Capítulo 54

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Jay se encontró dando vueltas en la cama, sin poder dormir.

Estar en Seattle le ponía los nervios de punta, había tantos recuerdos buenos como malos.

Pensar que había llegado a la ciudad por primera vez después de la muerte de sus padres y su hermano, porque Kate había conseguido un trabajo aquí, pensar que algunos años después lo perdería y él estaría tan desesperado por conseguir dinero para la medicina de Ada que recurriría a la prostitución.

Pensar que así conoció a la mujer más extraña, problemática y divertida del mundo. A la mujer a la que amaba...

Con un suspiro, se levantó de la cama.

No podía ir directamente donde Gil si quería que su plan funcionara, pero tampoco podía quedarse allí acostado sintiendo que la sangre le ardía dentro de las venas.

Cálmate, se dijo, solo serán unos días antes de conocer a su padre.

Tenía que calmarse, lógicamente si había esperado todos estos meses podría esperar algunos días más.

Claro que la lógica lo estaba esquivando en esta situación.

Se puso ropa casual, unos joggers y una camiseta, se deslizó en sus zapatillas y decidió que era hora de dar un paseo.



La vida fuera del hotel parecía rugir y brillar, ya no estaba lloviendo, y no era tan tarde en la noche, por lo que había una cantidad considerable de personas fuera.

Aún así, no lograban generar el calor suficiente como para que no se le pusieran los vellos en punta.

Jay se maldijo por no traer un abrigo, pero poco le importaba ahora.

Las luces de la ciudad le daban la bienvenida, recordándole la noche en la que la había conocido.

Vagó por las calles alumbradas un rato, dejándose distraer por las voces distantes, por el paso apresurado de las personas.

Se detuvo solo cuando llegó a un supermercado.

Disponía de comida en el hotel, claro estaba, pero igual se le antojaba pasearse por las vidrieras del supermercado.

Estaba fingiendo interés en una bolsa de guisantes congelados cuando escuchó la voz.

—Creo que voy a llevarle la de fresa—comentó Grace, abriendo la puerta de la nevera—aunque...puede que le guste la de chocolate, ¿Tu qué dices?

—Llévale ambas por si acaso—ofreció el hombre a su lado—está muy triste, creo que no perdemos nada yendo a lo seguro.

—Entonces llevaré la de vainilla también.

Jay se quedó hecho piedra mientras veía a Grace Collins y al hombre que le había hablado en Texas, comprar leches.

Grace había sacado tres cartones y los había depositado en manos de el que Jay sospechaba quizás era su novio, este solo la miraba con media sonrisa en los labios, pero el brillo en sus ojos le contaba a Jay la historia que este jamás le diría.

Sin pensarlo dos veces metió casi toda la cabeza en la nevera, buscando ser invisible para ellos.

No sabía porque no quería que lo vieran, según su plan, debía agradarle a toda la familia antes de ver a Gil otra vez, aún así estaba tan nervioso que no resistió ocultarse.

—Sabes, creo que estamos siendo demasiado optimistas—comentó el hombres mientras pasaban a su lado—podremos comprarle toda la leche del mundo y eso quizás no la anime.

She will be loved |COMPLETA|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora