63. Vuelve

3.3K 473 215
                                    

«Lucha por Magnus. Sé que él está luchando por ti ahora mismo. Dondequiera que esté...»


No veía. No escuchaba. No podía respirar.

Se sentía perdido entre tonos blancos y negros tras sus párpados... Como si la oscuridad quisiera devorarlo, pero la luz todavía tirara de él.

Hubo un destello, especialmente brillante, que lo hizo pensar en aquella estrella fugaz a la que no pidió un deseo porque ya lo tenía todo...

Excepto que ahora lo perdía.

Su razón para dejar el cielo que ahora vivía sólo en sus ojos...

Tus ojos son especiales, de cielo, mi niño; porque eres un ángel, porque de ahí vienes: del cielo”.

—Magnus —Alec lo susurró y entonces cerró los ojos. Sin su predestinado no quería luz ni sombras ni cielo. Sin él no quería nada.

* * *


“¡Alexander!” fue un grito jadeante que Alec ya no llegó a escuchar.

* * *


—Alexander —había una mano fresca, piel suave, sobre las mejillas ardientes de Alec.

—Mi niño —Magnus juntó sus frentes y cerró sus ojos. Algunas lágrimas cálidas resbalaron hasta el rostro de un Alec inconsciente.

Magnus sintió su corazón oprimirse y doler. Era lo peor de esta situación –o lo mejor, tal vez–: podía sentir con exactitud el sufrimiento de Alec, de su predestinado.

Magnus se tensó cuando escuchó la cortina de su carpa en movimiento. Casi al instante se relajó cuando sintió la mano de Ragnor en su hombro.

—¿Cómo estás? —Magnus negó. Él no importaba ahora. Ragnor cambió su pregunta entonces: —¿Cómo está?

Los labios de Magnus se presionaron con fuerza, lleno de impotencia. Si sólo hubiera tenido más cuidado, si hubiera logrado salir del FOIRFE más rápido, nada de esto habría pasado.

—Mal —fue sólo un susurro. No quería decirlo en voz alta, porque eso siempre hacía todo más real. No quería aceptar lo que todos sabían: que Alec podría no volver.

Era una posibilidad muy alta.

Magnus cerró los ojos y se recordó llegando a la SAOIRSE hacia unos días:



«Su corazón estaba tan agitado. Su pecho subiendo y bajando tan rápidamente. Había sentido miedo, por primera vez en su vida, de morir.

Él siempre se preocupó, más que por sí mismo, debido a que los libertos dependían de él, contaban con él. Su madre le había pedido cuidar a su pequeña comunidad especial.

Y entonces Alec nació.

Entonces su niño con ojos de cielo entró a su vida y Magnus encontró a alguien que le importaba más que sí mismo: su pequeño predestinado.

Y quiso vivir sólo para él, por él. Dar cada segundo de su vida, cada parte de su alma, cada chispa de su magia para proteger a Alec de todo lo malo de su mundo.

* * *


Y entonces se encontró en medio de una torba enfurecida. Cientos de "Perfectos", alentados por las palabras de Robert y el pobre heredero –que debía ser una vil mentira–, listos para la guerra.

Y su pecho dolió tanto que era difícil respirar.

—¡Alec! —Magnus lo había gritado, medio cegado por el dolor.

Catarina seguramente se habría llevado a Alec, sin esperarlo. Porque esas fueron sus órdenes: Alec sería la prioridad siempre.

Sabiendo a Alec a salvo, él podría luchar por su vida. Pero temiendo por la seguridad de su niño, no estaba seguro de poder concentrarse siquiera en otra cosa que protegerlo.

¿Y de qué le servía a Alec vivir si Magnus moría por no dar todo de sí en una batalla cuando, todos lo saben, un predestinado no sobrevive a la muerte de su compañero?

—¡Alexander! —no supo cuántas veces lo gritó, golpeando a cualquier persona en su camino.

Estaba casi seguro que su magia escapó algunas veces.

Creyó ver a Imasu en un par de ocasiones y quiso ir hacia él...

Pero no era así. Se encontró en medio de una emboscada, frente a Robert Lightwood e Imasu por ningún lado.

Fue sólo su imaginación.

—¡Alexander! —lo gritó con fuerza, sintiéndose ya en su final, cuando un látigo, que debía ser especial porque le afectó más de lo debido, lo golpeó un par de veces.

Pero, paradójicamente, el dolor viviendo de Alec le dio fuerzas para luchar.

—¡Alexander! —gritó una última vez, cayendo de rodillas al cruzar el portal. ¡Un portal que hizo en el FOIRFE, frente a Robert Lightwood y un grupo de sus hombres!

Pero ya era tarde. Alec yacía inconsciente en brazos de Ragnor y Catarina. Vio brillar las manos de su amiga, pero Alec no reaccionó.

Su propio corazón comenzó a latir con lentitud, como si...

—No —su mano se extendió, pero ya no tenía fuerzas.

Cayó. Hubo dos pares de brazos al instante. Uno era Raphael, no reconoció incluso sin verlo.

El otro... Sus ojos luchaban por mantenerse abiertos, pero creyó ver a Imasu ¿sonreír?

* * *


Después despertó en su cama, al lado de Alec. Sus manos entrelazadas con fuerza.

Esperó a que despertara ahora que estaba juntos de nuevo.

Alec debía saber, sentir, que estaba a salvo. Estaban juntos...»



De eso hacía casi una semana.

—Va a despertar —Ragnor presionó suavemente su hombro antes de dejar caer su mano.

Magnus no dejó de mirar a Alec, aun cuando respondió a su amigo: —¿Y si no? Robert Lightwood debilitó mi magia, aunque fuera temporalmente, no sé cómo. Y la Guerra ha comenzado y no pienso lucharla si no es con Alexander. Por él.






* * * 

Hooola 👋

Magnus 😭

Alec 💔

Imasu 😒

¿Cómo habrá hecho Robert para afectar la magia de Magnus?

¡Se viene una de mis partes favoritas en esta historia!

En algún momento alguien me comentó (y debo confesar que también me pasó la loca idea) sobre un mpreg aquí, ¿qué pensarían?

Gen H (Malec)Where stories live. Discover now