Capítulo XVIII

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El estruendo de los fuegos artificiales interrumpe el silencio. Es una noche para celebrar, empieza la fiesta más importante de la ciudad. El cielo, hasta ese momento oscuro, se llena de lucecitas de colores, consiguiendo la atención de la gran parte de ciudadanos, que se amontonan y acompañan con vítores los estruendos.

Pero este no es el caso de las dos personas que se encuentran en una terraza perdida en medio de la ciudad.

Porque ni siquiera se dan cuenta de lo que pasa a su alrededor.

Al notar el tacto cálido de los labios de ella chocando con los suyos, Luis se aparta. Separa su cabeza hacia atrás y sostiene los brazos de Aitana al aire, cortando el contacto con los suyos. Parpadea, sorprendido, tratando de asimilar lo que acaba de pasar, y se atreve a mirarla. Se encuentra con la mirada aterrada de ella, enmarcada en su rostro tenso.

La chica no consigue sostenerle la mirada más de dos segundos y la aparta, dirigiéndola a las lucecitas de pirotecnia que iluminan el cielo barcelonés, en forma de palmera o de figuras arredondeadas.

- Lo sien...

Empieza a disculparse, pero la interrumpen los labios de él, estampándole un beso. Luis la besa, frenética y apasionadamente. Enrosca sus brazos alrededor de su cintura mientras los de ella se pierden entre los rizos cortitos de él.

Y se dejan llevar, dejando de pensar, centrándose únicamente en ellos. Nada ni nadie más.

Dejan que sus lenguas se conozcan, que sus manos inspeccionen rincones del cuerpo del otro que nunca habían tocado y que sus sonrisas se encuentren entre besos.

No saben cuánto tiempo pasan así, pero cuando llega un momento en que la falta de aire obliga a separar sus bocas por un instante, ya no hay fuegos artificiales en el cielo. Respiran profundamente, tratando de recuperar el aliento y sus frentes se apoyan la una con la otra. Y ahí, a tan pocos centímetros el uno del otro, los dos estallan a carcajadas, incrédulos ante lo que está ocurriendo entre ellos. Todavía no se han borrado las sonrisas de su rostro, que Luis planta un dulce pico en los labios de ella. Ella le devuelve el beso, mientras su piel se estremece al tacto de los dedos de Luis recorriendo su espalda, lentamente.

Suspira, inevitablemente, y luego sus mejillas enrojecen, ante la mirada divertida de él. Ella oculta su rostro en su pecho y luego sonríe.

Permanecen en esa posición un rato más. Aitana todavía con la sonrisa incrustada en la cara y estremeciéndose con el contacto de la piel de él. No asimila que después de todo lo que ha pasado y de las circunstancias que los separan estén ahí, juntos, besándose.

- Luis, yo...

Él separa su cuerpo de ella, lo justo para poder clavar sus ojos en los suyos, y luego hace resbalar su dedo pulgar por los labios de Aitana, hasta llegar a la mejilla, y terminar el gesto con una caricia suave.

- Shh. Ya habrá tiempo de hablar.

Ella asiente, convencida tras esa caricia, y se deja besar otra vez, envolviéndose en su aroma, su tacto y su gusto.

- ¿Cepeda?

La voz de una tercera persona irrumpiendo en el balcón les obliga a interrumpir ese beso. Pero no es hasta que descubren a quién pertenece esa voz que no separan sus cuerpos, dándose distancia.

- ¡Hostia! Coño, perdón. Pensaba que estabas solo... Perdón.

Tras la disculpa atropellada, Natalia se gira sobre sus pasos y desaparece del balcón. Aitana y Luis vuelven a estar solos.

Pero es como si se hubiera cortado toda la magia.

Un incómodo silencio se adueña de la situación. Aitana da unos pasos hacia atrás, ensanchando la distancia entre ella y el gallego, y saca el móvil de su bolsillo, tratando de disimular las emociones y los pensamientos que le están absorbiendo el entendimiento.

Más Allá de lo Inevitable | AitedaTahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon