70. Final (1/2)

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Odio la palabra homofobia. No es una fobia. Usted no tiene miedo, usted es un imbécil.
(Morgan Freeman)



—¿Estarías dispuesto a morir por él? —fueron las últimas palabras de Ragnor antes de cruzar.

Porque sabía que era una de las posibilidades, la más alta: morir en el intento.

Porque estaba fallándole a Magnus, rompiendo su promesa de poner la seguridad de Alec siempre primero; pero si él estaba seguro, si estaba dispu...

Alec no dudó: —Sí –estaba sonriendo, aunque no era exactamente una sonrisa feliz. Era más de resignación, de esperanza, de deseo. Deseo de volver a verlo, a su alma gemela, a Magnus Bane. Aunque fuera una última vez.

Ragnor, Raphael y Catarina asintieron. Habían tenido una reunión antes, con todos los Libertos. Porque Magnus lo habría querido así, no que lucharan por él, que arriesgaran su vida, pero sí que supieran que fue capturado y ellos estaban en peligro, que podían –con ayuda de cierto traidor– traspasar las barreras entre la SAOIRSE y el reino FOIRFE y acabar con ellos porque aparentemente ahora sabían cómo debilitarlos, cómo acabar con su magia y con todos ellos.

Querían un mundo "perfecto", eliminando lo más cercano a ello. Porque si a Alec le preguntaban, la comunidad Libre era la verdadera perfección: donde se podía ser uno mismo y amar a un hombre, a una mujer, a los dos o a ninguno y –para esto– no importaba si tú eras hombre o mujer, si tenías ojos claros, oscuros o azules. Donde no había prejuicios ni "Gen H".


* * *


Cruzaron el portal. Fue difícil encontrar un lugar tranquilo en la ciudad. Debido al gran evento que estaba por suceder en la plaza principal: la Ejecución.

La primera ejecución en años.

La ejecución del "principe" –Robert siempre usó la palabra con un tono despectivo– de los Libertos. Era más que probable que al acabar con su vida no sólo iniciaran la Guerra oficialmente –¿aunque había algo más oficial que haberlo secuestrado, irrumpiendo en un lugar sagrado y sin importarte romper el corazón de tu hijo?–, sino que la terminaría porque seguramente si arrancabas la cabeza del problema, moriría el resto del cuerpo.

Si Magnus Bane moría probablemente acabaría con la vida y la magia de los demás Libertos. Cosa que, hasta cierto punto, ya estaba demostrado: desde que Magnus fuera raptado, torturado físicamente y encadenado con un metal especial que cortaba su magia, los de su Comunidad habían sido más fáciles de tomar por sorpresa.

Alec tomó un suspiro tembloroso. Todo él se sentía estremecer y también a punto de estallar. Su corazón estaba latiendo como loco, dolía –como cada segundo de estas últimas semanas–; pero también se hinchaba con esperanza porque, incluso a esta distancia, podía sentir a Magnus un poco más que antes.
Quería vomitar, había una maldita revolución en su estómago, que ya no sabía si era por los nervios o...

—¿Estás bien? —Alec saltó cuando sintió la mano de Catarina en su hombro, él tenía las suyas en su vientre. Asintió sólo una vez y miró a su alrededor para ubicarse.

No estaba seguro de dónde exactamente estaban. Había demasiado ruido, conversaciones animadas, casi a gritos. Y lo que decían tenían los vellos y los nervios de Alec de punta, su piel erizada. Sabía lo que estaba por suceder porque seguían esta Guerra de cerca –habían perdido ya a una buena parte de la SAOIRSE y en una ocasión hirieron a Raphael, lo que casi mata a Ragnor también–, pero también porque Esperanza los mantenía informados, siempre –incluso arriesgo de su propia vida– encontraba la forma de llegar a ellos.

Gen H (Malec)Where stories live. Discover now