69. Preludio

3K 412 121
                                    

Es casi ley, que los amores eternos son los más breves.
(William Shakespeare)




«Sólo hay dos maneras de terminar las guerras de este tipo, Magnus, las separaciones entre personas con ideologías tan diferentes. Y éstas son: la muerte o el amor.

Puede una gran tragedia cubrir el gran abismo que nos separa.

O puede hacerlo el amor. Si dos personas que, en teoría deberían odiarse por pertenecer a mundos tan diferentes, llegan a amarse, ¿qué pasaría entonces? ¿Qué crees tú que pasaría?

A veces el destino actúa de formas extrañas, Magnus. En muchas ocasiones nacemos dentro de una sociedad cuya ideología está ya formada –lo que debe gustarnos y lo que no, lo permitido y lo estrictamente prohibido–, y nos adaptamos a esas normas incluso aunque no las comprendamos, sin saber su origen o estar de acuerdo; no las cuestionamos. Si te dicen que vestir de rosa está mal...no preguntas el por qué, simplemente haces a un lado todas las prendas de ese color; y si alguien se atreve a usarlo, lo miras mal. ¿Por qué? ¿Es realmente que te parece incorrecto o, quizá, simplemente lo envidias porque se atrevió a ser libre como tú tanto quisieras? ¿Nos molesta lo diferente o nos hiere porque nosotros no nos atrevemos?

¿Y si te dicen que tener ojos azules te lleva inevitablemente a querer a alguien de tu mismo sexo y que, por supuesto, eso es incorrecto? Pues entonces borras de la historia a cada persona con ojos azules, ¿cierto?

Podemos hacer como si esas ovejas “negras” e incorrectas nunca hubieran existido. Borrarlas de un historial limpio –o supuestamente limpio–.

Pero, ¿y si dos personas, de estas ideologías opuestas, se atrevieran a hacerlo juntas?

Magnus, eso quizá haría que los demás abran los ojos. No puedes mantener la venda puesta para siempre. La historia no tiene porque repetirse... Se supone que para eso sirve el conocer nuestro pasado: para no cometer los mismos errores, ¿cierto?

Ya terminó en tragedia una vez y no nos hizo cambiar. Es e turno del amor. Probemos con el amor. ¿Lo amas? ¿Lo amas, Magnus?»

—Con toda mi alma —Magnus balbuceó, dentro de la celda sucia y oscura. Cabeceó un par de veces, intentando levantar la cabeza para mirarla. Su madre.

Sus pensamientos eran confusos, le costaba demasiado enfocarse. Y mantener los ojos abiertos no servía de nada cuando todo lo que hay para mirar es la oscuridad. Hacía un frío que calaba hasta los huesos y tenía varias heridas abiertas que ardían y punzaban de un modo preocupante...o se habría preocupado de haber podido. No estaba en condiciones de hacerlo.

“Con toda mi alma” repitió ya sin voz, sin palabras. “Cada fragmento mi alma es suya”, quería decirle a su madre, “el destino la hizo expresamente para él. Sólo para él”.

Pero las palabras nunca salieron y la imagen de su madre se fue difuminando, su voz cada vez más lejana.

Magnus creía recordar una vieja leyenda que, en sueños, esta hermosa mujer con ojos llenos de magia siempre le contaba. El liberto y el perfecto que se amarían y librarían al mundo de sus cadenas.

“Pero escucha, escucha con atención, Magnus... Debes poner atención o las cadenas podrían terminar en ustedes... Tu destino es grande, eres importante... Pon atención, Magnus...”


Pero Magnus no podía. No podía escuchar, no podía recordar. Estaba demasiado herido, demasiado débil.

Las manos de esta hermosa mujer lo recorrían con cariño: su espalda llena de grietas por los que corrían ríos de sangre y dolor, el cabello sucio y descuidado, los brazos pesados y llenos de moretones, las manos encadenadas y su rostro... Con tanta ternura, como en vida no pudo hacer. “Mi pequeño ángel. Mi pedacito de cielo”.

Magnus intentó abrir los ojos ante eso, esas palabras. La última palabra. Cielo. Su niño con ojos de...cielo.

“Tuyos”, Alec dijo tantas veces, “sólo tuyos, Magnus. Abre los tuyos para mí”.

Lo intentó. De verdad lo intentó. Sobre todo cuando sintió las manos de su pequeño niño de cielo tocar su rostro, pero dolía tanto.

No estaba seguro cuánto tiempo llevaba aquí, pero se había sentido como una eternidad. Y dolía como el infierno. Imasu les había servido demasiado, para que supieran cómo herir a un ser lleno de magia.

¡Ah, y cómo lo habían hecho!

“Magnus, no te rindas. Magnus... Magnus, yo estoy...”


Magnus no estaba seguro de si Alec realmente se comunicaba con él, ¿podría a pesar de la distancia y el tiempo?, o si eran sólo sus deseos y el dolor jugándole malas pasadas. Pero ahí estaba, siempre presente: a veces a susurros, a ratos a gritos.

“Magnus, escucha, tienes que escuchar. Dame una señal, porque yo te siento, estás ahí. Pero no sé si tú a mí también. Debes luchar, aguanta. Vamos por ti. Y yo estoy...”


La puerta se abrió y la poca luz que entró era como un sol enceguecedor en estas tinieblas. Magnus gimió e intentó cubrirse los ojos con el brazo que no se alzaba lo suficiente por las cadenas y la poca fuerza que le quedaba.

—Suéltalo y levántalo —uno de los hombres, “Perfectos”, dijo al otro—. La ejecución es hoy. El rey lo ha ordenado. Todos esperan ya en la plaza principal. Será una ejecución pública. La primera desde...aquella vez.






* * *

¡Hola! ¿Alguien sigue por aquí?

Últimos capítulos, recuerden 🙈 El próximo será largo, lo prometo. Ahora estoy trabajando demasiado y sin tiempo para más 💔, espero entiendan 😞

¿Será que Magnus sueña o es realmente Alec? ¿Y las palabras de su madre? 👀

Gen H (Malec)Where stories live. Discover now