29 - Epifanía

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El resto de la semana pasó volando, porque prácticamente no tuve un minuto libre en ningún momento. Aparte de las clases, las tareas, los exámenes y los avances que me tocó desarrollar por mi cuenta para Taller —solo nos habían encargado investigación de referentes, tarea fácil de dividir y coordinar remotamente, por lo que Adela y yo no tuvimos necesidad de reunirnos—, tuve además que atender a media decena de clientes, entre ellos Héctor, que parecía haber olvidado en una semana todo lo avanzado en las anteriores. El chico tenía memoria de teflón.

Para ser sincero, agradecí poder volver a concentrarme solo en los estudios, sin tener que interactuar con otras personas más que de manera funcional. Las semanas anteriores me habían dejado emocionalmente agotado. 

A Sara solo la veía en nuestras clases en común, pero manteníamos la distancia, cosa que al parecer a los dos nos sentaba bien en aquel momento. A veces me preguntaba si alguna vez retomaríamos la relación o simplemente la dejaríamos morir en silencio.

El viernes llegó sin que me diera cuenta y pronto me encontré almorzando con la expectativa de un fin de semana para mí solo, sin grandes responsabilidades pendientes y sin nadie que estuviera demandando mi atención. Decidí que pasaría esos días encerrado en mi pieza haciendo absolutamente nada más que envolverme en una manta como una oruga, comer pizza y ver series en el teléfono.

—Qué envidiable sonrisa. ¿Qué cuentan en Narnia? —dijo Cintia instalándose con su bandeja a mi lado, en la mesa de picnic que ocupaba frente a la cafetería. Era un día inusualmente cálido y lo disfrutaba almorzando afuera.

—Solo saboreo prematuramente el placer de holgazanear todo el santo fin de semana —admití sin vergüenza.

—¿Tú solo?

—Si... yo solo.

Dio un mordisco a su humeante empanada de queso mirándome con curiosidad, pero sin decir nada. Sabía que quería preguntarme por Sara, pero se estaba conteniendo para no ir a meter las patas.

—Puede que Sara esté algo molesta conmigo en estos momentos —expliqué.

—¿Tan pronto? Pensé que se tardaría más tiempo en darse cuenta de que eres totalmente insoportable —comentó dando otra mascada, como si nada.

—Ahora sí ya no te cuento nada.

—¡Ay, cachollo! ¡No che ofenda chi chabe que ech broma! —dijo apretando mis mejillas—. Pero en serio, ¿no es muy pronto para un conflicto? Pensé que a estas alturas aún estarían revolcándose en la cama. ¡Uh! Dime una cosa: ¿Es verdad que las calladitas son las peores? ¿Qué te hace hacer?

Apreté los labios como si hubiera chupado un limón.

—Es que decidimos ir lento...

Cintia entornó los ojos.

—¿"Decidimooosss"? 

—Pues... o sea... puede que la decisión haya sido mayoritariamente mía.

—¡Ay Gabriel! —Se golpeó la frente con la palma de la mano—. La mayoría de los hombres intenta salir de la friendzone. Tú eres el único que conozco que se esfuerza por meterse ahí.

—¡Lo hago por ella!

—¿Por ella? ¿Tan malo eres en la cama?

—No es eso, es solo que... —Noté que me estaba poniendo rojo, no tenía idea por qué estaba hablando de ese tema con Cintia—. No sé si soy la persona correcta para ella. No quiero que arruine su vida tomando una decisión de la que luego se va a arrepentir.

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