Capítulo IX

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Los globos de colores y las serpentinas decoran todo el apartamento de Carlos y Aitana. Las ventanas abiertas y los ventiladores encendidos evitan que el calor sofocante de ese 26 de agosto se apodere de la casa, mientras que la cantidad de comida y bebida alcohólica que se amontona en la cocina y en la mesa del salón auguran que será una noche más que sofocante: será ardiente. Abrasadora.

Y no se equivocan.

Aitana sale del baño, ya maquillada y enfundada en un vestido negro corto que se ajusta perfectamente a su piel y marca sus destacadas curvas. Carlos, vestido con una camisa veraniega y unas bermudas, está acabando de traer los últimos platos desde la cocina a la mesa. Todo está listo para que empiece la noche.

- ¿Al final has invitado a los del Right?

Lo que tenía que ser una improvisada e íntima fiesta de cumpleaños para Luis Cepeda había acabado convirtiéndose en una casi macrofiesta. María había insistido a Aitana en unirse en la celebración, por lo que además de los amigos del grupo de Carlos y Cepeda, se añadían también los del grupo de las chicas. Eran ya 14 personas confirmadas.

- Sí, pero me han dicho que no pueden venir. – Carlos responde, confirmando que sus compañeros de trabajo del restaurante no acudirían a la fiesta.

Ella asiente y entonces suena el timbre de la casa. Rápidamente, Carlos se dirige hacia la entrada.

- Será Luis.

Aitana nota como la tensión se le acumula en la espalda al escuchar este nombre. Había aceptado que Carlos y Cepeda fueran amigos, puesto que ella no podía decidir sobre las amistades de su chico, pero no sentía estar preparada para volverlo a ver, no tras lo decepcionada que se sentía por como la había tratado.

Maldice otra vez la idea y la insistencia de María, y se mira por última vez en el espejo, para controlar que su maquillaje sigue luciendo intacto y confirmar que esa noche está deslumbrante.

Carlos y Luis se funden en un abrazo. Habían pasado por etapas de su amistad en que por motivos profesionales y personales habían estado semanas sin hablarse, centrados cada uno en su vida. Pero siempre sabiendo que, si pasase cualquier cosa, el otro estaría ahí. No obstante, esta vez había sido diferente. Habían estado una semana sin verse, sin hablarse, sin saber nada el uno del otro porque Aitana así lo había decidido. Y eso había sido muy duro, para los dos.

- ¿Cómo estás, tío? – Carlos escudriña la cara de su amigo, la cual está marcada por unas profundas ojeras y unos ojos cansados, pero también por una sonrisa sincera.

- Joder. Ahora, bien. – el gallego traga saliva y borra la sonrisa de su rostro – Lo siento mucho, Carlos. No estuvo nada bien lo que hice y me siento fat...

- Ya está, Luis. – lo interrumpe, con un gesto tranquilizador – No hace falta que te disculpes más, todo está arreglado. Te he echado de menos.

- Y yo, tío.

Vuelven a abrazarse hasta que Carlos con una sonrisa de oreja a oreja se separa de su amigo.

- ¡Ya basta de ñoñerías, venga, que ahora toca celebrar que te haces viejo!

- Sí, pero de tranquis, ¿eh?

- De eso te quería yo hablar...

Carlos conocía muy bien a su amigo, y sabía que, si le decía que su fiesta de cumpleaños había pasado de ser una pequeña e íntima reunión de amigos compartiendo unas cervezas a una fiesta con casi una quincena de personas, de las cuales no conocía ni la mitad, y litros de alcohol, Cepeda no vendría. Por eso, Carlos había obviado contarle ese cambio de planes.

Más Allá de lo Inevitable | AitedaWhere stories live. Discover now