En el piso donde me encontraba, además del salón de eventos, la cocina, las oficinas de recepción y las seis habitaciones, un gimnasio con salida a la piscina del jardín, el cual se extendía alrededor del edificio, y un salón bar. Por allí, por lo menos tendría una mejor visión de dónde estaba la araña.

Por si acaso, intenté abrir la "106", pero esta tampoco cedió. Las últimas puertas, junto a las escaleras, eran las del bar y el gimnasio. La del último estaba cerrada, pero en el mapa se veía una especie de conexión entre ambos lugares. Podría investigar si podía atravesar por allí o forzar la entrada con el tubo de fierro. Sabía que la segunda opción era más ruidosa y que la primera era peligrosa al no saber qué se podía ocultar allí. Los bares no eran conocidos por ser muy luminosos, especialmente cuando no había electricidad.

Mascullé una maldición y abrí la puerta del bar, la cual cedió sin problemas. Dentro, estaba oscuro como boca de lobo, pero no se oía nada por el momento. Si prestaba suficiente atención, se escuchaba el ruido de las criaturas de la calle siendo amortiguado por las gruesas paredes, pero nada que me causara interés dentro del bar.

Di mis primeros pasos en la oscuridad y me preocupé de dejar la puerta abierta de par en par, permitiendo que ingresara algo de luz en la estancia. Desde mi sitio, lograba ver las tenues siluetas de algunas mesas con sus respectivos asientos, una mesa de pool, la barra con los taburetes y las lámparas colgando del techo. No había nada fuera de lugar, nada que indicara otra cosa que un bar genérico.

Seguí adentrándome en el fosco espacio, utilizando mis manos para tantear en la oscuridad. Débiles haces de luz se colaban por entre gruesas cortinas a un lado de la mesa principal del bar, por lo que me dirigí hasta ahí, sin dejar de poner atención a todo lo que me rodeaba. Sabía que, si llegaba a entrar en confianza en un lugar así sin razón, sería lo último que haría en mi vida.

Llegué hasta las cortinas sin haber tropezado en la oscuridad y las descorrí de un tirón. No tardé mucho en acostumbrarme a la dolorosa luz y miré por sobre mi hombro. Yo tenía razón, no había nada de extraño en ese lugar.

No sabía si me ponía más nervioso que hubiera monstruos esperando fuera por mí, o que no había visto ninguno allí adentro. Mas estaban los cuerpos para confirmarme que si los había, entonces, ¿dónde estaban? ¿Acaso se ocultaban? ¿Salían por la noche? También estaba la posibilidad de que ya se hubieran ido de ese lugar hace tiempo, juzgando por el nivel de descomposición de esas cosas con las que me había encontrado.

Me permití respirar con más tranquilidad y recorrí el sitio con la mirada. Ya podía ver las mesas de madera oscura y el cuero negro que cubría los asientos, además de las decoraciones de vidrio verdes en las lámparas colgando del techo. Incluso botellas vacías o a medio vaciar tiradas por todo el lugar, entre las mesas y el piso de alfombra opaca y manchada por los años.

En la superficie de los muebles, una gruesa capa de polvo se había asentado. Incluso, las únicas marcas de otras presencias fueron cubiertas por este. Quizás, ya se largaron hace mucho tiempo. Ese pensamiento me relajó y me permitió recargarme contra la barra del bar, donde subí mi pierna al taburete más cercano para ver la herida. No se veía limpia, pero tampoco infectada. El problema estaba en que dolía moverse con ella, especialmente con la lesión por el pie torcido. Tendría que buscar algo para afirmarlo, como una venda.

Me tomé un minuto de calma, observando todo lo que me rodeaba. Estaba cansado por tanto esfuerzo y mi poca energía la utilizaba mi cuerpo para recuperar esa herida. Agradecía por el momento los pocos beneficios que daban ese lugar, mas no tendría que aprovecharme de ello. Aún no estaba seguro de que no hubiera sido venenosa la mordida y la de otra criatura si podría serlo.

Puse ambos pies en el suelo y caminé hasta la pequeña superficie de madera barnizada que servía como barrera entre las personas que trabajaban en el bar y el público. Miré detrás del mostrador, pero sólo se hallaban más botellas empolvadas y vasos sucios. Sin embargo, en la pared de al final de mi izquierda, colgaba una chaqueta. Llegué hasta ella y revisé que estuviera en buenas condiciones para cambiarla por la que llevaba; sucia y desgarrada.

Di media vuelta y algo tintineó en el bolsillo. Dentro, un pequeño llavero con un par de llaves rotuladas. Una de ellas decía puerta trasera, otra tenía el número tachado y la tercera era muy pequeña como para ser de alguna puerta. Miré hacia el otro lado y vi una que se camuflaba con la pared. Tenía una cerradura y una manilla. Introduje allí la llave y giró sin ningún problema, dándome acceso a un pasillo estrecho de un blanco enfermizo, el que se iluminaba de forma tenue por la luz que entraba por la ventana del bar y otra que se colaba por la puerta abierta al final. Esa daba al gimnasio, así lo decía el mapa de mantenimiento. Pero ¿qué hacía un pasillo como ese allí? No era algo común de hoteles, ¿no?

Enfilé hasta llegar al otro lado, donde me asomé antes de entrar por completo. Se veía vacío, sin contar los equipos de deporte esparcidos de manera ordenada por toda la gran sala.

Era un sitio amplio, con enormes ventanales a un lado, por donde se veía la niebla reptar por el patio como un monstruo hambriento. Allí, logré ver un tanto de su extensión, hasta el comienzo de la piscina, la que estaba rodeada de camillas para tomar el sol y un par de sombrillas rotas. No estaba seguro de si estaba con agua o no, pero tampoco creía que fuera algo importante por el momento. Lo importante, era que no se veía señal de criaturas allí o de la enorme araña humana. Bueno, no sabía si era algo positivo o no a esa altura del juego.

Tenía que buscar alguna radio o algo que se hubiera usado en ese tiempo, algo con baterías, así que me dejé de distraer con la vista y cojeé entre la maquinaria para encontrar algo que cumpliera con esas expectativas. Mas no encontré nada a simple vista. Al otro lado de por donde había entrado, se encontraba una puerta entre dos enormes espejos que mostraban en su totalidad el lugar, como mi reflejo. Interesado en ello, me acerqué para verme mejor. Hace semanas que no estaba frente a un espejo y pude ver que mi cabello había crecido un tanto, pero nada alarmante. Sin embargo, mi rostro si estaba cubierto por la barba oscura de unas semanas sin afeitarme. No era mucha, pero no estaba acostumbrado a ello y me sentí frente a un desconocido.

El pálido color enfermizo de mi piel resaltaba el verde de mis ojos, los cuales estaban enmarcados por profundas ojeras. Tenía un par de cicatrices que no recordaba y manchas de cosas que no estaba seguro fueran tierra.

Froté mis párpados cerrados y volví a mirar. ¿En quién me había convertido? ¿Acaso seguía siendo el mismo de antes?

Sombras en la NieblaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora