Capítulo 25

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I

—Tú no eres alguien diferente del monstruo, lo que hace más tentadora la idea de que no existes fuera de su concepto. Blaise es tan sólo la imagen que quieres construir al mundo para que no se oculten bajo sus camas, para que soportes verte al espejo. El control que ejerces sobre ti mismo es adictivo, ¿no? —concluyó, dejando el bisturí en la bandeja de metal sobre el escritorio.

Apreté los labios y miré hacia otro lado, sin la capacidad de negar lo que me acababa de decir. Ya no estaba seguro de quién o qué era, pero ese hombre parecía tener una idea bastante clara de la respuesta a esas preguntas. Pero ¿quería yo saberlo? No estaba seguro. Quizás, la respuesta no le gustaría a una parte de mí, quizás lo arruinaría todo.

Siempre había supuesto que mis actitudes eran una máscara más en un mar de mentirosos, una que ocultaba cosas peores que las del resto de las personas. Sin embargo, yo seguía siendo yo, nada cambiaba eso. El problema radicaba en que, escuchando sus palabras y las verdades que podían ocultar, ya no estaba tan seguro.

Mis urgencias por matar, mis sueños de sangre y mis instintos sádicos eran míos, no podía negarlo. Pero el monstruo era esa presencia que las volvía incontrolables, por lo que me había visto obligado a reducirla a un gruñido en mi oreja. Desde entonces, habíamos coexistido en un cuerpo, en una mente. ¿Tanto había rechazado esa idea de mí que la consideraba como otro yo? ¿Acaso el director tenía razón y yo era el invento? ¿Quién era Blaise? ¿Acaso existía realmente? ¿Qué era la bestia?

—Ya es muy tarde para que rechaces todo lo que eres, especialmente cuando has visto de primera mano de lo que eres capaz. —Volvió hasta mi posición, tomando asiento en el brazo del sillón, mirando hacia la ventana, sacándome con brusquedad de mis pensamientos—. Necesito pedirte un favor.

—¿Qué? —murmuré, ya sin tener fuerzas para subir el tono de mi voz.

—Mientras descubres quién eres, debes arreglar lo que está mal con este pueblo. Tómalo como un pago por haberte salvado la vida.

—¿Lo que está mal?

—Todo está mal aquí. Es como un engranaje con piezas que no encajan entre ellas, pero eso es lo que lo hace funcionar. Sin embargo, hay algo que quiere arreglar las piezas para que efectivamente encajen.

—Eso no suena peligroso. ¿No debería ser así? —inquirí, girando mi cuello para ver su perfil.

—Hay cosas que no deben funcionar, que no se deben siquiera intentar. Si esto funcionara como una máquina bien engrasada, entonces el caos lo consumiría más allá de sus límites. Su imperfección es lo que lo mantiene todo enjaulado. Imagínalo como una bomba que no está del todo bien conectada.

—No cumple ninguna función.

—No cumple con su función, pero si con una función. A veces, las cosas funcionan mejor cuando no cumplen con lo que están destinados a ser. ¿Qué sucedería si funcionara la bomba?

—Alguien podría morir.

—Tú eres como esa bomba —soltó, volviendo a su escritorio para tomar algo que se ocultaba entre los papeles. Volvió a mi posición con el manojo de llaves que había tomado de la recepción y la pequeña que se había insertado en su oído Duncan—. Pero eres el mal menor que necesita este lugar. Lo comprenderás con el tiempo, Blaise. Una vez que salgas de aquí.

Me estaba pidiendo que saliera a cumplir una función, pero ¿siendo yo o no siendo yo? No entendía su plan, lo que quería de mí. Pero algo estaba claro.

—No tengo como salir de aquí.

La araña seguía rondando en las afueras, esperando que asomara la cabeza para romperme en pedazos más fáciles de devorar. Si bien estaba mejor, eso no significaba que pudiera combatirla. Además, no quería más heridas que me impidieran hacer lo que ese hombre me pedía. Tenía razón: se lo debía.

Sombras en la NieblaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora