—Que bueno que ya estas aquí— susurre bajito, acomodándome para quedar de frente a ella y poder dormir inundado de su aroma.

Lilith tenia puesto un hermoso vestido azul marino, con un escote que llegaba hasta la cintura, donde un cinturón plateado marcaba sus curvas. El cabello alborotado le caía por los hombros, dándole un aire rebelde y atrevido. Me acerco a ella y la abrazo a mi, respiro su aroma a canela, a dulce. Nos separamos unos centímetros para vernos a los ojos, para que mis ojos claros se encuentren con la noche de los suyos.

—No vuelvas a dejarme— le suplico.

—Jamás... tú y yo, para siempre...amor— me afirma.

—Te quiero Lili— digo con una voz suave.

Ella abre la boca para decir algo, pero lo que sale de ella no son palabras, es música... ¿Música?

—¿Si?...¿Que?— contesto Lilith a quien sea que le estuviera hablando por teléfono— Me olvide... pero llegue bien— espero la respuesta del otro lado del teléfono, mientras yo me sentaba, recargándome en el respaldo de la cama— No, papá...Si, papá— me miro de reojo y se sentó a mi lado— Si, si... yo también. Cuídate mucho—

Colgó y se estiro en la cama, haciendo una mueca de dolor al alzar los brazos.

—Que pereza que la levanten a una tan temprano— murmuro caminando hacia el baño.

—¡Lilith!— grité asustado. Todo su lado derecho, desde el tobillo hasta el hombro, estaba llena de moretones y raspones— ¿Todo eso te hiciste con un resbalón?—

—Aaamm... Si— hizo un gesto con la mano para quitarle importancia— si vieras mi historial clínico... pppff te desmayas— siguió su camino, dejándome asombrado por el estado en el que se encontraba.

Mire el reloj de la mesa de noche, las 8:24 am, realmente era temprano. Unos diez minutos después, regreso Lili y cambiamos lugares: yo al baño y ella a la cama.

Bajamos a desayunar como una gran familia feliz, mis padres, Heivy y nosotros dos.

—Fue un problema con mi hermano menor, ya saben que hay paro en las escuelas y todo lo que esta pasando en el país...es todo un show. Nada grave, nada que no se pueda arreglar— Nos contaba mi mujer.

—Hija, nos hubieras dicho y te acompañábamos. Mira como regresaste, toda golpeada— comento mi madre.

—No es nada, un golpecito sin importancia... Un tacón traicionero que me jugo mala pasada— le lanzo una mirada de cómplice a Heivy y mi madre asintió.

—Con una pomada o algo de hielo, se te quita en un santiamén— dijo mi padre.

Íbamos a necesitar más que una pomadita, ellos no habían visto todo el daño que tenía encima mi esposa. Había ocultado todo bajo medias de color negro y un vestido rojo de manga larga, muy astuta la señora.

Por la tarde, después de la comida, Heivy y Lilith se fueron de "compras". Todo esto me estaba resultando muy raro, no me creía nada la explicación de mi mujer. Como dos mentes son mejor que una, llame a mi amigo Samuel, probablemente entre los dos, podríamos hacer algo.

—¿Será que tuvo una pelea? ¿Y si el tal Santiago, la golpeo? No, lo mas probable es que se pusiera hasta atrás y terminara cayendo de borracha— comento mi buen amigo.

Estábamos sentados en mi despacho, fumando un Behike 54, analizando la situación.

—No creo que ella se involucrara en una pelea y mucho menos que ese tipo pudiera golpearla...lo de caer borracha, suena mas creíble— le conteste.

Te casaste con la GORDA! (Regresa!!)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora