Sabela suspira, totalmente afectada, sin haberse recuperado todavía del disgusto. Lo que tenía que ser una cena de celebración, acabó con un final totalmente trágico.

- Te juro que nunca más vuelvo a organizar ninguna cena.

- Nada de lo que pasó fue tu culpa, tonta, no te preocupes.

- Jo, lo siento Sabela – suelta Aitana, sintiéndose aludida en el momento en que Miki habla de "culpa" – Me sabe muy mal que todo terminara así...

- Tampoco es tu culpa, Aiti. ¿Cómo está Cepeda?

Ahora es la catalana quién suspira. De los tres, Aitana fue por goleada la que pasó peor noche. La despedida tan fría de Luis, pidiéndole que le dejara solo, le afectó más de lo que creía. No solo por sus palabras, pues entendía que pudiera necesitar un tiempo a solas después del altercado, sino por el hecho de tener que quedarse sola ella.

Después de tantos días durmiendo en la cama de Luis, se le hizo tremendamente difícil tener que volver a dormir en la suya, totalmente sola. Había echado de menos su respiración, sus abrazos, sus "buenas noches" e incluso sus ronquidos. Se había acostumbrado demasiado rápido a su presencia y esa noche, en esa cama sin su cuerpo, sintió frío.

Seguramente ese frío se intensificó por el silencio de él. Nada más tumbarse en la cama, Aitana le mandó un mensaje preguntándole si había llegado a casa y si estaba bien. Tras varias horas esperando, al final se quedó dormida con el móvil en la mano, esperando una respuesta que nunca llegó. No alcanzó el sueño profundo en toda la noche, por lo que a cada poco rato se iba despertando. Entonces, volvía a encender la pantalla del teléfono, comprobando que no había ningún mensaje. Y así hasta que amaneció.

- No lo sé – contesta con un hilo de voz – desde que se fue anoche no hemos hablado.

Los dos compañeros le preguntan a la catalana sobre el porqué de la discusión entre Miriam y Luis, pero ella evita responder alegando que llega tarde al trabajo. Lo que pasó entre ellos es algo que ni siquiera ella, que sabía toda la historia, podía acabar de comprender en su totalidad. Pasaron de mejores amigos a desconocidos de un día para otro y eso conlleva el embotellamiento de una cantidad de sentimientos y emociones imposibles de canalizar en una noche tres años después.

- Por cierto - señala Aitana, ya colgándose la mochila y buscando las llaves - ¿Alguien me puede contar qué le pasaba a María?

Miki hace rodar sus ojos y Sabela suspira. Aitana se planta, insistiendo por conseguir una respuesta.

Más Allá de lo Inevitable | AitedaKde žijí příběhy. Začni objevovat