Capítulo 8

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A la mañana siguiente alguien toca la puerta repetidamente.

Gil gruñe y se despereza lentamente, se ha pasado casi toda la noche despierta, ¡cómo no!, su padre la pone de nervios. Y ahora que por fin ha podido conciliar el sueño viene alguien y se atreve a despertarla.
Gil podrá tolerar muchas cosas, pero que la despierten no es una de esas.

Cabreada, toma su bata y se envuelve en ella, se fija en la hora que dice el reloj de su habitación antes de salir para ir a abrir la puerta.

¡Son las jodidas cinco de la mañana! ¿Quién carajo jode a esta hora?
Sin pensarlo dos veces se planta frente a la puerta y la abre bruscamente.

—¿Qué mierda quiere...? —grita, pero su voz va muriendo al darse cuenta de quién está frente a su puerta.

—Pues buenos días para ti también —dice Jay un poco incómodo —yo...

Gil no permite que hable más, así de tonta como es le cierra la puerta en la cara y lanza un gritito.

—¡Lo siento! —le grita a Jay a través de la puerta—¡Dame un segundo!


A toda velocidad va de nuevo a su cuarto y se mete corriendo al baño.

Se quita la bata y las pijamas a la velocidad del sonido y se da la ducha más rápida de la historia de la humanidad (Ok. Estoy exagerando)

Cuando sale apenas se seca y ya está en el armario escogiendo conjuntos. Se decide por lo de siempre:

pantalones claros, un suéter unas tallas más grandes de color rosa y sus zapatillas converse.

Se aplica un leve maquillaje e intenta domarse el furioso cabello antes de volver con Jay.

Sabía que es tonto preocuparse de cosas tan triviales cuando se es feo. Nada de lo que hiciera podría arreglarle la cara...o el cuerpo.

Pero, aun así, le daba vergüenza que Jay la viera en sus peores momentos.

—Lo siento —dijo sin aire en cuanto abrió la puerta—en serio. Puedes entrar.

Jay la miró divertido antes de entrar al departamento mientras cerraba la puerta tras él.

Gil fue a la cocina, de seguro tenía algo que pudiera preparar para ofrecerle, algo que la hiciera ver como una mujer independiente, capaz de cocinar.

No como los cereales que se comía todos los días.

—Te ves muy guapa—le dijo Jay mientras tomaba asiento.

—Ja ja—respondió ella.

No había sido su intención sonar tan agria, pero esa era su defensa natural en contra de los comentarios sarcásticos y mal intencionados.

Sabía que Jay no lo había hecho por burlarse de ella, pero las viejas costumbres no se pierden.

Ella no se veía muy guapa nunca.

—Gil...—empezó Jay y ella tuvo que interrumpirlo.

No quería iniciar una discusión, ni escuchar la compasión que le provocaba.

—¿Qué haces aquí tan temprano? —preguntó—no me malinterpretes, me agrada que estés aquí, pero si es un...poquito temprano.

Él la miró con confusión.

—Pensé que querrías salir de aquí lo más rápido posible—dijo—y tenemos un camino largo.

A Gil casi se le caen los huevos que sostenía en la mano. ¡El viaje! ¿Cómo había podido olvidarlo?

She will be loved |COMPLETA|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora