—Duncan se recluyó a esa zona del hotel, la que una vez fue su propia habitación. Supongo que ya te habrás dado cuenta, por las pistas repartidas en el hotel, que este no siempre lo fue —murmuró, volviendo a su escritorio para tomar unos papeles que luego me acercó.

Eran los planos de un manicomio, editados para parecer un hotel. Se marcaban las zonas que reconstruirían y las que echarían abajo. Ahí se explicaba la función de cada habitación, como la del gimnasio o la del bar, las que habían sido una enfermería y un pabellón respectivamente. Pero eso no explicaba el tema de la habitación 204 y su apariencia a un comedor escolar.

—¿Qué pasa realmente en este sitio?

—Es un infierno humano, construido a partir de sus propios pecados y deseos. Nosotros somos los que quedamos atrapados en él. Restos —explicó, mirando el plato que no había vuelto a tocar.

Me forcé a dar otro bocado, el que pasó con facilidad. Tenía hambre y quería recuperar energías, pero también quería hacer preguntas.

—¿Eres tú el que dirige todo este lugar? —pregunté, recordando las conversaciones con Vera y Hazel.

—Si te refieres al pueblo, no existe tal cosa. —Llevó una de sus manos a su barbilla y miró al techo, pensativo—. Curioso lo que hace la mente humana para encontrar explicación a los sucesos extraños. Después de todo, nadie en este lugar puede recordar algo por mucho tiempo.

—Vera lo hace.

—¿La chica que vive rodeada por criaturas? Ellas le dicen lo que quieren que recuerde —rio, comenzando a pasear frente a mí, con las manos en la espalda—. ¿Es ella la que se oculta en el colegio?

Estaba viva. Eso me trajo cierto alivio. Sabía que la necesitaba para poder escapar del pueblo y la aclaración del director había sido lo que necesitaba para volver a tener esperanzas sobre ello.

—¿Y tú no olvidas?

—No lo hago. Soy la memoria de este lugar. —Sus ojos dieron un brillo extraño cuando se giró a mirarme. Avanzó hasta quedar frente a mí y se inclinó—. Sé, por ejemplo, todos tus secretos, Blaise Arser. ¿O debería llamarte de otro modo, bestia?

—No soy el monstruo —mascullé.

—¿No? ¿Acaso no fue él quien mató a Duncan? ¿Quién eres ahora? ¿El monstruo o Blaise? —me picó, mirando por sobre sus gafas.

—Soy Blaise —gruñí, apretando los dientes.

El director se apartó, volviendo a su paciente con un nuevo escalpelo en su mano. El hombre se agitó, batallando contra sus firmes ataduras, antes de que volviera a enterrar el metal en su cerebro. Dio un alarido y rasgo la madera con sus uñas.

—No te preocupes, el cerebro no siente —dijo, para luego reír—. Bueno, no es como que te preocupe.

Me sentí extraño. Yo era el experimento de ese hombre, algo nuevo con lo que divertirse. No sabía cuánto tiempo pasaría antes de que fuera su nuevo sujeto en la silla, lo que me volvía a poner en tensión, pero sus ojos me decían lo contrario. Era como si el hombre realmente quisiera ayudarme, lo que me dejaba perplejo.

—Veras, Blaise, hablas de ese lado como si fuera algo externo a ti. Pero el tema es que es tan parte de ti como ti mismo. No es un monstruo, eres tú. Lo has tratado como algo ajeno por tanto tiempo, que llegaste a creer que lo es.

—Eso no es cierto.

—¿No? ¿Realmente crees que no eres tú quien quiere matar?

—Sé que lo soy.

—Pero, aun así, lo tratas como otro tú —murmuró, dejando el bisturí en el aire, suspendido por sobre el paciente—. Aceptar ese lado, realmente hacerlo tuyo, podría ser la llave para poder controlarlo. O dejarlo salir.

—No quiero herir a la gente.

—Es el discurso que te aprendiste de memoria, pero ¿realmente lo sientes así? Las marcas en tus brazos, el color negro que repta por tu piel, es la muestro de lo que eres en verdad. Tu castigo no es tan doloroso en lo físico, sino en lo emocional. Es tu fuerza, tu control, tu ego el que se ve herido —dijo, emocionado, enterrando la hoja justo en el lóbulo frontal—. Ahora, Blaise, teniendo todas las herramientas, ¿vas a utilizarlas?

—Yo...

—Ahora que lo pienso —me interrumpió, mirando el brillo húmedo de la hoja del bisturí—, ¿acaso el monstruo es el verdadero tú y Blaise no es nada más que una máscara? No, más bien, ¿es acaso Blaise un ser ficticio?

Un escalofrío me recorrió la espalda y una sonrisa se formó en sus labios al tiempo que me miraba. Mi imagen reflejada en el cristal de sus anteojos me hizo dudar de quién era yo.

Sombras en la NieblaOnde as histórias ganham vida. Descobre agora