65 - De toda justicia

Începe de la început
                                    

Gracias a las influencias del papá de Adela, que tenía razones personales para odiar al Zancudo después de haber asaltado y casi abusado de su hija, y al abogado que contrató para llevar la causa del homicidio de papá, el juicio contra la pandilla que había aterrorizado a mi barrio por tantos años fluyó como untado en mantequilla y se consiguieron las condenas más fuertes que la ley contemplaba para sus crímenes. Finalmente el Zancudo —que según me enteré, se llamaba Yerson— saldría de circulación y pasaría como mínimo dos décadas a la sombra. A pesar del alivio que aquello me provocaba, no pude dejar de sentir rabia por la diferencia del accionar de la justicia cuando había dinero de por medio y me pregunté, como tantas otras veces, si la gente pobre aguantaría para siempre ser tratada como ciudadanos de segunda clase.

A las audiencias asistió en un par de ocasiones Yoannah, la pareja de Zancudo, invocada con el pequeño hijo de ambos en calidad de testigo por la defensa, no porque tuviera alguna evidencia importante que dar, sino solo para intentar suavizar la dureza de la condena apelando a la lástima, pero quedó claro que la relación entre ambos era más bien instrumental. El Zancudo había inicialmente sido su dealer y la había dejado embarazada cuando ella, tras quedarse sin dinero, había ofrecido sexo a cambio de drogas (esto no salió en el juicio, pero me lo contó en privado nuestro abogado) y luego del nacimiento de Lucas —así se llamaba el niño—, que por fortuna salió sano, ella se había desintoxicado y abandonado el vicio, pero seguía dependiendo parcialmente del dinero que el Zancudo conseguía para subsistir, pues no le alcanzaba con lo que ganaba de asesora del hogar.

Durante el juicio me volví varias veces a mirar al niño de ambos. Ya tenía siete años, mirada inteligente y una personalidad alegre y segura que me recordaba mucho a la hermana de Adela. Pese a su corta edad, parecía comprender muy bien la situación y preocuparse por ella. Me frustraba pensar que ese niño, criado en un ambiente apropiado, hubiese podido aspirar a cualquier sueño que tuviera, pero en el entorno de marginalidad y delincuencia en que se encontraba, estaba condenado a seguir los pasos de su padre y repetir el mismo ciclo que nos había llevado hasta allí.

Finalizado el juicio, a la salida de la corte, me acerque a Yoannah.

—¿Qué quieres? —preguntó con franca hostilidad cuando notó mi presencia, escondiendo a su hijo tras sus gruesas piernas. Era una mujer baja pero maciza y tenía tatuajes en brazos y pecho. Se notaba que hubiese querido acompañar la frase de algunos epítetos, pero se contuvo. El chico asomó la cabeza desde atrás de su madre y me lanzó una mirada cómicamente amenazante.

—Quiero ayudar —respondí.

—¡PRFT! ¡Ayudar! —la mujer soltó una grosera risotada—. ¡Anda a cagar!

—¡Sale de acá, perkin o te mato! —lanzó el pequeño desde atrás de sus medias, intentando lucir rudo, seguramente repitiendo lo que escuchaba de los adolescentes del barrio. Definitivamente iba mal encaminado.

—Hablo en serio. Quiero ayudarte con la educación de Lucas —insistí, sin perturbarme.

Su expresión pasó de hostil a confusa.

—¿Ayudarme cómo?

—Mi papá me dejó una herencia que no... digamos que quisiera darle un buen uso. En él.

Los ojos de la mujer se abrieron cuan grandes eran y se volvió a mirar a su hijo. Luego me estudió con desconfianza. Sostuve su mirada para que supiera que hablaba en serio.

—También me gustaría que me dieras la oportunidad de hacerle clases particulares. Soy bastante bueno en eso.

—¡No quiero tus putas clases! —reclamó Lucas— ¡No estoy ni ahí con estudiar!

—¡Cállate mierda! —Yoannah le dio un palmazo en la nuca que el chico recibió con más indiferencia que resentimiento, y se volvió a mí— ¿A cambio de qué?

—De nada.

Yoannah se cruzó de brazos y separó las piernas, con actitud severa.

—Me estás jodiendo. No te creo ni una weá.

—Bueno, allá tú. Si no quieres, no. Pero si tu hijo termina preso, drogadicto o muerto, acuérdate que tuviste la oportunidad de evitarlo y la rechazaste.

Di media vuelta en dirección al auto, desde donde mi madre contemplaba la escena con curiosidad. Como supuse, Yoannah me detuvo antes del segundo paso.

—¡Espérate! —gritó. Me volví fingiendo indiferencia—. ¿Me juras que es en serio? ¿Cómo funcionaría? ¿Cuánta plata es?

Me devolví hasta donde se encontraba y respondí a sus dudas. Aunque ella hubiese querido todo el dinero de golpe, conocía demasiadas historias de riquezas ganadas y perdidas en cosa de semanas entre la gente de mi barrio, como para darle en el gusto. Trabajamos un acuerdo que suponía darle una mensualidad por el resto de la vida estudiantil de Lucas, siempre y cuando se sometiera un programa de refuerzo escolar a cargo mío. Luego de eso le tendí la mano y me despedí. Cuando iba a soltarla, Yoannah la retuvo.

—Gracias —susurró, intentando no lucir emocionada—. Y perdona lo que Yerson le hizo a tu papá. De verdad lo siento mucho.

—No tanto como yo —respondí con una sonrisa amarga y volví al auto.    

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¡Oops, se me pasó la fecha de publicación! ¡Perdón! :P  (en mi defensa, fue culpa de catakaoe)

Lo que leyeron fue el penúltimo capítulo de Selección Múltiple y se siente muy raro decirlo. Cuando me embarqué en esto no tenía idea si siquiera llegaría a término o lo abandonaría a mitad de camino. Tampoco imaginé que el camino sería tan largo, porque la primera mitad del libro salió muy rápido (casi un capítulo al día) pero la segunda mitad costó muchísimo. Como mínimo, esta experiencia ha aumentado mi respeto hacia la gente que vive de escribir y hacia todos los que crean mundos imaginarios con historias mucho más complejas u originales que la mía.

En fin, aún no es hora de despedirse, así que los dejo invitados a leer el capítulo final, que publicaré seguramente este viernes o el fin de semana.

¡Un abrazo a todos!

Selección MúltipleUnde poveștirile trăiesc. Descoperă acum