Trabajé en silencio, intentando mantenerme concentrado, pero incapaz de contener la tentación de mirarla a cada par de minutos. Ocasionalmente ella también levantaba la vista y me sorprendía, lo que me hacía desviar la mirada avergonzado.

Poco a poco la maqueta fue tomando forma. A mitad del trabajo Adela deshizo distraídamente su tomate mientras tarareaba una canción y su cabellera dorada se derramó como en cámara lenta sobre sus hombros. Casi gemí ante el espectáculo. Cada tanto jugaba con un rizo, ponía un mechón tras la oreja o reacomodaba toda su cabellera sobre uno de sus hombros y yo la admiraba, sufriendo por dentro, hasta que ella alzaba la vista y yo debía ocultar la mía. Ya me resultaba casi imposible concentrarme en mi parte del trabajo. En cierto punto se estiró, arqueando la espalda y masajeando su cuello con un leve gemido, y ese sonido acompañado del modo en que el movimiento resaltó sus curvas me generó tal agonía que sentí la imperiosa necesidad de salir de allí.

—Ya es casi hora de almuerzo —dije poniéndome de pie y tomando mi chaqueta—. ¿Te traigo algo?

—Mmm... no estoy segura de qué quiero. Mejor te acompaño.

—No hace falta. Para qué nos vamos a mojar los dos.

—Es que igual necesito un cambio de aire. Estoy muerta. —Se puso de pie y extrajo un pequeño paraguas plegable desde su bolso sin darme espacio a protestar.

Suspiré resignado.

Bajamos al patio y lo atravesamos caminando. La llovizna se iba convirtiendo en chaparrón y para variar no estaba preparado. Me estaba empapando. Adela alzó el paraguas por sobre mi cabeza y me invitó a acercarme. Ya no quedaba fuerza de voluntad en mí para negarme. Me pegué a ella y envolví el mango con mi mano, que quedó parcialmente posada sobre la suya. El paraguas era pequeño y nos obligaba a ir muy juntos; cada centímetro de mi piel erizado, atento a cualquier contacto con su cuerpo.

—Me encanta la lluvia —comentó. No se me ocurrió nada que decir.

La cafetería del campus estaba cerrada, como era de esperar un sábado, así que debimos continuar hacia la calle en busca de algún restaurante con menú de estudiante. Cada dos o tres minutos ella hacía algún comentario intentando activar una conversación, pero solo me sentía capaz de responder con movimientos de cabeza y gruñidos, como si el vacío que sentía dentro estuviese succionando mis palabras.

Finalmente nos decidimos por un pequeño local a unas cuadras de la universidad y tomamos asiento en la única mesa libre junto a la ventana, tan pequeña que nuestras rodillas quedaron en contacto, cosa que no pareció molestarle. Me concentré en el menú y una vez hecha la orden desvié la vista a la ventana, observando pensativo las gotitas de lluvia descender en patrones zigzagueantes por el cristal. Luego de un rato sentí la mano de Adela posarse sobre la mía y me volví hacia ella.

—Gabriel, háblame.

Traté de pensar en algo que decir, pero el balde salió vació del pozo de ideas. Me limité a mirarla en silencio. Ella esperó con sus grandes ojos azules fijos en los míos y cuando las palabras no llegaron dejó ir mi mano con un suspiro y desvió la mirada a la ventana con expresión herida.

—Ya no hay forma de volver a ser amigos ¿verdad?

Tampoco tenía respuesta para eso.

Trajeron nuestra orden y comimos en silencio, escuchando el repiqueteo de la lluvia en la ventana, el sonido de vajilla y el murmullo de los otros comensales. De pronto Adela soltó sus cubiertos sobre el plato con brusquedad y me miró con expresión agria.

—¿Sabes qué? No me parece justo.

Pestañeé sorprendido, tragándome de una vez un enorme pedazo de carne a medio masticar, que pasó por mi garganta con la misma facilidad que una vaca por una boa constrictor.

—No tengo por qué mamarme esta actitud de mierda solo porque se te ocurrió declarárteme cuando sabes que ya tengo novio. No me parece justo que me trates así. No es como que esté obligada a corresponderte.

—No te estoy tratando de ningún modo.

—¡Ah no! No me estás haciendo la ley del hielo.

—No Adela. No se trata de hacerte algo a ti. Entiende que... me cuesta.

—Que te cuesta qué.

—Verte. Estar aquí contigo. Tratar de que me seas indiferente.

Lo que sea que planeaba decirme pareció atorarse en sus labios ante mi respuesta. Se reclinó hacia atrás, estudiándome en silencio y volvió a mirar a la ventana.

—Y no lo estás haciendo más fácil —agregué en un impulso. Volvió a mirarme.

—¿Qué quieres decir?

—¿Por qué llevas el pelo suelto?

Se llevó la mano a la nuca automáticamente.

—¿Qué tiene? Lo llevo como quiera.

—Nunca lo hacías hasta que te lo comenté.

—Sí lo hacía. Que no te hubiera tocado verlo es otra cosa.

—El domingo te lo tomaste para poder trabajar. Hoy te lo sueltas frente a mí, pese a que te estorba.

Rigidizó su espalda y rompió el contacto con mis rodillas. Su boca se transformó en una línea, la misma expresión que tenía durante nuestro primer enfrentamiento aquel día en el parque.

—¿Qué intentas decir? ¿que te estoy coqueteando?

—¿Y no?

—Te sientes demasiado importante, parece. Estás imaginando cosas. Lo que haga o no con mi pelo no tiene nada que ver contigo.

—Y tus miradas mientras trabajábamos? ¿No dejarme salir solo? ¿El paraguas? ¿El teléfono que dijiste que era de tu hermana, pero compraste con tus ahorros? —Y luego, con una pésima imitación de su voz, recité—: "No sé qué eres para mí, pero eres todo menos indiferente y quisiera conocerte mejor".

Se puso de pie de golpe.

—No tengo por qué tolerar esta estupidez. No sé tú, pero yo no ando persiguiendo a otros cuando ya tengo novio. Vuélvete con Sara, yo puedo terminar la maqueta sola.

Pagó su parte en caja y salió del restorán. La observé por la ventana maniobrando para abrir el paraguas mientras cruzaba la calle a paso firme con luz roja. Un automóvil pasó junto a ella con un largo bocinazo, pero ni siquiera lo miró.

Los ojos de todas las mesas estaban sobre mí. Bajé la vista a mi plato y partí el trozo de carne con rabia.

Cuando llegué al taller media hora después, completamente empapado, Adela ya se había ido, llevándose con ella todos los materiales.

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¿Cómo le irá a Gabriel con los padres de Sara? ¡Hagan sus apuestas!

Próximo capítulo: jueves 17 de octubre

Selección MúltipleWhere stories live. Discover now