Aceptaría el dinero de Sara si es que me lo otorgaba desinteresadamente y se lo pagaría lo antes posible, con intereses. Pero sería absolutamente claro en que lo nuestro había terminado para siempre, que no se hiciera ilusiones. Y si al decírselo decidía no prestarme la plata, lo aceptaría sin protestar.

Por primera vez en mucho tiempo, me sentí bien conmigo mismo.

***

Sara abrió la puerta y entró a su departamento. Jiji, que dormitaba sobre un cojín del sofá, levantó la cabeza y luego volvió a su posición original.

—Pasa, ponte cómodo. Te hago el cheque al toque. ¿Quieres algo? —preguntó apenas entramos.

—Estoy bien, gracias.

Fue hacia su velador dando saltitos y yo fingí distraerme con las fotos de su estante, para darle privacidad. Además necesitaba pensar cómo decirle que su generoso gesto no llevaría al reinicio de nuestra relación sin que sonara ofensivo.

Sara volvió con la chequera, se apoyó sobre el mesón de la cocina, escribió el cheque y me lo entregó con expresión satisfecha. Lo recibí con una sonrisa y le di una rápida mirada para verificar que estuviera todo bien. Era por el valor exacto del dinero que me habían robado.

El valor exacto... que jamás le había dicho. Un escalofrío corrió por mi espalda y mi sonrisa se desdibujó.

—¿Pasa algo?

—No, es solo que estoy emocionado. ¡Eres demasiado generosa, gracias Sarita! —dije, esforzándome en recuperar la sonrisa. Necesitaba tiempo para pensar—. ¡Esto hay que celebrarlo! ¿Querrías salir a comer? Algo simple, no quiero gastarme tu dinero en tonterías.

Ella asintió feliz.

—¡Claro! Dame un minuto, voy a arreglarme.

Sacó algunas cosas desde su clóset y se encerró en el baño. Apenas desapareció, devolví mi vista al cheque. ¿Cómo pudo saber el valor? Solo a Adela se lo había dicho y dudaba mucho que ambas tuvieran algún tipo de comunicación. ¿Tal vez por Danilo? Si él había robado el dinero, Sara pudo enterarse. Es más, quizás por eso habían terminado y ahora Sara me estaba devolviendo el dinero sin involucrarlo, en un descarriado intento por protegerlo. Sí, eso tenía sentido.

Y sin embargo, algo no calzaba.

«Un consejo: mantente alejado de ella» «Te lo digo por tu bien» «¿Sabes qué? Te mereces todo lo que te pase». Las palabras de Danilo volvieron a mi cabeza y esta vez no sonaban como una amenaza, sino como una advertencia.

Me paseé por la habitación, mis ideas corriendo a mil por hora. El candado de mi locker había desaparecido y simplemente asumí que lo habían cortado, pero no me imaginaba a Danilo con una sierra o una de esas tijeras de metales cortándolo en pleno patio, a vista y paciencia de cualquier alumno que anduviera por ahí. El robo hubiese sido mucho más sencillo para alguien que tuviese la llave.

«Estaban detrás del velador». Sara devolviéndome mi llavero en el restorán, el día de la cena con sus padres. ¿Pero era verdad? ¿cómo llegaron allí? No recordaba haberlas dejado junto a la cama. Y ella las había tenido durante todo el día, tiempo suficiente para sacar una copia.

¿Que ella me hubiera robado en castigo por dejarla? ¡No, no podía ser! ¡Absurdo!

Y sin embargo... ¿qué había dicho su madre esa noche, al despedirse? «No te preocupes, juntos podemos corregirla». Sara había volteado su vino sobre mí justo después de un arranque de celos, y ella no creyó que fuera un accidente.

¿Se refería a eso? ¿Era un patrón de conducta? ¿Ellos sabían?

Mis ojos recorrieron la habitación en busca de alguna pista, alguna certeza. No vi ningún llavero, pero mi mirada se detuvo en la mesita con revistas y un recuerdo empezó a mordisquear la base de mi cerebro. Me acerqué y abrí la primera. Nada. Saqué una de más abajo y volteé las hojas. Aún nada. Revisé una más. Los rostros de los avisos publicitarios y entrevistas tenían bigotes y dientes negros, rayados con un grueso plumón. La había visto hacerlo en el autobús a la playa y cuando estaba aburrida en clases, pero nunca había llamado mi atención, ahora veía sus garabatos con más interés. Di vuelta a la página. Una sonriente chica rubia, de notable similitud a Adela, tenía rayado "perra" en angulosas letras negras. Había furia en esos trazos.

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