64 - Último adiós

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Negué con la cabeza.

—Esa fue la verdad. Déjalo así.

—Gracias por protegerme, Gabriel. En serio. —Tomó mi mano y le dio un apretón cariñoso.

—¿Van bien los preparativos del matrimonio?

—Mmm... sí, supongo —dijo en tono desganado encogiéndose de hombros—. Es abrumador. ¡Hay tanto que organizar y tan poco tiempo! Yo hubiese dejado el asunto para un año más y contratado un paquete con todo incluido, pero nuestros padres quieren hacer algo especial y Martín quiere que ocurra lo antes posible, así que la verdad estoy dejando que él tome todas las decisiones.

—¿Tú cediendo el control de algo? Me extraña.

—¡Pesado! —me dio un leve puñetazo en el estómago—. La organización de eventos no es lo mio ¿okey?

Reí otra vez. Era el funeral de mi padre y aún así estaba logrando ponerme de buen humor. Me hubiera gustado tener alguna forma de agradecerle.

Mamá se asomó desde la puerta de la capilla y me hizo señas para que entrara. La ceremonia estaba por comenzar.

***

Luego de los ritos de rigor, el sacerdote leyó el evangelio y a continuación dedicó algunos minutos a hablar sobre mi padre, refiriéndose a él como si lo hubiese conocido en vida, cosa que me sonó más bien hipócrita. Terminado su soliloquio, invitó a quien quisiera a pasar adelante.

Tras una pausa, José Pedro se puso de pie, rodeó el púlpito y se embarcó en una historia de su infancia con papá, narrando cómo entre ambos hermanos intentaron volver loca a su vecina haciéndole creer que en su casa estaban penando. El relato nos hizo reír a todos y ayudó a distender el ambiente. Luego, poniendo un beso sobre el féretro, se despidió de él y le deseó muchas travesuras más en el más allá, cerrando el discurso con «Y si te queda tiempo, pasa a penar a la vieja de al lado". Una nueva carcajada recorrió el templo.

—Se ve que los cortaron con el mismo molde —susurró mamá, más bien molesta.

Un nuevo silencio se produjo una vez que el hermano de mi padre hubo tomado asiento. Varios rostros se volvieron a mirarse unos a otros, en espera de un nuevo orador. Como nadie se ofrecía, el cura hizo ademán de levantarse.

Dejé ir la mano de Adela, que sentada a mi lado había sostenido la mía durante toda la ceremonia, y me puse de pie. Esta sería la última oportunidad de hablar con papá y no quería desaprovecharla.

—Tengo un amigo... —dije tras ponerme frente al micrófono, casi al mismo tiempo que la puerta de la capilla se abría y Cintia, Javi y Romina ingresaban discretamente, sentándose en la última fila con un solemne saludo de cabeza que respondí con una sonrisa agradecida— ...un amigo que fue papá hace poco. Se llama Héctor. Y me contaba el otro día, mientras estudiábamos, que la primera cosa que uno descubre cuando se hace padre, es cuán mal agradecido ha sido uno como hijo. De lo poco que uno se da cuenta de todos los sacrificios que nuestros padres hacen por nosotros. Como hijos solo nos fijamos en los defectos de nuestros padres y los problemas que nos causan: los culpamos por lo que hacen y por lo que no; por estar y estorbarnos cuando solo buscan ayudarnos y protegernos, y por no estar cuando deciden dejarnos solos para que aprendamos a enfrentar la vida por nuestra cuenta; los culpamos por nuestra propia personalidad, por los errores y malas decisiones que tomamos en la vida y también por los riesgos que no nos atrevemos a tomar, achacándolo a su forma de criarnos, sus exigencias o expectativas. —Levanté la vista y vi que mamá asentía en silencio mirando el piso, visiblemente emocionada, sabía que mis palabras también eran para ella. Adela, a su lado, me miraba fijamente, pensativa—. En resumen, los culpamos por todo lo que nos falta y rara vez vemos que son responsables de todo lo que tenemos... y lo más increíble, es que jamás nos lo echan en cara, jamás nos resienten nuestro egoismo. Y jamás dejan de dar.

Miré la urna que contenía los restos de mi padre, el hombre que había dado la vida por un hijo que se había avergonzado siempre de él y sentí mis palabras atragantarse en mi garganta.

—Papá... quería pedirte perdón, porque tampoco yo vi cuánto te esmerabas para proveerme de lo que necesitaba, cuánto sufrías al ver mis problemas y que las decisiones que tomaste, incluso las malas, siempre las tomaste pensando en mí. Te pido perdón por mi egoismo, por haberme dado cuenta tan tarde... de... de lo realmente importante... —Mi voz se quebró y las lágrimas empezaron a correr libremente por mi rostro, que oculté fijando mi vista en la base del micrófono—. Y quería darte las gracias, por que cada día que me acompañaste en esta vida fue un regalo... porque aunque hayas creído... creído que no tenías nada que darme, tu compañía siempre fue suficiente.

Quería decir más, pero las palabras ya no cabían por mi garganta.

—Te amo, papá. Gracias por todo —susurré y volví a mi asiento.

Mamá se puso de pie y me dio el abrazo más fuerte que recordara.

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¡Hola! Como ven, regresé de mis vacaciones, descanasadiño y con la novela 99% lista. 

Además, me di el tiempo de escribir un cuento corto de terror que publicaré próximamente, así que, si les gusta ese género, estén atentos ; )

Próximo capítulo: Lunes 10 de febrero.

Selección MúltipleWhere stories live. Discover now