45. Besos de cielo

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Había alegría y orgullo en su rostro mientras miraba alrededor del grupo reunido. "Alexander Gideon Lightwood. ¿Has encontrado al que tu alma ama?"
"Lo he encontrado" dijo Alec. "Y no lo dejaré ir".
(Queen of Air and Darkness)

* * *

Porque era suyo, Alec lo pensó. Mío. Y necesitaba demostrárselo y sentirlo también, asegurarse que no era sólo él quien lo pensaba y lo sentía así.

Así que cuando Magnus dijo "Tuyo" y Alec sintió su corazón saltar, preguntando sin aliento si era cierto, si lo decía de verdad, si había escuchado bien, "¿Sí?", y Magnus había asentido con una sonrisa, Alec envolvió su cuello con sus brazos y tiró de él.

Ya no era un pequeño niño inocente robando besos sólo porque Magnus era su persona especial y él era su niño de cielo o acurrucándose en sus brazos.

Ya no era un niño teniendo que ponerse de puntillas para poder abrazar a Magnus y buscar un beso en la frente o en la mejilla –porque Magnus dejó de aceptar los besitos en los labios cuando él creció, por mucho que Alec hiciera pucheros e insistiera, sin entender la razón–.

Ahora Alec era casi tan alto como Magnus y aunque todavía no aparentaban la misma edad, había sólo un par de años tal vez entre ellos. Sus cuerpos encajaron a la perfección, pegados uno al otro, sin espacio entre ellos, cuando Alec rodeó su cuello, sus manos entrelazadas tras su nuca y tiró de él, anhelando ese beso ahora que ambos habían cambiado y que Alec comenzaba a entender el verdadero significado de un beso en los labios.

Su corazón acelerado cambió su ritmo cuando sus pechos se rozaron, algo cálido bajo su piel, y ambos latidos se adaptaron al otro. Alec sonrió porque él recordaba las palabras de Magnus...





Alec le había dicho que Esperanza le contaba que cada corazón cantaba una canción única, pero Magnus le explicó que:

«Sí hay dos corazones que laten igual. Cada latido busca a su compañero, lo llama, canta para él hasta que se encuentran.»

—¿De verdad? –había preguntado Alec, sus ojitos muy abiertos–. ¿Todos? ¿El mío también?

«El tuyo también, mi niño –había asegurado Magnus–. Cuando seas grande, tú no vas a tener un príncipe, porque tú ya eres un príncipe. Tú vas a encontrar al corazón que cante igual al tuyo.. »

Y Magnus le había dicho varias veces, aunque Alec no lo había entendido entonces, que su corazón cantaba por él. (Aquel mismo día en que le dio su mano).

«Mi alma y mi corazón son todos tuyos –le había dicho en otra ocasión–. No podría ser de otra manera, pase lo que pase.»

—No puedo darte mi corazón –le había dicho Alec a cambio–, porque lo necesito para vivir, ¿cierto? Pero late por ti, Magnus, porque tú me cuidas y me quieres desde siempre. Desde que recuerdo has sido tú quien se preocupa por mi vida, así que te dedico a ti cada latido, ¿eso está bien? Mi corazón canta gracias a ti y para ti... Y no sé si tengo alma, Magnus, pero si tengo una también es para ti, ¿sí? Sólo para ti... No sé si se puede vivir sin alma, pero no sin corazón, entonces puedo dártelo y vivir contigo para siempre...





Alec comenzó a recordar, en los pocos segundos trascurridos antes de llegar a sus labios, mientras sus cuerpos se juntaban hasta lo imposible y sus latidos se unían al otro, cada palabra dicha entre ellos, cada promesa que ahora cobraba otro sentido.

Magnus se congeló e iba a alejarse, a echarse para atrás –porque Alec seguía siendo menor y parecía injusto robar su primer beso así, ahora–, sus manos estaban en la cintura de Alec a punto de dar un suave empujón, cuando esos hermosos ojos azules, esos cielos, cambiaron. Algo brilló en ellos, una luz diferente, especial, que encendió una chispa en el pecho de Magnus. Fue como un clic, algo ajustando en el lugar correcto por fin.

Alec se pegó con más fuerza a él, sus rostro tan cerca ya, apenas tuvieron un instante para cruzar miradas. El pecho de Alec chocó contra el de Magnus cuando el joven príncipe sonrió, lo dijo sin hablar, sólo con el pensamiento pero Magnus lo escuchó: —Eres tú.

Y oh, Magnus lo entendió con sólo esas dos palabras: La persona especial para mí, aquel cuyo corazón canta para el mío. Eres tú, Magnus. Siempre fuiste tú.

Alec sonreía cuando sus labios se pegaron a los de Magnus y sus ojos se cerraron a la vez.

Algo dorado brilló tras los párpados de ambos. Una luz que brotaba de sus corazones y los envolvía a ambos, eran los hilos de sus almas entrelazados totalmente. Era el hilo rojo –o azul, o dorado, o multicolor, o incoloro– que unía sus almas, sus corazones, sus vidas, sus destinos.

Predestinados.

Eso eran.

Y entonces Magnus se movió. Fue sutil, habría sido imperceptible si Alec no estuviera tan envuelto en él. Su rostro se movió unos cuantos milímetros, sus labios frotándose suavemente, justo antes de que Magnus suspirara –porque Alec podría no ser mayor de edad, pero ya no era un niño, era un joven consiente de lo que quería, a quien quería, y eso estaba haciendo, tomándolo, reclamándolo–, así que lo besó de regreso.

¡Su primer beso!

Y realmente, realmente venía del alma, y sabía a cielo.





CONTINUARÁ...

¡Beso malec! 😭💙

¿Qué les ha parecido? No recuerdo haber antes dedicado un capítulo entero a un beso 🙈 ¿Fue lo que esperaban o una decepción?

Y final del maratón, espero que les gustara ❤ (Mañana estaré diciendo qué maratón sigue, todavía tienen oportunidad de votar en la publicación en mi tablero).

Gen H (Malec)Where stories live. Discover now