40 - Cuarentena

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Sara se volvió hacia el velador a examinar el mensaje que acababa de entrar en su teléfono, su silueta desnuda dibujándose a contraluz frente al brillo de la pantalla. Levanté mi mano para acariciar su costado, pero se enderezó de golpe prendiendo la lámpara.

—¡Vienen mis papás!

—¿Qué?

—¡Mis papás! ¡Vienen para acá! ¡Ahora!

—¡¿Ahora?!

Ella ya estaba de pie vistiéndose apresuradamente.

—¡Sí! Les había contado lo de ir este fin de semana a verlos contigo, pero como cancelé decidieron hacer una visita sorpresa. Acaban de escribirme desde la estación de buses.

—¿¡Qué!?

Salté de la cama en busca de mis prendas.

—¿Qué hacemos? ¿Se van a quedar aquí? ¿Por cuánto tiempo vienen? —pregunté saltando en un pie mientras intentaba encajarme un calcetín.

—Ni idea. Pero tienes que sacar tus cosas. Ellos no saben que nosotros... bueno, deben intuirlo, pero no quiero que se enteren así.

Empezó a meter mi ropa en el bolso. Se lo quité para hacerlo yo mismo. Era sábado en la mañana. Me había mantenido ocupado toda la semana, intentando conservar la mayor distancia posible de Adela. Incluso había faltado a Judo para evitar la tortura de verla jugar vóleibol.

Sara entró al baño y volvió corriendo con mi cepillo de dientes, rasuradora y espuma de afeitar en una bolsa, pero casi se da un costalazo al tropezar con Jiji que había elegido ese preciso momento para ponerse cariñosa.

—¡Ay, gata estúpida!

Con el bolso empacado empezamos a recoger las botellas, vasos y copas distribuidos por el departamento. La noche anterior había sido... intensa. Había intentado exorcizar el pensamiento de Adela saciándome de ella, cosa que había aceptado gustosa, y por algunas gloriosas horas había funcionado.

—¿Qué hiciste con el... los condones? —dijo sonrojándose un poco.

—En el basurero del baño. Y ehm... no olvides borrar las fotos de tu teléfono.

—Sí, lo haré —respondió aún más roja.

Fue a sacar la bolsa del basurero y salió al pasillo a tirarla por el ducto; al volver yo ya la esperaba en la puerta con mi bolso al hombro.

—Perdón por echarte así. —Me despidió con un abrazo apretado.

—Me siento como un amante escapando por la ventana.

Rio y me dio un intenso beso en los labios, sus manos en mis mejillas.

—Anoche estuvo muy bueno —susurró a centímetros de mi cara mirándome a los ojos. Me sentí vibrar por dentro.

—Muy bueno —concordé acariciándole una nalga. Volvimos a besarnos.

—Bueno, ya basta. O vamos a terminar en la cama otra vez.

—Lo dices como algo malo.

—¡Ya, fuera!

Me empujó hacia el pasillo riendo. Nos dimos un último beso y caminé hacia el ascensor con una gran sonrisa pensando que, después de todo, era obvio que ya tenía todo lo que necesitaba.

***

Por fortuna habíamos coordinado con Adela reunirnos a trabajar a eso de las 11:00 am, así que no tenía tanto tiempo que matar esperándola en la universidad. Sara me iba actualizando a través de mensajes de texto de la situación con sus padres. Al parecer se quedarían toda la semana en el hotelito cercano a su departamento, lo que de todas maneras mataba la posibilidad de alojar con ella durante ese tiempo, por el riesgo de cualquier visita sorpresa. Tendría que volver a casa de mi papá. Para peor, esperaban conocerme esa tarde en una cena familiar que tuve que aceptar a regañadientes.

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