Capítulo 29

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GIL CORRIÓ HASTA QUEDARSE SIN AIRE.

Corrió hasta llegar a las escaleras de la escuela, dónde ya no pudo más y puso ambas manos sobre sus rodillas, para permitirse jadear.

Rayos, nunca había sido una buena corredora.

Cole llegó a su lado unos segundos después, luciendo como si nada.

—Gil...

Ella se quitó una zapatilla y se la lanzó al pecho.

—¿QUE HACES AQUÍ SACO DE  POPÓ?—gritó ella.

Él la miró herido.

—No me digas así—pidió.

—¿Prefieres bolsa de heces fecales? ¿Es lo suficientemente bueno para ti?

—Sí—dijo él, de repente sombrío—casi sería lo suficientemente bueno para los dos, no te olvides de dónde vienes.

Gil se quedó de piedra, mirándolo con atención por un momento, no sólo él estaba fuera de lugar, tenía razón, ella también lo estaba.

—¿Qué haces aquí?—le preguntó con un hilillo de voz.

Él se acercó a ella entonces, Gil se alarmó cuando le puso una mano en la mejilla con suavidad.

NO, NO.

Vine a buscarte—le susurró con seriedad—a pedirte perdón, Gil yo...

—Me gustaría saber—dijo Jay de pronto—que está pasando aquí, si no es molestia.

Gil se separó de Cole como si hubiese metido las manos al fuego o  sido impulsada por un resorte. Se echó para atrás con tal brusquedad que trastabilló y casi se cae.

Jay extendió la mano para agarrarla, pero Cole lo hizo primero.

Una vez estabilizada, Gil se alejó.

—¿Quién eres tú?—preguntó Cole, mirando a Jay de arriba a abajo con desprecio y frialdad.

Gil se encogió en sí, Cole tenía esa habilidad de hacer sentir a los demás infinitamente pequeño, temió por Jay, pero no habia nada en su rostro que delatara que creía que Cole era superiror.

Le dedicó una mirada incluso aún más fría.

—Creo que debo ser yo el que pregunte eso—le dijo con calma.

Y Gil lo miró sorprendida, su Jay, su cálido Jay había adquirido una frialdad impresionante. Lo miró con orgullo, estaba decidido a darle la batalla a Cole.

—Ya escuchaste mi nombre allá dentro.

—¿Y se supone que eso debería significar algo para mí?—repuso Jay, cruzándose de brazos.

Cole lo miró con ferocidad, casi rechinaba los dientes.

—No me digas que mi querida Gil no te ha hablado sobre mí.

Jay se encogió de hombros.

Gil sí que le había hablado de Cole, muchas veces, tantas como para que ese nombre vagara en la mente de Jay, un recordatorio de que ella no estaba al cien por ciento con él.

Pero no le daría la satisfacción de saberlo.

—No—dijo con tranquilidad.

Ahora fue Cole quien miró a Gil, parecía molesto, quizás un poco herido. Gil imitó el gesto de Jay y se encogió de hombros.

—¿Por qué tendría que haberle hablado de ti?

Porque estaba enamorada de él, y muchas veces era todo lo que podía hablar.  Pero él no tenía porque saber esto, ella no dejaría que lo usara en su contra.

She will be loved |COMPLETA|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora