37. Alma y corazón

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«Sin importar el color de tus ojos, mi niño, tú eres mi cielo, mi ángel, incluso si están ocultos, cariño.»

Alec había suspirado y no pudo evitar sonreír contra el cuello de Magnus. Sintiendo las manos de éste sobre él, una acariciando su cabello y la otra sobre su espalda, manteniéndolo en un abrazo. Sentir a Magnus y escuchar esas palabras lo llenaron de alivio. Por un momento había sentido miedo cuando Magnus lo llamó "Mi niño", porque eso siempre iba acompañado de "Cielo" y sus ojos ahora no eran azules, estaban oscurecidos por esos estúpidos lentes de contacto.

Sus ojos no eran especiales ni de cielo, no había en ellos nada único, eran exactamente iguales a los de los demás. Oscuros y aburridos.

Mientras que los de Magnus eran como los de un gato, verde dorados, brillantes... Magnus dejaría de querer a Alec cuando se diera cuenta que era como cualquier otro príncipe del FOIRFE...

Y entonces Magnus, como siempre con las palabras correctas, derribó todos sus miedos.

Alec sonreía. Sus labios rozaron la piel de Magnus antes de decirlo: —Te quiero.

Y Magnus se encontró sonriendo como tonto también. Se removió en la cama, bajo Alec, acomodándolos mejor. Y esta vez cuando buscó su rostro, Alec le permitió verlo. Lo dijo mirando aquellos ojos que, incluso ocultos entre las sombras, siempre serían su cielo favorito: —Yo te quiero más, mi niño.

Alec negó, su nariz se arrugó demostrando su desacuerdo. —No es cierto. Tú no me quieres más. Yo te quiero más, Magnus.

Magnus.

Magnus hizo una mueca, antes de sonreír –de cualquier manera, Alec eventualmente habría crecido y dejado de llamarlo "Magus", ¿cierto?–, golpeó jugetonamente la nariz de Alec antes de sentarse y dejar a Alec a su lado.

—Mi corazón es tuyo, mi niño. Así que yo ganó.

Pero Alec no iba a dejarlo ir tan fácil. Él lanzó sus brazos para atrapar a Magnus de nuevo, rodeando su cuello. Apoyó la cabeza en su hombro y sólo cuando estuvo seguro que no iba a retirarse, bajó una de sus manos hasta el pecho de Magnus, justo sobre su corazón, sintiendo sus latidos, adorando su canción.

Sus ojos estaban cerrados, para disfrutarlo mejor. —¿Me das tu corazón entonces, Mags, a mí?

Magnus cerró los ojos, recargando su cabeza en la de Alec. Su mano sobre la de su predestinado. Lo dijo, incluso si Alec no comprendía del todo el significado: —Mi alma y mi corazón todos tuyos. No podría ser de otra manera, pase lo que pase.

"Pase lo que pase" sonaba triste para Alec, en los cuentos siempre sucedían cosas malas que intentaban separar a los protagonistas, pero también era la promesa más fuerte, ¿cierto?

Pase lo que pase, mi alma y mi corazón te pertenecen.

Alec ya no era aquel niño de tres años que podía creer que sus ojos eran de cielo y él era un ángel sólo porque Magnus lo decía o que realmente Magnus podía darle su corazón o su alma. Porque necesitamos el corazón para vivir. Y el alma... ¿qué es el alma?

Pero, en gran parte debido a esto, a que ya no era un pequeño que creía en cuentos de hadas, su promesa valía más ahora porque la hacía a consciencia: —No puedo literalmente darte mi corazón –dijo Alec, tratando de sonar objetivo–, porque lo necesito para vivir, ¿cierto? Pero late por ti, Magnus, porque tú me cuidas y me quieres desde siempre. Desde que recuerdo has sido tú quien se preocupa por mi vida, así que te dedico a ti cada latido, ¿eso está bien? Mi corazón canta gracias a ti y para ti.

Magnus tuvo que tragar a través del nudo en su garganta. Eso estaba más que bien. Alec, a su manera, parecía entender lo que eran ellos para el otro: predestinados.

Sus almas se pertenecían. Habían sido hechas para estar juntas.

Alec se preocupó por el silencio de Magnus. ¿Tal vez se había enojado porque no le "daba" su corazón?

—Y no sé qué es el alma, Magnus, pero si tengo una también es para ti, ¿si? Sólo para ti...

Magnus seguía sin poder decir nada.

—...no sé si se puede vivir sin alma, pero no sin corazón –Alec habló atropelladamente, desesperado–, entonces puedo dártelo y vivir contigo para siempre, eso sí se puede, ¿verdad?

Es lo que más quiero, pensó Magnus, por fin saliendo de sorpresa. —Funciona, corazón. Dime eso de nuevo dentro de unos años y lo tomaré.

Alec frunció el ceño, ¿por qué no podía tomarlo ahora?

Pero entonces Magnus se alejó de él. —Ahora regresa a tu clase antes de que estés en problemas.

Alec se dejó caer en la cama con un puchero. —Noooo quierooo.

Magnus se rió y tiró de su pie. —Ve con aquel príncipe teñido y toca una canción para mí, mi niño.

Alec siguió con su puchero. —Jace toca mejor, mi papá lo dice. Puedo pedirle que toque para ti...

Alec siguió después de morderse el labio para no reír: —...y no le gusta que le llamen teñido, dice que es natural.

Magnus se rió antes de girarse hacia su predestinado y ofrecerle su mano. Alec la tomó y se puso de pie, Magnus besó ambas y habló mirando a los ojos de Alec: —Tal vez no seas el mejor, pero eres a quien yo siempre voy a elegir. Así sea sólo en una melodía en el piano.

Y Alec sintió como su corazón daba un salto ante sus palabras y su mirada y cómo sus manos hormigueaban donde los labios de Magnus habían estado.

Era tan rara su reacción ante él últimamente. ¿Era normal?



CONTINUARÁ...

Como ven, los sentimientos y las sensaciones empiezan a cambiar... Creo que eso es inevitable al crecer y con los cambios físicos, hormonales y demás que todo eso conlleva, obviamente no es que vaya a suceder algo ahora, Magnus sigue esperando que Alec sea mayor y decida sabiendo todo, pero eso no evita que vaya a haber cambios de a poco 😅 espero que les guste cómo se va desarrollando esto 💙

¿Y no se acordaron de "Mi pequeño corazón" en este capítulo? 😻

¿Y ustedes creen en las almas? ¿Y en las almas gemelas?

Gen H (Malec)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora