Capítulo XI

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No saben cómo han terminado encerrados en el dormitorio, pero ahí están. La brecha de luz que entra por debajo de la puerta es lo único que ilumina esa cámara a oscuras. Pero no necesitan luz. Porque deciden dejarse llevar.

La tensión acumulada se desintegra en el momento en que sus labios se rozan por primera vez. Un beso que desencadena en pasión, que rápidamente se va apoderando de ellos. Se encuentran en caricias, apretones, lengüetazos y arañazos. Aprietan el cuerpo del uno con el otro, fundiéndolo en uno de solo, mientras la música y los gritos provenientes del salón apagan sus gemidos. La ropa empieza a decorar el suelo de ese dormitorio oscuro y, aún abrazados, se dejan caer en la cama, que enseguida empieza a tambalearse al ritmo de sus cuerpos.

- ¡Coño!

Aitana cierra la puerta inmediatamente, con el rostro horrorizado. Apoya la espalda en la puerta, mirando al salón. Le había sorprendido lo que había visto detrás de esas paredes. Con la intención de encontrar a María, que llevaba un buen rato sin verla, abrió la puerta de su dormitorio. Pero definitivamente María no estaba ahí. En su lugar, encontró a su amigo Raoul teniendo relaciones sexuales con el compañero de trabajo de Carlos, Agoney.

Sacude la cabeza, escandalizada, todavía con esa imagen tan íntima en la mente, pero también con algo de envidia. Aunque tiene pareja, las últimas semanas con Carlos han sido algo descafeinadas, demasiado tranquilas en comparación a la pasión de la que acaba de ser testigo. Se muerde el labio, pero inmediatamente se le cambia la expresión del rostro al recordar su recién encuentro con Luis.

Su conversación con él había terminado siendo inexistente. Cuando de golpe chocó con él y se encontró con sus ojos a pocos centímetros de ella, notó como los nervios se instalaron en su garganta. Había pasado la noche mirándolo de lejos, admirando sus gestos, sus carcajadas e imaginando las palabras que le dirigiría. Pero no se esperaba que fuera en ese momento, de golpe, y las palabras le salieron atropelladamente cuando le deseó un feliz cumpleaños. Por su sorpresa, él sonrió y a Aitana le pareció que incluso le brillaban los ojos. Pero en un instante, su rostro cambió. Le lanzó una última mirada, y sin decir nada, le revoleteó el pelo. Luego, se fue.

Y ya está. Aitana se quedó ahí, quieta. Pasó una mano por su cabeza, tratando de peinarse lo que acababa de desmelenar Luis. Sintió que la había tratado como a una cría haciendo ese gesto y yéndose sin decirle ni un mísero gracias. Bufó y decidió buscar a su amiga, pensando que quizás estaría en el dormitorio. Pero no.

Todavía apoyada en la puerta de su dormitorio y mientras se maldice por ir borracha y haberse dejado llevar por sus emociones, Aitana decide seguir con la búsqueda de María. Se dirige al baño, y, esta vez, antes de abrir la puerta, da unos suaves golpecitos a modo de aviso. Intenta abrir la puerta, pero no puede.

- ¡Ocupado!

La voz rota de Mimi la recibe desde la otra parte de la puerta.

- ¿Mimi? ¿Estás bien? - al no recibir respuesta, una imagen se le viene a la cabeza - Ah, vale. Estás con Mari, ¿no? Siempre igual, no se os puede dejar sol...

El sonido del pestillo girando la interrumpe. Se abre la puerta y sus sospechas no tienen nada que ver con la realidad: Mimi está sola, llorando desconsoladamente.

- La Mari está muerta para mí.

- ¡Hala! - la catalana la abraza, mientras entra y cierra la puerta detrás suyo - ¿Qué ha pasado?

- ¿Qué va a pasar? Que no me quiere, tía, que no me quiere. Después de tantos años...

- Mimi... - Aitana le aparta un mechón de pelo que se le caía por la cara, pensando qué decir en esa situación tan incómoda entre dos de sus mejores amigas.

Más Allá de lo Inevitable | AitedaWhere stories live. Discover now